Lectura e interpretación de textos filosóficos Rómulo Pardo Urías
Dr. Agustín Jacinto Zavala 24 de julio de 2018
Centro de Estudios de las Tradiciones/ El Colegio de Michoacán
A continuación realizaré un acercamiento analítico al pensamiento filosóficos de Cicerón estimando 5 capítulos del tratado de Los oficios del autor latino. He recurrido a una edición del libro editada por Espasa-Calpe1 en 1943, traducida por Manuel Blanco de Valbuena, la cual procede de un libro de 17772 editado en Madrid. Manuel Blanco de Valbuena fue catedrático de poética y retórica del Real Seminario de Nobles de la corte de Madrid y su traducción y prólogo del libro dan cuenta de los contenidos filosóficos que hereda Cicerón al elaborar su tratado.
La secuencia expositiva abarcará dimensionar la vida y obra ciceroniana, ubicar la etapa de composición del tratado, mostrar sus rasgos y particularidades y finalmente ahondar en el análisis de los contenidos filosóficos de los capítulos elegidos. He decido indagar en el primer capítulo del libro primero, los capítulos 1 y 2 del libro segundo y tercero, por tratarse de apartados en los que resalta el valor de la filosofía como ciencia y conocimiento de la sabiduría para alcanzar la virtud. De esa forma intentaré demostrar la valía de las ideas filosóficas de Cicerón, en su aproximación al estudio de la moral, para inscribirlo en la discusión sobre los contenidos de la filosofía y su relación con la práctica retórica y oratoria, propia de ámbitos distintos: en el primer caso más cercana al desarrollo y devenir griego, en el segundo al inscrito en el romano y latino.
NOTAS SOBRE LA VIDA Y OBRA DE CICERÓN
El Diccionario de autores, obras y personajes de la literatura latina3lo tilda de “Político, orador, filósofo y literato”.4 Nace en Arpina en el 647 de la fundación de Roma o el 106 antes de Jesucristo, muriendo en el 43 antes de Jesús, al ser proscripto por el triunvirato de Octavio, Marco Antonio y Lépido. Para Pere J. Quetglas5 es indisociable su trayectoria de la oratoria y de la filosofía. Influenciado por dos grandes oradores romanos, como lo fueron Marco Antonio y Lucio Craso, a quienes les dedica De Oratore, es alumno entre el 86 y el 84 a.c. de poesía con el griego Arquías y con el poeta trágico Accio. SU primer libro, De inventione, un tratado de retórica es publicado cuando tiene 20 años. En el 81 a.c. pronuncia su discurso Pro Quinctio como su primer discurso público. Un año después pronuncia su discruso Pro Sexto Roscio Amerino, enfrentándose a un prtegido de Sila. Entre el 79 y el 77 a.c. vive una estancia griega en Atenas y Rodas, último de estos sitios donde sigue las enseñanzas de Molón. En el 75 a.c. vuelve a Roma e inicia su carrera política como cuestor en Sicilia. Para el 70 a.c. tiene el cargo de édil, denuncia a Verres en su iniquidad y éste es condenado pese a la defensa del más grande orador del momento Hortensio Ortalo. En el 69 a.c. es édil curul, tres años después pretor y en el 63 a.c. realiza labores de cónsul, donde descubre la conspiración de Catilina y gracias a él es abortada, lo que le proporciona enemigos. En el 58 a.c. se le impone el exilio como resultado de su actividad oratoria y política, pero vuelve en el 57 a.c. a Roma por intercesión de Milón, en tiempos del primer triunvirato de César, Pompeyo y Craso. Cicerón en ese punto resiente la ausencia de las libertades republicanas y condena la dictadura triple. En el 51 a.c. se hace cargo del gobierno de Cilicia y en el punto culminante de las pugnas del triunvirato se inclina por Pompeyo, quien es derrotado en Farsalia en el 48 a.c. por César. Del 48 al 44 a.c. se vive la dictadura de César, lo que incide para que Cicerón abandone su actividad política y se enfrasque en trabajos de escritura filosófica y retórica. Es este un periodo de desgracias familiares por su divorcio con Terencia y por la muerte de su hija Tulia. Al ser asesinado César en el 44 a.c. Cicerón intenta recuperar las libertades de la República y el poder del Senado. Pero se enfrenta a Marco Antonio con cierta colaboración de Octavio, aunque el ataque de las Filípicas al primero de los triunviros le costará la vida.
Volviendo al Diccionario Cicerón representa el más grande y glorioso escritos de todos los tiempos por el conjunto de su obra y su variedad, por su elevación de pensamiento y el orden de su composición así como por la belleza de su estilo, pero también por su rica imaginación y por su perfecta prosa latina. Para Quetglas se trata básicamente de un orador con práctica política, con un itinerario indisociable de sus discursos y de sus epístolas, los primeros públicos, las segundas privadas. Estas dos formas constatan la profunda y amplia actividad literaria del autor latino. La escritura de sus obras filosóficas se ubica en el último periodo de su vida, entre el 54 y el 44 a.c., escribiendo en los primeros dos años de este periodo De re publica, De Legibus, obras de filosofía política y obras propiamente filosóficas, escritas entre el 46 y el 44 a.c.: Paradoxa stoicorum, Academica, De Finibus, Tusculanae disputatione, De Fato, De Senectute, De Divinatione, de Amicita, De officcis, De Natura Decorum. En este mismo lapso de tiempo escribe varias obras retóricas como De oratore, Partitiones oratoriae, Brutus, Orator, De optimo genere oratorum, Topica. Su técnica de orador es aprendida en la escuela y en el foro. En el 63 a.c. pronuncia las Catilinarias mientras que las Filípicas las pronuncia en el 44-43 a.c. Cicerón, nos comenta Quetglas, prefiere la muerte a la esclavitud, prefiere un final noble y glorioso frente al atentado contra el Estado y el poder establecido que sus Filípicas representaron. Asi, la presencia del Cicerón político es la de un salvador patriótico que esconde intereses de partido tras los intereses de la República. Puede muy bien complementarse esta semblanza con las ideas sobre retórica y el hacer de Cicerón dadas por Mauricio Beuchot:
…la retórica encuentra lugar cuando la ley no se impone por la violencia, sino que se llega a la justicia por diálogo y persuasión. Entendemos también su dedicación [de Cicerón] expresa tan profunda y constante a la retórica porque era resorte y motivación de la virtud, según la misma concepción aristotélica de psicagogia, como conducción del espíritu hacia el bien. No se trata, pues, en Cicerón, de una retórica sofística , descarnada y seca, que no se interese en la búsqueda del bien y solamente busque la pragmática prosecución de los intereses propios o de los clientes. Hay una idea filosófica de servir a la moral, o a la política sin desligarla de la moral, fomento de la piedad a la patria.6
EL ANÁLISIS DE LOS 5 CAPÍTULOS DEL TRATADO DE LOS OFICIOS
El libro de Los oficios fue la última obra escrita por Cicerón durante su vida hacia el 44 a.c. Se trata de un libro con profundo sentido ético y moral, constructivo del ciudadano modelo romano bajo los principios virtuosos de la utilidad y la honestidad, expresadas en las cuatro virtudes cardinales: justicia, prudencia, templanza y fortaleza. El libro es una completa exhortación de Cicerón a su hijo Marco, que realiza estudios en Grecia, para instruirlo en el arte del buen vivir.
El libro primero inicia7 con un capítulo donde Cicerón recomienda a su hijo el empleo de la lengua griega y la latina, de la filosofía y la oratoria, en su desarrollo educativo. Su hijo Marco se encuentra estudiando en Atenas con Cratipo “preceptos y máximas de filosofía”.8 El maestro contribuye así con sabiduría y la ciudad contribuye con ejemplos. Cicerón ha estudiado latín y griego “no solamente en la Filosofía, sino también en las declamaciones oratorias”9 por lo que recomienda a su hijo “conseguir igual facilidad en ambas lenguas”.10 Cicerón ha traducido para ese entonces obras griegas al latín, sobre todo de elocuencia y filosofía. El autor advierte que sigue a los peripatéticos en su modo de pensar, desea ser platónico y socrático al mismo tiempo, recomendando a su hijo que siga su propio juicio respecto a las opiniones, pero también que respecto al estilo latino siga sus obras. Para Cicerón la filosofía es una ciencia mientras que el oficio de orador es “formar un discurso con propiedad, elegancia y claridad”11 comprobando que a lo largo de su vida ha estudiado oratoria principalmente. Invita así a su hijo a leer sus “oraciones” y “estos libros de filosofía”. Las primeras porque tienen “mayor fuerza y valentía de estilo”.12 Los segundos porque son un “modo de hablar más igual y templado”.13 Cicerón finaliza indicando que los griegos no se avocaban a practicar “ninguno de los dos géneros de estilo, cultivando a un mismo tiempo aquel que corresponde al foro y este más moderado, que es propio de la disputa”.14 Cicerón en cambio ha cultivado ambos estilos, con lo que remata su exhortación: “Bien creo que si Platón hubiera querido ejercitar también el estilo propio del foro, lo hubiera hecho con afluencia y dignidad; e igualmente Demóstenes hubiera ejercitado este otro estilo con adorno y magnificencia si hubiera querido conservar y escribir lo que aprendió de Platón; el mismo juicio hago de Aristóteles e Isócrates, los cuales, llevados cada uno a su respectiva facultad, no se aplicaron a otra alguna”.15
Cicerón está recomendando a su hijo un bilingüismo necesario para profundizar en los sistemas de pensamiento vigentes a su presente histórico, el filosófico griego y el oratorio romano. Está mostrando, también, su conocimiento profundo de autores griegos, por una parte, distinguiendo también su experiencia de orador, sobre todo durante su carrera política. Así, el objeto de este capítulo es brindar a su hijo una necesaria reflexión respecto a la propiedad del estudio del griego con ciertos fines y del latín con ciertos otros. En un momento en el que Roma domina pero se mantiene su dependencia intelectual, cultural y académica con Atenas, saber griego es parte de una educación propiciatoria de conductas superiores, fincadas en el bien hacer, en la universalidad de la acción y el pensamiento honesto. Este primer libro, según los comentarios del prologuista, es una disquisición respecto a la naturaleza, perfección y búsqueda de la honestidad como valor y virtud, como elemento axiológico —práctico, conceptual y moral— para posibilitar los actos humanos. En esa medida se trata de plantear una condición ética basada en el principio del bien, lo bello y lo verdadero, como triada axiológica para el hacer del hombre.
En el segundo libro el argumento incide en la reflexión sobre la utilidad. El primer capítulo de dicho libro,16 habiendo Cicerón explicado las obligaciones de lo honesto y sus virtudes, intenta mostrar las obligaciones del porte de la vida y las posesiones de bienes por el hombre y sobre todo de la riqueza y el poder. La honestidad, entonces, se asocia a la utilidad. Cicerón busca “explicar [su] modo de pensar y los motivos”17 para hablar de lo útil. El autor latino advierte “muchos de mis libros han inspirado a otros no solamente a la afición de leer, sino también [al] gusto de escribir”18 aunque los romanos no se dediquen a la filosofía, sorprendidos ellos de que Cicerón sí lo haga. Habla entonces del final de la República. Muestra con claridad que lo primero es obrar, no escribir. Cicerón dice “escribiría, no como ahora tratados de moral, sino mis oraciones”19 si la República se mantuviera en pie. Por consiguiente, al no haber República por quien Cicerón “sacrificaba [sus] desvelos, [sus] talentos y [su] trabajo”20 ha dejado su “pluma también los asuntos forenses y del Senado”.21 No puede, sin embargo, mantenerse ocioso. Así, encamina sus esfuerzos a la filosofía: “En cuyo estudio, habiendo gastado mucho tiempo de [su] juventud por aprenderla, después que [comenzó] la carrera de los empleos y [se] entregó del todo a la República, solo tenía lugar para ella en aquellos ratos [que le] dejaban sus negocios o los de sus amigos, los cuales empleaba en leer, sin tanto tiempo para escribir”.22 De esa forma Ciceron indica claramente que su favoritismo es pragmático, factual, de obra y no de pensamiento. Su quehacer filosófico se basa, entonces, en su incapacidad para efectuar maniobras políticas, en el sentido de la polis, la organización ciudadana romana, donde la retórica sirve para llevar asuntos públicos. De ahí que el segundo capítulo de este libro23 segundo muestra una actitud moralmente digna de Cicerón respecto a sus males que lo conducen a alabar a la filosofía a indicar que se trata de “estos asuntos no muy sabidos por nuestros romanos y muy dignos de saberse”.24 Así, el bien más digno de ser buscado, el más noble, el más útil del hombre es la sabiduría. Los filósofos son quienes estudian la sabiduría y la verdad. Cicerón rescata la definición antigua de filosofía “es la ciencia de las cosas divinas y humanas, y de las causas de que proceden, cuyo estudio, el que le reprueba, yo no sé por cierto qué juzgará digno de alabanza”.25 Dentro de los fines de la filosofía, frente a recrear el ánimo o descansar en otras ciudades, se encuentra investigar “asuntos útiles al provecho y la felicidad de la vida”26 siendo el arte de adquirir la virtud mediante el estudio de la sabiduría. La filosofía representa la aspiración a la perfecta constancia o virtud, es un arte. De esta manera la filosofía tiene un fin útil y muestra sus condiciones de arte en tanto elaboración de aprendizaje y conducta, de conocimientos.
Por lo anterior el libro segundo del tratado De los oficios después de responder al valor y condición de la honestidad da cuenta del valor utilitario y pragmático del pensamiento y el hacer. Si para Cicerón la oratoria, ese “estilo forense”, puede modificar la realidad política y ciudadana, la filosofía mediante la persecución profunda de la sabiduría ostenta una condición elevada y trascendental en el hacer y el pensar. Es su legado moral, como motor de búsqueda de la virtud, lo que moviliza sus fuentes y vehicula el actuar del hombre. Lo útil debe ser honesto y en su utilidad, no solo comparativa, se encuentra la quinta esencia filosófica. Filosofar por tanto responde a la necesaria pregunta del ser en el mundo, pero no sólo ser en sí, sino ser para un fin, con una teleología moral, en este caso dada por los valores republicanos, la legitimidad del Senado y la oposición a los tiránicos triunviratos.
En su tercer libro Cicerón inicio distinguiendo su ocio del de Escipión. Su programa ahora consiste en mostrar lo útil y lo honesto. Para Escipión “el ocio y la soledad […] le estimulaban”27 y aunque él se encuentra en una situación semejante distingue que “privado de la República y de los negocios forenses por estas violencias y sediciones, estoy ocioso, y por la misma causa retirado de la ciudad y habitador de los campos, muchas veces me hallo solo”.28 Sin embargo se trata de dos condiciones de ocio y soledad divergentes. En el caso de Escipión descansa de los empleos de la República, se retira de la multitud y del bullicio, consigue una soledad en un puerto seguro; en un sentido distinto Cicerón vive el ocio y la soledad por falta de empleo, no del deseo de descanso, su soledad es producto de la extinción del Senado y de los juicios, la busca para alejarse de hombres perversos y esta soledad le ha permitido escribir “con sola esta tácita contemplación, he dedicado todo mi cuidado y estudio a la composición de esta obra”.29 ¿No es entonces una vertiente política la que inclina a Cicerón a escribir para extraer de su experiencia y sus conocimientos una totalidad moral apropiada para la instrucción de su hijo y de los “buenos” ciudadanos romanos? ¿No es filosóficamente como la argumentación de Cicerón muestra rutas asequibles para el bien individual y social?
En el capítulo segundo del tercer libro30 Cicerón recurre a la significación de todas las materias filosóficas como no incultas ni estériles. El campo, entonces, que se abre es el de las obligaciones, alcanzables mediante preceptos de vida honrada y feliz. Mientras tanto el hijo de Cicerón está en Atenas con Cratipo “a donde, habiendo ido como a un mercado de las bellas letras, será por cierto muy indecoroso volver sin nada”.31 La invitación ciceroniana es entonces a “hacer todos los esfuerzos de que son capaces tu ánimo y tu trabajo”32 si es que el estudio más que deleite fuera trabajo. La exhortación es al estudio, al consejo de los hombres, donde Cicerón sigue a Parecio en su tres modos de aconsejar sobre las obligaciones: cuando se duda si es honesto o torpe lo que se ejecuta; cuando se piensa si es útil o inútil; finalmente cuando se pregunta cómo deben gobernarse los hombres cuando lo aparentemente honesto no se compone bien con lo que parece útil. Y Cicerón enfatiza “nunca puede dejar de conformarse lo útil con lo honesto”.33 De esa forma queda esbozada la necesaria complementariedad de lo honesto con lo útil, en vías de proporcionar al individuo, público y privado, las condiciones suficientes para vivir en sociedad.
Los postulados filosóficos de Cicerón remiten a una conformación pedagógica, a una elaboración moral y a un conjunto discursivo preceptista. Sus postulados respecto a distinguir entre su ejercicio oratorio y su reflexividad filosófica, indican también una diferencia de posturas respecto al momento político que cifra su obra. En un tono amplio y profundo el filosofar de Cicerón remite a una condición del ser efectuado en un desdoblamiento virtuoso. No es gratuito que la condición existencial se fragüe en un principio de verdad y en un principio de acción recíproca. La honestidad es el principio verdadero del intercambio humano y la acción recíproca la utilidad. No pueden diferenciarse más que en un sentido filosófico pues ambas determinan el comportamiento social, la dimensión asociativa del “ciudadano romano”. Como nos diría José Ferrater Mora la ética y la moral se equiparan, pero la moral es mucho más amplia:
se opone a lo físico, y de ahí que las ciencias morales comprendan […] todo lo que no es puramente físico en el hombre (la historia, la política, el arte, etc.), es decir, todo lo que corresponde a las producciones del espíritu subjetivo y aun el espíritu subjetivo mismo. […] se opone comúnmente a lo inmoral o amoral […] es lo que se somete a un valor, en tanto que lo inmoral y lo amoral son, respectivamente, lo que se opone a todo valor y lo que es indiferente al valor.34
COMENTARIO FINAL
La propuesta de moral ciceroniana parte de la acumulación filosófica griega y de la tradición retórica romana, para abrir un horizonte donde esta ‘binacionalidad’ ostenta una condición sine qua non para el desarrollo individual y social. Lo moral es preceptivo, es decir, reglamenta a partir de una estructura de valores, de una axiología. De ahí que el ejemplo de la honestidad y las cuatro virtudes cardinales representé el punto máximo de expresión de lo bueno. Pero lo bueno, la bondad, es equiparable a lo verdadero, de ahí el principio moral, el valor que vimos con Ferrater Mora.
También interesa la intencionalidad de esta moralidad. Dispone una teleología de fracaso político abrigando esperanzas de mejores tiempos para la República. En esa teleología es fundamental asumir, interpretativamente, que Cicerón invita a su hijo a desarrollar estos preceptos, en principio como modelo ideal de sujeto individual, en segundo como receptor concreto de su legado. Si bien la actividad pública de Cicerón fue notoria y mayormente importante, en su intencionalidad en el libro de Los oficios se perfila su doble faceta pública y privada, de la que nos habla Quetglas respecto a la diferencia entre los discursos y las epístolas ciceronianas. Esto es parte del horizonte de sentido de los capítulos analizados, revelado en su explicación axiológica, en su argumentación sobre la filosofía y su relación con la virtud, pero sobre todo respecto a la experiencia del propio Cicerón.
BIBLIOGRAFÍA
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Cicerón, “Capítulo I Del ocio de Escipión y cuán diferente era el de Cicerón”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, pp. 127–128.
______, “Capítulo I Exhorta Cicerón a su hijo a que junte el conocimiento de la lengua latina con el de la griega, y la filosofía con el estilo forense”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, pp. 23–24.
______, “Capítulo I La filosofía es el único consuelo de Cicerón”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, pp. 91–92.
______, “Capítulo II Conviene sacar algún provecho de los males. Alabanzas de la filosofía. Sistema de los académicos”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, pp. 92–94.
______, “Capítulo II Estímulos con que exhorta Cicerón a su hijo al estudio de la filosofía”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, pp. 128–129.
______, Los oficios (trad. Manuel Blanco de Valbuena). Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943.
Ferrater Mora, José, “Moral”, en Eduardo García Belsunce y Ezequiel de Olaso (eds.), Diccionario de Filosofía abreviado. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2a ed., 1972, p. 288.
López Soto, Vicente, “Cicerón, Marco Tulio”, en Diccionario de autores, obras y personajes de la literatura latina. Editorial Juventud, Barcelona, 1a ed., 2003, pp. 26–28.
Quetglas, Pere J. y Cicerón, “Introducción”, en Pere J. Quetglas (ed.), Catilinarias y Filípicas. Editorial Planeta, Barcelona, 1a ed., 1994, pp. IX–XXIX.
1 Cicerón, Los oficios (trad. Manuel Blanco de Valbuena). Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943.
2 Ciceron, Los oficios (ed. y trad. Manuel Blanco de Valbuena). Joachim Ibarra, Impresor de Cámara de S. M., Madrid, 1a ed., 1777.
3 Vicente López Soto, “Cicerón, Marco Tulio”, en Diccionario de autores, obras y personajes de la literatura latina. Editorial Juventud, Barcelona, 1a ed., 2003, pp. 26–28.
4 Ibid., p. 26.
5 Pere J. Quetglas y Cicerón, “Introducción”, en Pere J. Quetglas (ed.), Catilinarias y Filípicas. Editorial Planeta, Barcelona, 1a ed., 1994, pp. IX–XXIX.
6 Mauricio Beuchot, “1. Época antigua”, en Historia de la fiosofía del lenguaje. Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 1a ed., 2005, p. 44.
7 Cicerón, “Capítulo I Exhorta Cicerón a su hijo a que junte el conocimiento de la lengua latina con el de la griega, y la filosofía con el estilo forense”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, pp. 23–24.
8 Ibid., p. 23.
9 Ibid.
10 Ibid.
11 Ibid., p. 24.
12 Ibid.
13 Ibid.
14 Ibid.
15 Ibid.
16 Cicerón, “Capítulo I La filosofía es el único consuelo de Cicerón”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, pp. 91–92.
17 Ibid., p. 91.
18 Ibid.
19 Ibid., p. 92.
20 Ibid.
21 Ibid.
22 Ibid.
23 Cicerón, “Capítulo II Conviene sacar algún provecho de los males. Alabanzas de la filosofía. Sistema de los académicos”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, pp. 92–94.
24 Ibid., p. 92.
25 Ibid.
26 Ibid.
27 Cicerón, “Capítulo I Del ocio de Escipión y cuán diferente era el de Cicerón”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, p. 127.
28 Ibid.
29 Ibid., p. 128.
30 Cicerón, “Capítulo II Estímulos con que exhorta Cicerón a su hijo al estudio de la filosofía”, en Los oficios. Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1a ed., 1943, pp. 128–129.
31 Ibid., p. 128.
32 Ibid.
33 Ibid., p. 129.
34 José Ferrater Mora, “Moral”, en Eduardo García Belsunce y Ezequiel de Olaso (eds.), Diccionario de Filosofía abreviado. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2a ed., 1972, p. 288.