Rómulo Pardo Urías
Esta reseña fue presentada como parte de los trabajos de acreditación de la Experiencia Educativa Reformas Borbónicas e Independencia de México impartida por la catedrática María del Rosario Juan Mendoza.
Luis Villoro fue por nacimiento catalán pero por filiación mexicano. En 1922 llegó al mundo en Barcelona. Para 1948 ya impartía clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde curso sus estudios profesionales y presentó su tesis Los grandes momentos del indigenismo en México, obteniendo en 1949 el grado de maestro y en 1963 el de doctor por esta casa de estudios. Además, su formación se desarrolló en La Sorbona en París y en la Ludwiguniversität de la República Federal Alemana. A partir de 1971 fue investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM y desde 1978 miembro del Colegio Nacional. Además de su vida académica se desempeño como diplomático cubriendo cargos ante la UNESCO. Recibió diversos premios como el Nacional de Ciencias y Artes en 1986 o el Nacional de Investigación en Humanidades en 1989. Así mismo fue parte en distintos momentos del nivel administrativo universitario en la UNAM, cubriendo el cargo de secretario entre 1961 y 1962, pero también efectuó labores administrativas y académicas en la Universidad Autónoma Metropolitana y en la Escuela Normal de Maestros.
Dentro de las líneas de investigación que siguió se encuentran la historia de las ideas y la filosofía de la historia y la cultura, la filosofía política, la teoría del conocimiento y la ética. Su adscripción al grupo llamado Hiperión es parte importante dentro de su sistema de pensamiento, siempre que a los miembros de esta agrupación les interesó averiguar y deslindar los elementos de lo mexicano, la exploración de la mexicanidad, sus fenómenos, rasgos y características. En su primer momento, el pensamiento de Villoro se ve influenciado por el de José Gaos, con rasgos historicistas y existencialistas. Las obras que representan este primer periodo son Los grandes momentos del indigenismo en México y El proceso ideológico de la revolución de independencia.
Retomando el artículo de Mario Teodoro Ramírez (2002) la biografía intelectual de Villoro atraviesa por tres momentos definidos no sólo por sus inquietudes sino por el desarrollo mismo de la filosofía mexicana del siglo XX. Estos tres momentos son categorizados como: la postura particularista o de filosofía de la historia que iría de fines de los cuarenta hasta mediados de los sesenta, el periodo universalista o de filosofía teórica de fines de los sesenta hasta mediados de los ochenta y el último ciclo denominado pluralista o de filosofía práctica. De esta forma, el itinerario intelectual de Villoro se inscribe a su vez en el devenir filosófico nacional del siglo XX que, según la interpretación de Ramírez, atraviesa por tres momentos cruciales: el primero establecido a partir de un nacionalismo crítico del universalismo y cosmopolitismo, representado por Vasconcelos y Caso, un segundo momento que cuestiona el nacionalismo y regresa a la base de un universalismo y particularismo que intenta responder a la cuestión de la identidad nacional y un último momento que Ramírez denomina pluralista en donde conviven la visión nacionalista con la universalista.
Finalmente cabe mencionar que el nivel ideológico importa mucho en el sistema del pensamiento de Villoro, considerando, además, sus aportes a la teoría del conocimiento y el desentrañamiento de las formas de dominación. En términos políticos su afiliación es hacia el ala izquierda de la política, tomando en cuenta la libertad, la pluralidad del Estado mexicano y de la cultura, pero también el reconocimiento de una otredad múltiple que escapa de estandarizaciones universales y homogéneas.
2.4.3 TERCER PASO: RESEÑAR ACOTADO DESDE EL NIVEL HISTORIOGRÁFICO
El trabajo de Villoro sobre la independencia de México moviliza campos ideológicos que componen la realidad social hacia el fin del virreinato novohispano. Retomando a Ramírez Villoro “nos ayuda a comprender no sólo las situaciones históricas, sociales y políticas concretas, sino el significado profundo —humano, filosófico— de este proceso” (Ramírez: 2002: 116). En principio la presentación de los actores sociales le sirve a Villoro como argumento primero desde donde plantear una análisis filosófico que recurre al nivel temporal –el presentismo, el preterismo y el futurismo-, al plano antinómico –españoles/criollos/pueblo-, al plano existencial –el ser desde sus horizontes de definición- y también al plano político de las ideas. Los actores sociales se definen como grupos centrados en función de sus intereses y de su desarrollo histórico: el grupo criollo, líder, emergente, sesgado de oportunidades, dependiente y emprendedor; el grupo español, dominante, propietario, conspirador; la clase media, instruida, letrada, sin posibilidad de ascenso pero tampoco desprotegida; y el pueblo, ignorante, avasallado, furibundo, explotado, sometido. Así, el partir del existencialismo, de la dimensión del ser, le permite a Villoro, parafraseando a Ramírez, responder a la autenticidad y a la racionalidad, desde una postura fenomenológica de las fuentes, en vías de consolidar su pensamiento filosófico, confrontando el pensamiento de la filosofía moderna.
Regresando al Proceso de Villoro a cada grupo corresponde una motivación que se inscribe en la trama mayor de los acontecimientos. Y los hechos muestran un desarrollo de las ideas y de los actos que dan cause y salida al momento revolucionario, incompleto al lograrse la independencia. El proyecto de autonomía, de liberación nacional, de separación del gobierno de España, es uno de los surcos por los que se mueve el ensayo de Villoro. Al proponer la evolución del pensamiento que conduce a la independencia es posible encontrar un trasfondo complejo de intrigas, intereses, leyes, personajes, que componen la trama del periodo revolucionario independentista, marcado entre 1808 y 1821. Con esto Villoro consigue objetivar los ejes del pensamiento, los niveles que van a marcar un juego y vaivén de intenciones y proyectos distintos que se mezclan y confunden el recorrer de los años.
Desde la intriga del ayuntamiento de México en 1808 con Iturrigaray como testigo y protagonista, la distinción criolla y española se acentúa. Abre así esta querella un proceso de radicalización paulatina. Los criollos rescatan el pasado indígena prehispánico y se apropian de él, se apoderan de los símbolos y los valores que tiene una patria primera perdida y olvidada, sometida por el yugo de la conquista. Si los miembros del ayuntamiento tienen por objetivo la constitución de un congreso frente a los eventos de la conquista napoleónica en España en 1808, los españoles por el contrario no desean que el régimen vigente se modifique en nada. Por ello la conspiración de Yermo es una salida ante el cambio. Salida efectiva que condiciona la vigencia del poder virreinal pero que también marca un punto de ruptura: los intereses criollos se levantan ya desde aquí contra la intolerancia y la hegemonía española.
Villoro analizará también a las figuras centrales del movimiento de independencia: Hidalgo, que brinda al pueblo una esperanza y fortaleza que conduce a la revolución y a la nación a la anarquía por los excesos del populacho; Morelos, que se adentra en la idea de nación y que más allá del nivel ilustrado no representa a las élites criollas letradas sino a un tipo de personaje histórico más cercano al pueblo mestizo; Iturbide, el criollo oportuno, que entiende el tiempo y el momento para actuar, que rompe con el pasado colonial para abrirse al presente independiente del futuro imperio glorioso mexicano. La alternancia de proyectos políticos entre estos distintos personajes responde a la querella primera: un cambio de régimen para los criollos que los beneficie, sobre todo a la clase letrada. También la iglesia corresponde a otro nivel de análisis por su importancia histórica y social. En tanto clase tendrá posturas divergentes, primero de apoyo al gobierno virreinal, después de sentencia frente a las amenazas por las disposiciones de la Constitución de Cádiz, después de comunión con los trigarantes que hacen de la católica la religión oficial del estado en el joven México. Es por ello un recorrido de interesantes bamboleos el que realiza Villoro, disecando con documentos el papel de un Fray Servando Teresa de Mier como profeta de la desgracia mexicana. Queda patente, además, que las fuentes de las ideas criollas no son especialmente las de la revolución francesa sino que, y en este caso Fray Servando es crucial, rescatan el antiguo derecho hispánico para legitimar su postura frente a los peninsulares siempre que se “desarrollaría la idea de la existencia de un estatuto de igualdad entre las Indias y la metrópoli, originado en un pacto entre los conquistadores y los reyes de Castilla en los albores del siglo XVI” (Ávila/Gárrido: 2005: 83). Por lo tanto, retomando la interpretación de Alfredo Ávila y María José Garrido (2005), el Proceso de Villoro se inscribe en el proceso de desmantelamiento de la interpretación liberal de la independencia, al enfatizar que el liberalismo no inspiró primordialmente a la insurgencia mexicana, sino que ésta bebió más de fuentes del derecho y el constitucionalismo español, interpretación que para mediados del siglo XX era muy novedosa y poco trabajada aunque la influencia de Cádiz en los planteamientos de Apatzingan fuera comprobada posteriormente como mencionan Ávila y Garrido.
En el recorrido que plantea Villoro se ven las actitudes cambiantes: el pasado, móvil para los criollos, estático para los españoles, el presente, promesa y esperanza de cambio que moviliza a la clase criolla, peligro de ruptura para el español, el futuro, que desde la lucha armada es para el dominado una constante afrenta que debe resolver, por el bien de la madre patria, mientras para la clase dominada, y aquí entra el pueblo, es una posibilidad que trasgrede los campos oficiales para dotar de sentido la lucha armada ante las injusticias extendidas. Pero repito, son los criollos de la clase letrada, de la clase media, los propietarios, aquellos hombres que buscan los privilegios y no el pueblo llano, quienes hacen las leyes y proyectan la libertad de la nación. Por ello, Villoro señala con claridad que si la soberanía nacional reside en el pueblo, cuando los letrados se reúnen en el Congreso de Anahuac en 1813 dejan establecido que el pueblo no son la totalidad de los habitantes, sino los hombres que tiene capacidades para dirigir el futuro de una nueva entidad política y social que busca anular el privilegio del europeo mas no igualar a todos los hombres. Las diferencias estriban en las actitudes históricas de las clases inmersas en el proceso que analiza Villoro, actitudes con respecto a la sociedad, al presente, a los intereses económicos y políticos, al deseo, inicial, de un autogobierno americano frente a la ausencia del rey, depuesto en Bayona por Napoleón en 1808, insurgente después, pero siempre bajo la lupa de una consciencia temporal e histórica. Consciencia esta última que se finca en los proyectos divergentes mencionados anteriormente y en una tendencia e interpretación distinta en el tiempo de cada uno de tales proyectos. Insistimos por eso en la reflexión existencial, incluida la del tiempo, que para Villoro define las posturas de cada sector de la sociedad involucrado en su análisis. El proceso queda establecido y han sido marcados puntos importantes: el ala española y criolla que desea mantener el estatutos quo, el ala criolla que desea mantener las condiciones de gobierno pero instaurar uno que sea americano, el ala criolla insurgente, con una presencia de mestizos y los excesos del pueblo una vez iniciada la revolución, el ala del clero, oportunista en función del resguardo de sus privilegios y el ala criolla que en principio lucha contra los insurgentes y en el momento coyuntural consigue finalmente la independencia en un acto igual de oportunismo.
Finalmente, un balance hace aparición en la obra, como epílogo del análisis. Tres autores ya del México independiente, de ese México que ha perdido la mitad de su territorio, son los que hace hablar Villoro. Alamán, Zavala y Mora, quienes representan tres posibilidades distintas: el preterismo o la continuidad del régimen colonial durante el México independiente, el utopismo o la idealización del la nación libre mexicana y el futurismo o la alternativa de realización de la idea en los hechos. La desgracia nacional de los años de la anarquía son una rotunda motivación que alienta las plumas de los hombres que en principio soñaban con una nación, con el imperio mexicano como el más alto imperio de la orbe. ¿La realidad? Victima del imperialismo y de las pugnas internas, del costo del caudillismo regional y de la falta de unidad en los derroteros y las decisiones políticas, México, contradicción viva entre el proyecto de origen, nutrido ora por los criollos insurgentes ora por los no insurgentes, y la realidad conseguida. No en balde Villoro localiza la melancolía y la frustración del espíritu nacional en esos años iniciales de la aventura independiente mexicana.
2.4.4 ÚLTIMA PARTE: CIERRE
Con lo expuesto hasta ahora podemos considerar, junto a la reflexión de Ávila y Garrido, que el trabajo de Villoro revela una interpretación válida y cuestionable a la vez. Válida por presentar un sentido al proceso de la independencia, por mostrar en un esfuerzo el conjunto diverso y complejo de la realidad en el periodo de 1808 a 1821. Cuestionable por el avance historiográfico desde mediados del siglo XX hasta hoy, que ha desarmado con datos algunos de los mecanismos interpretativos de Villoro. Sin embargo, el Proceso es más que una buena aproximación al impulso emancipatorio mexicano y brinda una sólida base de reflexión, desde la filosofía de la historia, de este episodio recientemente valorado a raíz del festejo del bicentenario. Así mismo, en tanto pieza de interpretación histórica del pensamiento del siglo XX, el Proceso mantiene un registro viable para conocer, sin la profundidad del archivo ni la superficialidad de la crónica, el tejido social e ideológico desde dónde rastrear el origen de la modernidad política en México, además de ser un esfuerzo claro de respuesta a la pregunta ¿qué es la independencia de México? Como lectura implica también una madurez y una profundidad interpretativa que amerita un análisis mucho más detallado y minucioso del expuesto aquí.
BIBLIOGRAFÍA:
Ávila, A., Garrido Asperó, J.M. (2005). “Temporalidad e independencia. El proceso ideológico de Luis Villoro, medio siglo después”. Secuencia (63): 76-96
Montaño, E., Paul, C., Jiménez, A. “Filósofo de las causas sociales. Adiós a Luis Villoro”. La jornada. Jueves 6 de marzo de 2014, p. 2 Recuperado de:
http://www.jornada.unam.mx/2014/03/06/politica/002n1pol
Ramírez, M.T. (2002). “Dialéctica filosófica de Luis Villoro. Su trayectoria intelectual en el contexto de la realidad mexicana”. Devenires III (6): 110-133.
Villoro, L. (1984). El proceso ideológico de la revolución de independencia. México: UNAM.
S/A. “Luis Villoro Toranzo”. Perfil de investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM. Recuperado de: http://www.filosoficas.unam.mx/sitio/luis-villoro
S/A. “Luis Villoro”. Perfil de miembros del Colegio Nacional. Recuperado de: http://www.colegionacional.org.mx/sacscms/xstatic/colegionacional/template/content.aspx?se=vida&te=detallemiembro&mi=147
S/A. (2004). La obra filosófica de Luis Villoro. México: UAM-I, pp. 1-5. Recuperado de: http://csh.izt.uam.mx/cen_doc/cefilibe/Esbozo/08%20LUIS%20VILLORO.pdf
Puedes revisar el libro de Villoro en este enlace: https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/2617-el-proceso-ideologico-de-la-revolucion-de-independencia?fbclid=IwAR0DPX1FmshypMAcPPI7yJAJe6Jiusmn53WCiiiHXpnHQZz6ja0OTfPU-lE