Rómulo Pardo Urías
Profesor Salvador Pérez Ramírez
Centro de Estudios de las Tradiciones
El Colegio de Michoacán
El profesor nos comentó que Ichan se encuentra en la cañada de los 11 pueblos, donde el antropólogo Moisés Sainz trabajó. Salimos de Zamora, zona de producción agrícola y cultivo de maíz, fresa y zarzamoras, en dirección al sureste michoacano. La ruta que seguimos fue por El platanal, pasando después Tangancícuaro, Patamban, Los Nogales, Chilchota, Tanaquillo, Puren, Zopoco, Santo Tomás, Huancito y hasta llegar a Ichan. En Chilchota nos detuvimos para conocer el ojo de agua, tratándose de un poblado de panaderos que también trabajan azahares y donde se desarrolla un evento conocido como el harinazo en los tiempos de carnaval. El ojo de agua se encuentra cercano al monte Sindamicho y en Chilchota las fiestas patronales están muy relacionadas con los oficios y el culto a la virgen de Guadalupe, además se trata de una población predominantemente mestiza.
Llegamos a Ichan y nos adentramos por el poblado, pasando la plaza central, donde se encuentra una cancha, la iglesia principal, el gobierno y tenencia municipal y un escenario con estrado. Con motivo de la fiesta de San Francisco había una gran actividad de personas, además de tratarse de un día de mercado, por lo que las calles aledañas a la plaza central estaban ocupadas por comerciantes y vendedores de mercancías diversas, frutas, comida, verduras, artículos de madera o barro, pan, entre otros productos.
Llegando a Ichan buscamos a la señora Eulalia. Nos estacionamos en un sitio donde se encontraban bebiendo cerveza un conjunto de hombres. Ahí el profesor preguntó por la señora Eulalia, una vendedora y fabricante de alcancías, en un pequeño establecimiento. Después de averiguar su dirección, uno de entre los hombres bebedores nos indicó como llegar a la casa que buscábamos. Cuando iniciamos la caminata a casa de la señora Eulalia se identificó con nosotros su esposo, el señor Jorge.
La mayoría de las casas de Ichan están construidas con adobe o barro seco, mezclado con forraje o pasto seco, acabadas con un tejado de lamina, por lo común de asbesto. Las calles son estrechas y no hay vehículo estacionados en ellas regularmente. Dado al día de festejos se podían observar en las distintas esquinas o calles a conjuntos de hombres bebiendo cerveza, algunos de ellos ya borrachos o discutiendo, pero también había un conjunto amplio de pobladores que se encaminaban al centro. Era evidente que en el poblado se vivía una situación particular.
El señor Jorge nos condujo a su casa, donde conocimos a la señora Eulalia, aunque al momento de intercambiar comunicaciones ella no conocía a nuestro profesor. Le dijimos que veníamos a pasar el día y saber un poco más del festejo, que además queríamos comer churipo, un caldo que se prepara espacialmente en estas fechas por los purépechas para la celebración, hecho con carne de res y chile, al que se le añaden corundas, una especie de tamal triangular, maíz cocido su propia hoja, además de cilantro. La señora Eulalia nos dijo que sí hacía y vendía alcancías, pero que ya no iba a venderlas, pero que también tenía una tocaya, Eulalia, que igualmente vendía y hacía alcancías. Muy amablemente nos invito a volver a su casa a comer churipo, confirmando la invitación su esposo, además de que recomendó a nuestro profesor mover nuestro vehículo a las cercanías de su casa para evitar cualquier incidente con los hombres bebedores. La primera señora Eulalia era joven, de entre 28 y 35 años, mientras que la segunda señora Eulalia es mayor, cerca de unos 45 a 60 años.
Nos dirigimos a la casa de Eulalia mayor, encaminados y acompañados por un miembro de la casa de Eulalia joven. Al atravesar las calles grupos de hombres bebían y nos saludaban. Al momento de hablar con la primera Eulalia, nuestra compañera Guadalupe, hablante de purépecha, logró comunicarse con más fluidez y soltura con la señora de la casa. De esa forma caminamos cerca de 4 cuadras en dirección a una barranca, para llegar a la casa de Eulalia mayor.
Dentre del conjunto arquitectónico de casas de adobe es posible identificar un sello del Gobierno mexicano referente a la construcción de pisos firmes en las viviendas, según el programa del gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) Vivir mejor. En múltiples casas habitación es observable el distintivo de este programa de mejora de vivienda.
Después de ver a la señora Eulalia mayor nos dirigimos a la plaza central. En el camino fuimos testigos de la marcha de una banda musical. Ichan es un poblado con una larga tradición de música popular. Los días 4 y 5 de octubre es la celebración de la fiesta de San Francisco en Ichan, por lo que hay baile, música, bebida y comida, incluyendo a los visitantes fuereños.
En la plaza central el grupo completo se separó en parejas para hacer pequeños recorridos. Caminamos mi compañero Francisco y yo a la iglesia, que tiene el lema de Paz y bien. Anduvimos entre los pasillos del mercado. Yo encontré un puesto de verduras y compré un racimo de chiles, que en Veracruz se conocen como de cera y en otras partes como manzano. Pregunté por el nombre del chile pero las diferencias lingüísticas del purépecha de la vendedora y mí español no permitieron intercambiar esta información. En frente de esta tienda hay una tortillería, donde decidí comprar medio kilo de tortillas, en parte para mitigar un aviso de hambre y en parte para conocer la dinámica local. Descubrimos, más adelante, que la calle 5 de mayo divido Tacuro de Ichan. En la plaza de Ichan, a donde volvimos, se encontraban tocando dos bandas filarmónicas, especialmente por la fiesta,q ue tocaron música tradicional mexicana, como la marcha de zacatecas, junto con temas sinfónicos de canciones de Juan Gabriel, cantautor mexicano fallecido en 2016 de nacimiento michoacano.
Después de un rato de deambular por la plaza y sus calles aledañas, de conocer la iglesia y ver la dinámica del mercado, nos reagrupamos y fuimos con destino a casa de la señora Eulalia joven. No era aún la hora de nuestro encuentro para probar el churipo, así que nos seguimos de frente, pero en su casa advirtieron nuestro paso por ahí, nos dieron alcance y nos dijeron que ya podíamos pasar a comer. De esa forma desandamos nuestros pasos y fuimos a comer churipo. En la casa había un conjunto de mesas agrupadas en hilera para que comiéramos. Nos sirvieron a cada quien un plato, que incluía carne y verduras, a la par que al centro colocaron las corundas para acompañar. También había algo de refresco embotellado para que tomáramos. El churipo era poco pero consistentemente picoso, aderezado con el cilantro y con cebolla. También se acompaña con jugo de limón. Las corundas, de un maíz tierno y suave, son esponjosas y compactas, pudiéndose agregar directamente al caldo o comerse por separado, pero siempre desenvolviéndolas de su hoja de maíz protectora. Al finalizar la comida la señora Eulalia nos obsequio alcancías a todos y todas, distinguiendo entre una alcancía de tipo masculino y otra femenina, en el primer caso un ángel y en el segundo caso una Mimy, el personaje de Walt Disney. El compañero Luiz se tomó una foto con la señora Eulalia joven, por una coincidencia sobre su nacionalidad, brasileña, y la de una madrina de la señora Eulalia. Prometimos volver para dar una copia de las fotos, dimos atentamente las gracias y nos marchamos. Fue muy especial distinguir la importancia que tiene el dar para los purépechas en estas fiestas, pues prestan sus casas, dan de comer, atienden al visitante de la mejor manera.
Salimos en dirección a casa de la señora Eulalia mayor, pues también teníamos invitación de ir a comer churipo con ella. Al encontrarnos de vuelta en su casa comentó que no tenía lista la comida, que volviéramos en un rato, así que el profesor nos llevo de vuelta a la camioneta para tomar camino a Carapan, para observar otro ojo de agua que abastece el valle de Zamora. Nos dirigimos más al oriente, hacia la salida a Uruapan, llegando a Carapan, donde ubicamos el parque del ojo de agua. La sorpresa fue que se encontraba en condiciones distintas a las que recordaba el maestro, con una menor afluencia de agua e incluso con algunas partes secas. Caminamos por el parque, identificamos los mantos de agua, nos distrajimos un poco y regresamos a la camioneta para volver a Ichan.
De vuelta a Ichan dejamos la camioneta en las afueras del poblado, para no tener problemas de acceso ni salida posteriormente a nuestro próximo encuentro. Anduvimos hasta la casa de la señora Eulalia mayor y al llegar entramos a su casa, también construida de adobe y ladrillos de barro con forraje.
Entramos a un pequeño pasillo donde a la derecha se encontraba un cuarto techado que, pasos después, daba sitio a un vestíbulo pequeño donde se encuentra el fogón, un brasero bastante modernizado en su construcción pero de composición tradicional. En el fogón se encontraba el caldo de churipo y las corundas, ambos a las brasas. Frente al fuego había en hilera dos mesas y sillas dispuestas para que nos sentáramos. Pero debido a que el fuego estaba muy cercano a nosotros, y nos sofocaba, cambiamos la disposición de las mesas. La señora Eulalia habla poco español pero entiende bien, comunicándose en una mezcla entre purépecha y español, pero con una clara distinción cultural entre su cultura y la nuestra, occidental. Junto a la señora Eulalia se encontraba uno de sus hijos, más occidentalizado, quien fungió de mandadero y ayudante en algunos momentos. Con la señora Eulalia nos toco esperar un poco a que terminara la cocción de los alimentos. Al fondo de su casa se podía observar un milpa de maíz, además de una casa de adobe sin techo y un pasillo conducente a otra parte. Había también baldes, cubetas y tinajas en el patio y jardín, empleados para lavarse las manos o los utensilios de cocina. Una vez que el caldo y las corundas estuvieron listas, la señora Eulalia nos sirvió su churipo. Esta vez el caldo tenía menor presencia de chile y era un poco más aguada su consistencia. Sin embargo, no dejaba de ser especial. Igualmente las corundas acompañaron la ingesta del caldo. Conversamos un poco entre nosotros en la comida y una vez que terminamos nos despedimos de la señora Eulalia, dando nuevamente muchas gracias por sus atenciones. Recorrimos el camino hasta la camioneta y nos encaminamos de vuelta a la ciudad de Zamora, en cuyo camino fue apreciable distinguir una diversidad agrícola y de campos de cultivos, propios de las empresas trasnacionales que han hecho su negocio agroindustrial en la región.