El llamado de la matria, el lugar de la madre, es una necesaria forma de acercarme a algo más que los lamentos por su ausencia. Ella era de Chihuahua, una mujer singular y excepcional. Ahora en estos tiempos recientes me he encontrado leyendo a otras mujeres que también escriben e investigan sobre Chihuahua. Un grupo de autoras y de obras que me dan una panorámica del devenir histórico en el cual observar los detalles de nombres y personajes, ubicaciones y lugares, coordenadas y espacios, habitats y pueblos humanos, contradicciones. Búsqueda de un conocimiento que no había intentando por un simple acto de omisión. Encuentro personal con formas de un legado historiográfico que en la actualidad o aun no actuales me dotan de un sentido de pertenencia, frente a mi duda. Leer entonces a estas autoras es encontrarme con ideas y formas de investigación que me permiten ver y desmontar la trayectoria del septentrión novohispano en el cual ubicar la expansión española al norte de Nueva España. Ubicar el desarrollo de pequeños sitios misionales junto a presidios y haciendas de la mano de la revisión de Cramaussel y Rosales, para dar cuenta de una expansión colonial en la cual hay que cuestionar los modos tradiciones de la historiografía angloamericana sobre el tema.
Recorrido que inicia con una lectura del trabajo de finales del siglo XX de English, que da cuenta de una compleja trama étnica en la formación constitutiva de la ciudad de San Felipe el Real de Chihuahua. Historiografía que da cuenta de conformaciones históricas cuando el auge minero dio paso a un amplio espectro migratorio, cuando también se suscitaron rebeliones y revueltas indígenas, cuando se fundó la villa de la actual ciudad de Chihuahua en 1718. Herencias, trazos, actividades, profesiones, todo un conjunto de actitudes y actuaciones, que van identificando los hábitos de ser y estar en el mundo del septentrión antes de la guerra de independencia. Vertiente que identifica a negros y mulatos, junto a otras castas, a mestizos, a españoles de distintas provincias (vascos, gallegos, andaluces, manchegos, entre otros) para dotar de fisonomía urbana al espacio en construcción. Una forma de acercarse a la complejidad étnica añadida por los pueblos nativos, rarámuris, conchos, tobosos, apaches, pimas, guirijíos, pimas, entre un largo etcétera. Todo este mosaico que va a dar forma a la construcción primigenia de esta ciudad al norte Nueva Vizcaya, donde fuera ejecutado Miguel Hidalgo y Costilla junto a otros próceres del movimiento independentista en 1811.
Y también tomar en cuenta versiones menos especializadas, más introductoras a la historia, el espacio y el tiempo chihuahuense como la de Sen Venero, una historia esquemática elaborada en clave sencilla para una audiencia de tercero de secundaria en el año 2003. Historiografía simple y profunda al mismo tiempo, en un tono que arranca con definiciones territoriales, división municipal, principales ciudades, orografía y corografía, análisis geográfico. Pasa después a mostrar los rasgos diferenciales entre mesoamérica y aridoamérica, una serie de huellas y vestigios en el segundo caso, durante el momento prehispánico que le permiten hablar de 40 casas, de Paquimé, de vestigios migratorios del sur al norte en estos sitios, donde incluso se cultivaban guacamayas y se adaptaron sistemas de riego. Una historia colonial que parte de Nueva Galicia, de la guerra chichimeca, del encontrar los españoles las minas de Zacatecas al mediar el siglo XVI y de ahí ir subiendo al norte. Historia colonial que trata del presidio de Conchos, de la actividad misionera jesuita y franciscana, de Parral, de San Felipe el Real de Chihuahua, de Santa Eulalia, del auge argentífero minero en la región. Que pasa por un complico siglo XIX con las pérdidas territoriales a raíz de la expansión angloamericana en Texas en 1736 y la pérdida de territorios del norte en 1747. Historia que deviene también lo que llama guerra contra los bárbaros, aunque no sea más que una fórmula histórica, mal utilizada, de nombrar a los apaches o indé. Historia que cuenta también las pugnas políticas entre liberales y conservadores en función de los poderes centrales o federales en cada caso, hasta la guerra de intervención francesa y la defensa chihuahuense de los liberales encabezados por Juárez. Una historia que aterriza en el porfiriato y en el terracismo hasta los momentos revolucionarios floresmagonistas y maderistas, hasta el alzamiento de Orozco y Villa para dar cuenta del momento revolucionario. Finalmente, una versión que la autora reconoce general y esquemática, incipiente y con errores que deben mejorarse, pero con el mérito de reunir un trabajo de fácil acceso a la lectura y a la estructura histórica de Chihuahua.
También adentrarme en la historiografía de la educación entre 1767 y 1867 de la mano del trabajo de Arredondo, un estudio diacrónico profundo, sólido, que da un derrotero muy conciso y amplio del hacer educativo entre finales del periodo colonial y el bloque decimonónico hasta antes del porfiriato. Relato que abarca elementos de una historia del libro en esa región, de las instituciones educativas, de los métodos utilizados para civilizar y educar, como podría decir mi madre Urías, para mantener el esfuerzo de occidentalización y construcción de un estado grande dentro de la construcción histórica mexicana. Esfuerzo profundo de trabajo de archivo que le permite a Arredondo desplegar una serie de pruebas para mostrar el funcionamiento del sistema educativa lancasteriano, la llega de maestros franceses a la villa, los esfuerzos de consolidación del Instituto Científico y Literario, antecedente de la Universidad, entre un largo recorrido de nombres, autores, libros y obras, formas pedagógicas, por nombrar algunos aspectos. Libro en dos tomos que pasa revista a momentos importantes y trascendentes de la historia chihuahuense para mostrarnos un devenir no lineal sino complejo, como entramado de actores, circunstancias, contextos, combinando un análisis de elementos culturales con elementos económicos, de aspectos sociales con historia de personajes, de elementos de una historia de género en cuanto a los escuelas de niñas y sus profesoras, por ejemplo. Trabajo, además, de una investigadora que fue amiga de mi madre Urías, quien me conoció de niño y que nos regala en este trabajo una síntesis inmejorable de temas y problemas históricos chihuahuenses desde la perspectiva educativa.
Llamado de la matria, del terruño, por azares del destino, por situaciones ajenas a mi persona, que me hace ver entonces otras contextualidades desde donde ve los trabajos de mi madre, sus esfuerzos por historia su tierra de nacimiento. Un llamado que puede ser propicio para otros alcances y actos o que puede solo tratarse de un simple momento de acercamiento y no de profundidad. Pero eso sí, llamado también a leer a sus colegas, a otras mujeres, en algunos casos, que buscan crear un relato de la historia y el ser chihuahuenses. Relato que ahora, lejos de la biblioteca materna, tiene más lagunas y fisuras que solidez, pero que en su conformación y en su hacerme lector de estos temas conspira a mi favor para, al menos, tener un conocimiento de mis raíces en una clave mayor a la ausencia o memoria de quien fue mi progenitora, para darme cuenta que sin ella, la vida, como la historiografía, siguió adelante.
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