La modernidad profunda, que comienza en el siglo IV de nuestra era, se cataliza en el siglo XVIII en formas diferenciables llamadas topográficamente, bajo principios nominales étnicos encumbrados como nacionales. A fines del siglo XX estos se dislocan en el vertrinlocuismo postmodernista híperdiferencial en la instancia subjetiva, contrafactuada con la ontología metafísica de la physis catalizada desarrollistamente con la tecnología científica hasta el postindustrialismo.
Una etnohistoria lingüística del tiempo imposible o ya en proceso realizaría hermenéuticamente, políglotamente, multidisciplinariamente, el esfuerzo que cifra las concepciones multidistintas del tiempo universal, el tiempo relativo, el tiempo de los tiempos, los tiempos múltiples humanos, existentes, perdidos y olvidados. La diferenciación cronotópica cultural del tiempo y los tiempos implica asumir también una filosofía de la historia deconstructivista, desobjetivista materialista e hípersubjetivista. Todo en la instancia misma de la Babel imposible, del códice babel taxonómicamente inabarcable de lo veritativo, lo verídico, lo verosímil, hasta lo posverdadero y lo hiperamarrillista.
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