Los insignes torrentes del conocimiento esconden vericuetos, caminos poco transitados, aspectos más o menos conocidos, instantes que oscilan del silencio al ruido, de la quietud y el desconocimiento a la iluminación. En la realización de los proyectos de lectura y de los acertijos en los cuales poder descifrar rasgos culturales e intelectuales, existen masas de tendencias, modas y paradigmas que definen el hacer y el actuar letrado. Como sentido mismo de la realidad y su interpretación nuestro recuento del ser en el mundo, colectivo e individual, pasa por una serie de espejos y lentes, de utillajes mentales, de arsenales de operaciones e instancias logográficas. Porque en el sentido mismo del conocimiento escondemos símbolos, mensajes, códigos, que nos penetran una vez descifrados. No se trata entonces de alcanzar una realidad críptica o híbrida simplemente, sino de las dimensiones ciertas que representa el acertijo de la cultura y lo que Yuri Lotman denominó como semiótica de la cultura. Hay entonces intersticios en los cuales nos descifran las señales y los lenguajes, los autores y las tradiciones, el conocimiento cierto por ejemplo de las escolaridades y los -ismos: ahora en boga por ejemplo el feminismo, en otro nivel y sentido el erotismo, también por ejemplo el postmodernismo y el existencialismo. Porque no podemos abarcar todo lo que existe, siempre seremos ignorantes de algo, siempre tendremos algo desconocido en nuestro haber intelectual. Seguimos trayectorias y pasos, seguimos caminos y jornadas en las cuales encontramos identidad.
En el desciframiento de la cultura, de sus signos y símbolos, nos enfrentamos ciertamente también al relato histórico, a las formas históricas de pensamiento y elaboración de la realidad. Entonces cuando encontramos hilos para aprender, para conducir nuestras pesquisas, para encontrar sentido en nuestras búsquedas, nos hallamos frente a una serie de espejos que nos reflejan cierta parte de lo que somos. Ciertos rasgos quedan escritos y verificados, ciertos elementos quedan iluminados y otros ciegos. Porque no somos una totalidad íntegra e inquebrantable sino una mosaico de estampas, un conjunto de retazos, una serie profunda y continua de adiciones, rectificaciones, elaboraciones y condensaciones, que nos promueven un eclecticismo único. Encontramos rutas para indagar, para explorar, para conocer, para aprender, para interpretar, porque encima de todo somos seres sociales, seres colectivos, compartidos, estrechamente verbales y comunicativos.

Una lectura que hice en los años noventa del siglo XX
Quiero dedicar esta entrada a mis dos más fervientes acompañantes, Adriana Martínez y Patricia Ponce, dos mujeres ejemplares, tenaces, inspiradores, fuertes, accesibles, rotundamente personas que nutren mis días y mis acciones. Porque en ellas encuentro una manera de ser en el mundo, una congruencia con el sentido propio de la responsabilidad, del cariño, del coraje por la vida, del amor, de la libertad, de la decisión y el respeto. Dedico estas líneas a ellas, dos mujeres mayores que yo que merecen un reconocimiento y homenaje aquí, en mi blog, en mi espacio personal de difusión y construcción, de aprendizaje y conocimiento. Porque ellas creen en mí, como yo creo en ellas. Porque son interlocutoras, porque son huellas y compañías, porque son vestigio de mi vida y de mi hacer, desde mi primera infancia, mi adolescencia, mi adultez y mi presente.
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