Decididamente estoy intentado construir un andamio intelectual para mi proyecto de investigación en cierto posgrado. Con certeza mi indisciplina vigente no es más que una esfumada silueta rotunda de la crisis que vivo. Y si pensar lo nacional —hoy postnacionalizado— implica intuir una modificación completa en los hábitos identitarios, económicos, políticos y empresariales, la lectura de Gellner remite con nitidez a un programa antropológico —por étnico y cultural— de análisis nacionalista.
La edición mexicana de Gellner
No es extraño que en 1983 se editara una obra como esta, pero si lo es que llegara a México hasta 1999. Esto para no dejar de lado las inclinaciones editoriales que amalgaman las capas y los tejidos ideológicos. Se mostró como novedad algo que, en realidad, ya ha sido discutido y comentado hasta el agotamiento. No obstante, la propuesta de Gellner enfatiza claramente un postulado importante respecto al nacionalismo: la interconexión entre la cultura, el estado y la educación. Es decir, un trinomio de las sociedades industriales, que configuran y enlazan los aspectos principales de la modernidad nacional.
Nodos y nudos de la lectura
En la medida que se trata de establecer una cultura homogénea, aun fincada en tradiciones —históricas y literarias—, lo nacional refiere a la composición de un territorio definido y estable en su denominación de Estado. Esto desde la posibilidad social, y sociológica, de generar especialistas a partir de una especialización común —para el autor mediante el alfabetismo—, la de la nación. Así, se engloban estas dimensiones como sus elementos intrínsecos. Sin embargo, el nacionalismo y lo nacional no remiten a una forma de organización social natural.
Resaltan también los comentarios anti-marxistas de Gellner, señal de su lectura de Weber más un lugar común en la fundamentación constructiva del análisis del capitalismo occidental, que de una posición crítica del mismo. Deberíamos sopesar el momento histórico del marxismo occidental, en la década de los 80’s en Inglaterra, cuando ahora nos resulta inútil evocar un librito adquirido de Perry Anderson. No es gratuita la conjugación del análisis antropológico y sociológico que Gellner materializa, al cristalizar una óptica que ofrece algunos ejemplos, pese a su planteamiento más bien teórico.
Sin lugar a dudas, la reflexión nacionalista de finales del siglo XX debió encontrar en trabajos como este —descartando que el mismo 1983 se publico el libro de Benedict Anderson Comunidades imaginadas Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo— debieron nutrir una fase intelectual controversial. Sin olvidarnos de la caída del muro de Berlín en 1989 y el proceso neoliberal de globalización y trasnacionalización, que configura, con el nítido ejemplo de la Comunidad Europea (aunque no tengo esta certeza), un escenario político, ideológico, económico y cultural cambiado. Escenario que quizá en este momento post-histórico (aunque ya he olvidado la lectura de Sloterdijk) se encuentra en vías de extinción, transformación o radicalización.





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