ROMULAIZER PARDO ID WEB 2.0 DE RÓMULO PARDO URÍAS

EN VÍAS DE UN PERFIL CIENTÍFICO-HUMANISTA, ARTÍSTICO-CULTURAL
Y LECTOGRAMÁTICO. CIUDADANO MEXICANO GLOBAL 2.0

modernidades autohistóricas discute Rómulo Pardo Urías- Romulaizer Pardo o Rómulo Pardo Urías ID web digital 2.0

Nunca entendí la cultura mexicana, judeocristiana, criticona, burlona, ligera, festiva y absurda. Como reminiscencias de un lejano barroco, de la cultura gitana andaluza, de la negación absoluta del ser eficiente, el mexicano ríe y llora igualmente en la alegría y en el dolor. Se esconde siempre, bajo antifaces, se enmascara, niega al otro la posibilidad de leerlo. Por eso, nunca entendí los juegos de chances y albures verbales, nunca entendía cuando en México se ofrecen a ayudar pero en realidad no lo hacen. No entendí en toda mi vida en esta tierra, un solo significado transparente. En México todo está cruzado por el doble sentido, por aventajar al otro, por atropellar los derechos de los más débiles, por la rapiña incólume y severa, por un paternalismo —Dios padre, Dios hijo, Dios espíritu santo—, representado por el principio de autoridad. Presidencialismo, gubernamentalismo, estatalismo estático, un pueblo limosnero, explotado, sin escucha, sin educación, sin principios, salvo el futbolero dominical, el del embrutecimiento alcohólico o drogadictivo, el del abuso perpetuo sexual sin diferencia de géneros, edad o condición socioeconómica. Una cultura que impone el genocidio fratricida, la perpetuación de la sangre por la sangre, el menosprecio de todo lo ajeno, la salvaguarda del agandalle. Batos gandalletes, batos locos, siempre en el pueblo de México existe y ha existido la insatisfacción. No creeré más en los mexicanos, de las mexicanas ni hablemos, pero creo en México. La constitución podría decirnos que la soberanía nacional reside en el pueblo, el territorio y la instituciones. No creo ni en el primero ni en las últimas, soy, quizá, un apátrida desilusionado. No tengo a otro sitio a donde ir, me quedo aquí, con esta desilusión tan viva y tan refulgente de algo que me fue dado, que no entiendo, que siempre me trastoca, que me es indescifrable.
Habrá buenos y excelentes mexicanos, no soy uno de ellos. Pero tampoco son la excepción a la regla, no escapan del ejercicio inconsciente colectivo del alma nacional. Mi experiencia no es tampoco sui generis ni suficiente, no es excepcional ni ejemplar, es más bien, patológica. Al menos en el sentido de ser única por ser desviada.

Axiología de la desilusión mexicana nacional

Siempre en México primero es el ajeno, que el propio. El extranjero recibe todo, el mexicano limosnas. No importa lo bueno que seas, siempre estarás mal, equivocado, sujeto a crítica, al implacable principio de autoridad, el autoritarismo en cualquiera de sus formas y especies. Loable o no, ejemplar o no, el mexicano en México está condenado a ser un buen anfitrión y limpiar solo el cochinero después del festín. Nos dicen hospitalarios, nos llaman colaboradores, nos dicen solidarios, pero no existe la empatía, no existe el fiel impulso de ver la necesidad ajena, ni siquiera bajo las formas más actuales y radicales de las iglesias cristianas. Nada de eso. Nos llaman trabajadores, ¿para qué trabajamos? No hay salud, no hay educación, no hay derechos, lo único que hay es muerte, pornografía, drogadicción. No hay conciencia del barco hundido que significa el fracaso de tres generaciones atrás para realmente entender el significado del futuro de México. No hay un institucionalismo afianzado en la vocación de resolución de conflictos, problemáticas sociales, asistencia alimentaria y sanitaria, ni mucho menos podría hablarse de una consciencia de clase o si quiera de una nimia forma de consciencia nacional. Nada cambiará, nada ha cambiado, la condena mexicana es la desigualdad, la injusticia, la severidad autoritaria, un calamitoso camino entre nacer en alguno de sus 32 estados y morir donde sea, como sea, desheredado, desilusionado, desprotegido, deshonrado, burlado, traicionado, bajo el escarnio social por el simple hecho de haber nacido.

Un desviado apátrida que no tiene a dónde ir: ¡Viva México, culeros!

No importan los códigos civiles, no importan los derechos ciudadanos, no importa la carta magna, no importan los tres órdenes de gobierno, no importa la economía, no importa la producción de petróleo, no importa el sistema educativo y hospitalario, no importa el modelo agroindustrial, no importa la postmodernidad mexicana. No interesa en sí algo distinto a dominar al otro, agandallarlo, mancillarlo, despojarlo, destruirlo, humillarlo, destruirlo con cualquiera de las formas de violencia existentes. No importa el grado de estudios, sus patología médicas o de salud mental, su precariedad, ni su linaje o estirpe, no interesa su condición social, no importa su apariencia, no interesa su fuero interno, hay que sobajarlo, desmentirlo, desdecirlo, que entienda a la fuerza —física, emocional, psicológica, económica, entra algunas—, que aquí se vino a chingarse y joderse. No importa. no interesa, no es relevante, uno más, uno menos, son todos corazones insignes ofrendados a Hutizilopochtly, la sangre inútil, la fuerza de trabajo explotado, el capital humano, que para como están las cosas es lo único que le queda a esta tierra saqueada, entumecida, vilipendiada, que es México.

El único honor en México es la criminalidad, la única bondad en México es el indulto de llegar sano y salvo a casa y no ser víctima de los asesinos —legales e ilegales—, el único respeto en México es el de la muerte garantizada —temprana, lejana, natural o provocada—, la única fidelidad en México es al caballero don Dinero. ¡Viva México!

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Perfil científico-humanista, artístico-cultural y lectogramático. Ciudadano mexicano global 2.0

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En Xalapa, compró mis libros en la Librería Da Vinci. Di que lo viste en Romulaizer Pardo.

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