Sí, hay una fobia a lo escrito, hay un retorno a las prácticas orales, hay una centralidad de la palabra audible. Históricamente se ha negado el valor de lo oral. No solo precisa pensarlo con Walter Ong. Pero lo escrito debe elaborarse trascendentalmente. En otro momento he hablado del literatocentrismo o la literatocentralidad, el centro en la escritura. Creo, personalmente, que existe un universo letrado en la digitalidad global que representa un mundo conocido. En el siglo XVIII se hablaba del orbe literario para hablar de lo escrito y su conocimiento. Hoy existe una ecúmene escrita cuyo proceso de digitalización ha arrancado a la par del desarrollo de empresas como Google.
Pensar en una ecúmene escrita digital es centrarse en las expresiones alfabéticas en los distintos idiomas existentes, en el caso occidental, para comprender que su valor cultural, más que indexación, es un patrimonio que proviene de raíces tradicionales muy sólidas. Si privilegiar la oralidad es asumir descartar lo escrito, también existe una ecúmene oral, audiovisual.
Finalmente, la lectura no se restringe al lenguaje escrito, siempre que se trata del desciframiento del código del habla. Se pueden leer situaciones y se pueden leer contextos. Se puede leer un grito como un gesto de ayuda o de peligro. En el caso de lo escrito, la lectura también potencia la participación dialógica entre autor y lector. Coloca en escena un dispositivo de referencias y conocimientos que cada lector y cada autor reconstruyen en su lectura. Nuestra ecúmene escrita digital, entonces, es una entidad inabarcable y profunda, donde lo escrito es el centro de todos los actos.
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