ROMULAIZER PARDO ID WEB 2.0 DE RÓMULO PARDO URÍAS

EN VÍAS DE UN PERFIL CIENTÍFICO-HUMANISTA, ARTÍSTICO-CULTURAL
Y LECTOGRAMÁTICO. CIUDADANO MEXICANO GLOBAL 2.0

modernidades autohistóricas discute Rómulo Pardo Urías- Romulaizer Pardo o Rómulo Pardo Urías ID web digital 2.0

Todas las formas de oficios, gremios y profesiones ostentan una principal cualidad de validación entre pares y autoridades, tan antigua como la palabra, el fuego o la agricultura. Dentro de la descomposición socioprofesional que tenía cabida hace 25 años, en el lejano año 2000 sin la ocurrencia de las Torres gemelas ni el fanatismo psicotizante del 11 de septiembre junto al terrorismo, ser escritor parecía algo tan fútil, infértil e incierto, como los entrevistadores de plazas y parques para encuestas de mercadeo. Hoy la realidad, o las realidades, son distintas, cuando menos desde la facha relativista de las cosmovisiones postmodernas y de la bursatilización de las emociones. Pero ser escritor en el año 2000, ser escritor desde el año 2000, parece algo ridículo en mi caso, siempre que ni obtuve en ese momento el reconocimiento de mis pares ni autoridad alguna, ni ocurrió entonces algo trascendente, salvo para mí, respecto a la legitima obtención de ese título. Lo mismo me ha pasado con la poesía, el cuento, la novela, mis investigaciones académicas, en sí, poco es, ha sido y quizá será el reconocimiento al que puedan someterme los humanitos que hacen “bien” lo que yo no termino de aprender. Mi criticismo mordaz, irónico y plagado de humor negro, mi sobre inteligencia que anda vericuetos que pocos, muy pocos recorren o se han atrevido a recorrer, mi versatilidad no monolítica, mi apertura temática y mi intolerancia al autoritarismo, todo eso conforma mi ser políticamente incorrecto para cualquiera en cualquier parte bajo cualquier circunstancia, salvo una que otra excepción, no precisamente en México, porque nadie es profeta en su propia tierra.

No volver

Cuando estábamos por salir de la preparatoria Oficial B de la ciudad de Xalapa aquel año 2000, ya yo cursando el área de humanidades, al leer a Erich Fromm, Eduardo Galeano, Juan Carlos Onetti, Octavio Paz, Ricardo Pozas, ciencia ficción rusa en inglés, a Pablo Neruda, era cuando despertaba en mi el deseo de aprender a escribir o, al menos, a expresarme por escrito. Había terminado mi primera relación seria en enero y después de eso me enfrasqué a escribir y escribir, a leer y leer, porque quería ser antropólogo y quería ser intelectual y quería ser poeta, aunque no comprendía exactamente lo que eso significaba. Durante años me mantuve escribiendo en libretas hasta que se apoderó de mí esta instinto mecanografista, asociado siempre a bloguear, a mostrar en público los distorsionados abismos y firmamentos de mi ser. Ser escritor desde el año 2000 puede ser engañoso para mi íntegra trayectoria de escribiente o escriba, como me dijo el librero Eugenio Palomo en Xalapa alguna vez, quien no sabía un carajo de Ignacio de Luzán hasta que yo se lo comenté y que con el tiempo me vendió una antología poética de Luis de Góngora casi arrojándola a mi haber, espetando, en forma de anatema, que yo estudiaba a Luzán. Cosa aparte es comprender en qué medida mi vida intelectual, académica y literaria se encuentra bajo el signo del escrito uruguayo, Juan Carlos Onetti. Autor que jamás recibió premio literario alguno, algo que denota un tipo de desdén por su obra en círculos de pares y autoridades, cuando menos lo señala como un escritor, por bueno que haya sido, no distinguido. Un autor que me acompañó en horas y horas de dolores, tristezas, afanes angustiosos, incertidumbres y dudas, cuando en 2001 estudiaba antropología y sentía como mi vida se quebraba por la ausencia, el desamparo, el abandono y un racimo de dudas existenciales con su novela El junta cadáveres.

Desilusionismo 2000

Pero en marzo del año 2000, al momento en el cual se inscriben los debates de la entonces jornada electoral que destituyó al partido oficialista mexicano con el triunfo del panista administrador de la Coca Cola en México, Vicente Fox Quesada, mi inocente y estúpida vocación literaria era algo menos que una realidad y algo más que una pasión desbocada por “escribir”, aunque toda la vida me hubieran dicho en casa que no sabía escribir. Para aquel marzo, para poder ser escritor desde el año 2000, hice lo que sin consciencia ya había hecho: leer, investigar, ordenar mis ideas, pretender conquistar un certamen de ensayo nacional. Siempre me ha sido reconocido por algunos pocos que supieron de esta hazaña el haber ido al Centro de Estudios y Docencia Económica a la ceremonia de premiación, aunque de premios solo se entregó uno, en un pináculo que describía más mi inexperiencia y falta de olfato para la “actualidad” social, política, económica y cultural, que denotar mi principal intención y deseo de formarme para ser escritor. Ser escritor desde el año 2000 se relaciona también con los ensayitos que entregué en la licenciatura de antropología en la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa aquel año, en medio de la muerte de mi progenitora y de la desilusión rotunda de lo implacable, duro y negro del tiempo y la realidad. Desilusiones más, desilusiones menos, muchas veces intenté concursar en algún certamen de literatura y jamás obtuve algo distinto a mis propios y ridículos compendios. Inclusive el único concurso que hay ganado en mi trayectoria fue uno localísimo en Xalapa, de la Facultad de Historia de la Universidad Veracruzana, que tampoco me significó el reconocimiento en mi facultas mater como mi tesis de licenciatura o el cúmulo de esfuerzos realizados institucionalmente para terminar siendo un académico excepcional. Esa es otra historia.

Ser escritor desde el año 2000 tampoco implicó un compromiso con el orden o un método certero para convertirme en él. Finalmente, mis mejores maestras para escribir fueron las aulas de universidades públicas mexicanas, alguna profesora o profesor ahí conocido, por supuesto mi familia materna y la biblioteca de mi mamá en Xalapa. Tampoco significó lo que en el año 2010, cuando murió Carlos Monsiváis, declaraba como el compromiso de leer periódicos en distintos idiomas todos los días, ni si quiera el repudio y rechazo a la vida pública mexicana y sus medios masivos de comunicación después de los sucesivos fraudes a López Obrador (2006, 2012), el ascenso de la pornonarconecropatía nacional (ostensible y famosamente representada en el regional de hoy día) ni mucho menos todas las innovadas formas de fanatismos nacionales (religiosos, televisivos, deportivos, musicales, cinematográficos, entre los más notables). No es la sociedad mexicana, su cultura, su devenir, lo inadecuado o erróneo, soy yo, insoportable, remilgoso, falaz e indeciso. Tengo en claro que este ejercicio de memoria tampoco será aceptado, sopesado o valorado. Como he juzgado soy juzgado, no me arrepiento de anda.

De la innecesaria memoria egótica

En marzo del 2000 un envío por paquetería de ADO era enviado a nombre de Litto Parusa García con dirección al CIDE, conteniendo un ramplón, mediocre e inútil ensayo sobre la educación nacional, junto con las más ingenuas esperanzas de obtener el merecido premio nacional de ensayo sobre la educación. Litto era un juego de palabras, igual que Parusa, asociado a mi afición de años por escuchar rock argentino, un tipo apocopado y alias derivado de Litto Nebia, pero también de Romulito, igual que Fito Páez usó un tipo de juego parecido cambiando su nombre Rodolfo por el mote diminutivo de Fito. Parusa, en cambio, era un tipo de nombre a partir de mis propios apellidos: Pardo (Par), Urías (usa). El García indudablemente, bajo esta perspectiva, derivaba de mi rockero argentino favorito, Charly. Como el concurso debía incluir un seudónimo, componerlo fue una tarea linda, agradable y emotiva por íntima. De esa forma, enviar el manuscrito representó rotularlo con el nombre falso, a toda costa evitar ser identificado. Ser escritor desde el año 2000 se definió por ese envío, por esos $50.00 pesos en moneda nacional usados como estipendio para hacer mi llegar mi ensayito. Algo que hoy resulta ridículo de imaginar, pero que fue real.

Este ensayo inaugura mi libro de ensayos Retazos quebrados de la vida, designó un esfuerzo definido, una empresa certera, pero sobre todo esa absoluta ilusión de convertirme en escritor desdes el año 2000. Logrado o no, entonces y ahora, el objetivo, más allá del reconocimiento de pares y autoridades, lo que mi corazón resguarda y atesora es esa primera emoción de intentar expresar por escrito quién soy, qué opino, cómo fundamento mis ideas, cuál es el sentido para mí de leer y escribir, cosa fácil, quizá lo único que sé hacer con propiedad, reconocido o no, distinguido o no, aceptado o no.

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Perfil científico-humanista, artístico-cultural y lectogramático. Ciudadano mexicano global 2.0

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En Xalapa, compró mis libros en la Librería Da Vinci. Di que lo viste en Romulaizer Pardo.

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