Rómulo Pardo Urías
El trabajo a continuación fue un ejercicio para la Experiencia Educativa América Colonial impartida por la catedrática Yolanda Juárez Hernández
3.1.1 INTRODUCCIÓN
El trabajo que se presenta a continuación tiene por objetivos principales realizar una doble revisión. En primer lugar se centra en la búsqueda de aspectos y elementos culturales de origen europeo, más específicamente español, instaurados y trasladados en el proceso de colonización en América. Por otra parte, se ha conseguido realizar una tarea de revisión historiográfica del siglo XX sobre este eje articulador y otros temas afines, que si bien es somera y parcial permite tener una visión de conjunto sobre los mecanismos y las dinámicas en las que se efectuó una parte importante de la mencionada colonización. Cobra vital importancia considerar el estado (cultural, político y económico) en el que se encontraba el territorio y reino español previo al descubrimiento de América, observando que el modelo implementado en España por los Reyes Católicos entre 1474 y 1520 ofrece similitudes y semejanzas de las acciones impulsadas en los centros coloniales. Ejemplo de ello son las instituciones Universitarias, la implementación de la imprenta, la labor evangélica y su saneamiento, las instituciones administrativas, jurídicas y eclesiásticas como el Real Patronato, el municipio como unidad política o el desarrollo urbano, ejemplos todos que hablan de lo ocurrido bajo el modelo cultural hispánico de forma posterior a los episodios de conquista tanto en México como en Perú y el advenimiento del régimen colonial español en el nuevo continente en la ecúmene europea. Si bien la amplitud del tema desborda las posibilidades de realizar un reporte y una investigación concretada en un tópico o hecho particular, la comprensión del proceso histórico que implica el traslado del modelo cultural español y su implementación en América, fue el motivo para ofrecer una panorámica que muestre, en su conjunto, la vertiente española dentro de la conglomerada raigambre y urdimbre cultural colonial hispanoamericana.
De esta manera el primer apartado del trabajo busca establecer los rasgos y características del modelo cultural español considerando la lectura de Juan Ortega y Medina[1], que permitió establecer como punto de partida el período que va de 1474 a 1520, donde se consolida el reino español bajo el gobierno de los Reyes Católicos y se perfila, con la llegada de la civilización europea a América en 1492, lo que habrá de ser el choque de culturas y la colonización. Un segundo momento estará definido por detectar las formas en las que se aplicó el modelo cultural español en América, sus rasgos y características, su alcance, sus dimensiones, en tanto empresa de la mano de la conquista y la evangelización, del descubrimiento e identidad que se le atribuyó al indio y de lo que se conoce como castellinazación, es decir, la implementación colonial de la cultura dominante. Esto conecta con el tercer apartado donde serán mostrados los elementos culturales en Hispanoamérica retomando algunas formas específicas que marcan la consolidación de los procesos culturales en tanto quedan establecidos núcleos y centros urbanos hispanoamericanos.
3.1.1.1 ESPAÑA EN TRANSICIÓN: 1474-1520
El seguimiento de la evolución sociocultural, rica y compleja, de la península ibérica previa al descubrimiento de América por Cristóbal Colon en 1492 ha sido objeto de un minucioso estudio emprendido por Juan Ortega y Medina. Su optimismo y entusiasmo al ver en España una época reformista con la llegada de los reyes Católicos en 1474 es el punto de partida para una disertación que abre rutas interpretativas valiosas. No sólo se trata del renacimiento hispánico, de la mano del italiano, de las reformas políticas que centran el poder en manos de los monarcas, con el Real Patronato y el Consejo de Castilla, del empleo del municipio como entidad política y de organización social, de las reformas fiscales y el mejoramiento de caminos y puentes, en una palabra, de aquellos cambios que colocan a España como una unidad política y bajo un modelo que salta del molde señorial feudal para dar paso a una unidad monárquica. También el propio Henríquez Ureña identifica en los reyes Católicos la unificación política del reino, pero además de este lugar común: ¿qué hay detrás de la empresa unificadora de los reyes Católicos?
Hay una serie de aspectos políticos y militares importantes. La recapitulación de Granada en 1492 es la conclusión de un esfuerzo por la corona para expulsar a los moros del territorio peninsular. Este hecho marca el fin de ocho siglos de dominación árabe y pone en el centro del poder político a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, pese a que: “Existía una profunda y fundamental diferencia entre las dos coronas: el reino aragonés-catalán era un emporio mediterráneo y, en cuanto tal, vivía ante todo del comercio, de la industria y del tráfico marítimo; el castellano era señorial, feudal y guerrero predominantemente”.[2]
Dentro de sus planes políticos se encuentran el apaciguamiento de distintas guerras civiles que venían arrastrándose, la lucha contra los bandidos y delincuentes pendencieros, el mejoramiento de la estructura administrativa restando poder político al clero y consolidando instituciones para este fin. Este escenario impone la creación de un ejército modernizado, que no estuviera a manos de nobles y que se nutriera de los brazos de hombres fieles al poder monárquico. Ejemplo de ello es la Santa Hermandad, establecida en las Cortes de Madrigal en 1476 y que apunta la fortaleza del municipio como entidad de organización. De igual forma la fuerte actividad pastoril, en detrimento de la agricultura, va a dejar a un grueso de hombres libres sin trabajo que se insertaran en las filas del ejército.
Por otra parte, también en 1492 son expulsados del territorio español los judíos, quienes practicaban una vida afanosa, dedicada a las ciencias, las letras y las artes, con un carácter industrial y comercial importante que no jugará un papel trascendente en el momento de la llegada a América. Con esto es necesaria la formación del Tribunal del Santo Oficio en Castilla, dependiente de la Santa Inquisición, como institución protectora de las costumbres católicas y persecutora de los infieles. Ya desde aquí el celo católico es un factor de primer grado para las acciones y el orden social hispánico. En 1485 es reactivada la intolerencia religiosa en Castilla y después de siglos de tolerancia son perseguidos en Castilla los conversos, los cristianos nuevos de origen judío y los musulmanes. A la par son aceptados en territorio español los gitanos, que son católicos, herreros, tratantes de mulas, trashumantes, alegres y festivos, mientras los judíos se marcharán con sus conocimientos y capitales.
Volviendo a los aspectos políticos, en 1480 en las Cortes de Toledo se establece la recta administración de la justicia y el arreglo de los tribunales. La importancia de hacer seguros los caminos era crucial y por ello la organización de hermandades que defendieran los pueblos y fueran leales a la corona fue la mejor solución a la inestabilidad social. El impulso reformista alcanzó tanto a la nobleza como al clero. La corona mantenía una atenta actividad en diversos órdenes que permitieran el mejoramiento del país. Ya para 1496 el ejército español era uno de corte moderno, con servicio militar obligatorio, soldados ordenados y pagados por los reyes, oficiales constituidos por segundones o caballeros e hidalgos de estatus bajo, siguiendo la lectura de Ortega y Medina. El poder de la corona crecía al restarle beneficio a los clérigos mediante una serie de bulas papales que otorgaban a los monarcas el control sobre la iglesia mediante el Patronato Real como la del Papa Sixto IV, otra más del Papa Inocencio VIII de 1486 o la Bula Intercoetera de 1493 con la cual los reyes ejercían la autoridad papal en todos sus territorios y que posteriormente será vigente en las Indias. Así mismo, emprendieron una renovación determinante de las órdenes religiosas, particularmente de los franciscanos, dominicos y agustinos, sin contar con la decisiva creación de la orden jesuita en 1540. Todo apuntaba a mejorar las condiciones y los votos del clero hacia la autoridad monárquica, incluyendo dejar atrás prácticas corruptas y clientelas nobles o estatus inscritos en el anterior poderío señorial eclesiástico. El apropiarse de los mayorazgos eclesiásticos fue la gran medida que dotó a la corona tanto de fuerza política como económica al restarle fuerza, en las mismas direcciones, a los religiosos nobles y la jerarquía eclesiástica.
En términos culturales destaca el fortalecimiento de las instituciones universitarias españolas durante este período y la profusión y difusión de la imprenta a partir de la toma de Maguncia en 1462. Por lo que respecta a las universidades serán la de Salamanca y la de Alcalá, fundada en 1508, las que lleven la voz cantante, pero en 1471 se funda la de Sigüenza y la de Toledo en 1490. La imprenta se instala en Zaragoza en 1472, en Sevilla en 1475 y en otras ciudades como Burgos, Granada, Guadalajara y Mallorca entre 1480 y 1485. El interés en estas acciones era crear condiciones para renovar tanto los estudios universitarios, en el caso correspondiente, y el de promover la lectura y el mejoramiento cultural, no sólo en las cortes sino del pueblo mismo. Ortega y Medina hace alusión a la gran faceta humanista de la reina Isabel que sabía latín y lacio y que consideraba que era deseable importar libros del extranjero por sus contenidos y su estímulo a la mente de las personas. No por nada cuando en 1492 Antonio de Nebrija da a conocer su Gramática de la lengua castellana ya estamos frente a un fruto del humanismo hispánico renovado por los influjos del renacimiento italiano y del contacto con Flandes, Alemania y Francia. Al respecto Silvio Zavala es claro cuando menciona que desde el prólogo de la obra de Nebrija hay una inconsciente función colonizadora del español, que será útil frente a las novedades aportadas por el hallazgo de Colón:
Una cosa hallo y saco por conclusión mui cierta, que siempre la lengua fue compañera del imperio, y de tal manera lo siguió, que juntamente començaron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caída de entrambos… cuando en Salamanca di la muestra de aquesta obra a vuestra real majestad, y me preguntó que para qué podía aprovechar el mui reverendo padre obispo de Ávila me arrebató la respuesta, y respondiendo por mi dixo: Que después que vuestra alteza metiese debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas, y con el vencimiento aquéllos tenían necesidad de recebir las leies que el vencedor pone al vencido y con ellas nuestra lengua, entonces por esta mi arte podrían venir en el conocimiento della como agora nosotros deprendemos el arte de la gramática latina para deprender el latín…[3]
Algunos otros elementos trascendentes son la imagen del mundo, la llamada ecúmene medieval, constituida por una visión aristotélica del mundo físico y por la cosmovisión geocéntrica del universo de Ptolomeo. La tierra era algo estático, bello y perfecto, divido en dos hemisferios: el terráqueo y el oceánico. Dios era el motor e impulsor del universo y regía los principios de la mecánica celeste. Esta ecúmene estaba formada, en orden jerárquico, por Europa, Asia y África. De la mano de esta concepción del orden del universo, el desarrollo de la ciencia náutica ibérica es crucial para este momento. Dentro de la avanzada que significó estaba el empleo de instrumentos que en otras latitudes no eran del todo conocidos: astrolabio, cuadrante, ballestilla, brújula, regla, compás, ampolleta o reloj de arena, escandallo, tabla pitagórica, incluso el uso de numeración arábiga y del ábaco para hacer mediciones de distancias y cálculos. En esta escuela se conjuntaron conocimientos del mundo árabe, el uso de nuevos diseños marítimos y también la experiencia de los marinos genoveses. Esta escuela marítima va a dar importantes cambios en la astronomía náutica que cambiarán las prácticas de navegación, especialmente cuando se trate de navegaciones interoceánicas. Similar dirección cobra la vitalidad de la cartografía y la confección de cartas, especialmente a raíz de los viajes de Marco Polo a Asia, concitándose una serie de discusiones sobre la latitud del ecuador, bajo interpretaciones diversas de Ptolomeo, Posidonio y el italiano Toscanelli, que planteaban una distancia en la longitud de la esfera terrestre entre Europa y Japón de 1200 leguas. Así mismo el empleo de las carabelas, en contraste con el dromon y la galera, ambos mucho más pesados, fue crucial para los descubrimientos. Si bien en el siglo XV la primacía naval correspondía a Portugal, ambos reinos mantenían estrechas relaciones y un legado común en varios sentidos, relación que se vio vulnerada por el tratado de Tordesillas de 1494.
Las cortes vivirán un momento de auge después del estado deplorable en las que las tenía Enrique IV de Castilla, retomándose el estudio de ciencias y humanidades, promoviéndose también, desde la corona, la creación de escuelas y de semilleros de virtud, combinadas con aspiraciones intelectuales de la nobleza. Sin duda se vive un florecer humanista de la mano de Luis Vives, Núñez de Guzmán y Alfonso Manrique, dentro de los más representativos del siglo XV. Las artes serán principales, por ejemplo la arquitectura que desarrolla los estilos góticos, plateresco y granadino, para la construcción de edificios, catedrales, edificios civiles, puentes, palacios, conventos y hospitales. A la par se desarrolla la pintura y la escultura con importantes representantes del retablo como Alonso de Berruguete, Juan de Flandes o Diego de la Cruz, mostrando influencias bizantinas. Igualmente en este campo es importante la presencia de maestros extranjeros, tanto italianos como alemanes y neerlandeses.
¿Vive España un auge previo a la llegada de Colón a América? Sin duda hay un afán reformista que trae consigo grandes ganancias, socialmente hay estabilidad, políticamente hay unidad, económicamente hay mejoría en los ingresos de la corona y culturalmente España se adentra en un humanismo depurado, sólido y que proporciona identidad a la monarquía. Cuando en 1520 Carlos I de España asuma el gobierno de la corona, sus antecesores, los reyes Católicos han transformado a reinos desunidos y revueltos en un imperio en expansión y de avanzada en el contexto europeo.
3.1.2 EL CHOQUE CULTURAL. LA APLICACIÓN DEL MODELO CULTURAL ESPAÑOL EN AMÉRICA: RASGOS Y CARACTERÍSTICAS
La singularidad del encuentro entre Europa y América abrió una multiplicidad de interrogantes que fueron el reflejo de la época y del choque y contrastes entre una civilización fincada en el transito al renacimiento y los distintos grupos humanos y civilizaciones encontradas en América. Dentro de las particularidades culturales que destacan en los primeros contactos se encuentra la larga lista de textos, testimonios y documentos escritos por los europeos sobre los nuevos territorios. En este aspecto Jacques Lafaye[4] establece con nitidez el hecho de cómo desde Colón, Cortés y otros conquistadores, se plasmó gradualmente una tradición histórico-literaria que abría los ojos de Europa al contacto con novedades insospechadas. La lectura de Pedro Henriquez Ureña[5] permite abordar de forma sintética, por otra parte, el devenir de los monarcas españoles, en tanto elemento explicativo no sólo de políticas y formas administrativas evolucionadas a partir de la conquista de México Tenochtitlán (1521) y del Imperio Inca (1533), sino también con relación a la política cultural y a las discusiones humanistas emprendidas a raíz de la condición de los indios.
Ahora bien, en términos culturales hay una gran distinción entre los españoles conquistadores y los europeos, no sólo españoles, evangelizadores. Mientras los primeros son guerreros, poco instruidos (a excepción de Cortés que estudio en la Universidad de Salamanca) y ávidos de obtener riquezas materiales, como metales preciosos, y poder territorial, los evangelizadores mantenían un perfil de instrucción elevada, conocedores de latín, lectores y alfabetizados, con fuertes inclinaciones humanistas y una sensibilidad que Lafaye ubica dentro de las grandes cúpulas culturales de la época. Esta realidad planteaba una condición distinta frente a la novedad, tanto ambiental como humana, teniendo como factor común el elemento escritural, literario, documental, al que me refería anteriormente.
Así, los conquistadores ensanchaban el territorio y la dominación, mientras los frailes se encargaban de conocer y castellanizar a los indios, bajo la impronta suscitada en la corona de proteger a sus nuevos fieles, se trata de esa política cultural coherente de la que habla Lafaye:
El primer objetivo de esa política cultural (tanto en orden cronológico, como en orden de importancia) fue la asimilación cultural de los indios. Dado que la religión era la base espiritual y filosófica de la cultura española, y que los miembros del clero tenían el monopolio del cuidado y la educación de los indios, la cristianización y <<latinización>> (es decir, el aprendizaje del español como punto de partida de la asimilación cultural) de los indios formaban dos aspecto de una empresa cultural común. Los evangelizadores eran simultáneamente profesores de idiomas (español y latín), de música y canto (litúrgico) y de educación técnica (en agricultura y oficios).[6]
Al respecto, Silvio Zavala comenta que la castellanización emprendida por las órdenes religiosas procede de inquietudes directas de los monarcas, cuando nos ejemplifica que el rey Carlos I de España, en una Cédula Real de 1550 enviada al Virrey de Nueva España, impronta a los clérigos y a sus representaciones sobre la realización de la conversión católica del indio, que deberá aprender el español y a partir de ahí las buenas costumbres.
El siglo XVI vivirá intensamente el debate sobre las posturas disímiles hacia el indio del conquistador y del evangelizador. Hay de entrada, por tanto, dos ópticas interpretativas sobre las novedades que el europeo observa en América, movidas bajo intereses distintos y que permean los actos y el alcance mismo del proceso posterior de mestizaje y aculturación.
Así mismo es relevante advertir que hay diferencias entre el modelo cultural desarrollado en zonas rurales, de predominancia indígena en donde el español representa una entidad aislada de la cultura metropolitana, y el desarrollo en centros urbanos como México y Lima, donde se vivirá el auge y esplendor de las formas culturales españolas que darán paso a las criollas. Volviendo a Zavala es posible distinguir la constante educativa hacia los indígenas de leer, escribir y ser adoctrinados, y la variable en cuanto a la finalidad de ser instruidos en una zona rural o una urbana. En el primar caso, el objetivo de la instrucción será definido por la importancia del indio instruido como medio de castellanización, con la viabilidad de ser parte del ayuntamiento indio y de la administración de bienes comunales. En el caso de la instrucción urbana de los indios, restringida a los hijos de caciques, se trataría de tener agentes
Retomando a Henríquez Ureña, para 1534 queda establecido el Virreinato de la Nueva España y el del Perú lo estará para 1543. No es gratuito que el historiador dominicano rescate las formas prehispánicas culturales como formas explicativas de la realidad cultural hispanoamericana y en el caso de las dos capitales virreinales el ejemplo es concreto: ambas ciudades se asientan sobre los restos de las capitales de los poderíos indígenas precolombinos, aunque advierte que: “Al establecerse los españoles y portugueses en América, trajeron consigo la cultura europea: religión, organización social, sistema jurídico, artes, ciencias, agricultura, crianza de animales domésticos, industrias, comercio, vestimenta, diversiones y costumbres en general”.[7]
Por otra parte y como vimos en el apartado anterior, la actitud reformista y humanista de los reyes católicos, particularmente de Isabel I, sostiene la creación de universidades y la implementación de la imprenta, dos aspectos que no tardan mucho tiempo en trasladarse a las colonias. En 1538 se funda la Universidad Santo Tomas de Aquino en Santo Domingo, levantada por frailes dominicos, mientras que la Universidad de San Marcos se establece en Lima en 1551 y en 1553 la Universidad Real y Pontificia en México. Por su parte, la imprenta arriba a América en 1535 en México y para Perú quedará establecida en 1583. Estas dos instancias culturales tienen la función de promover la enseñanza y constitución de letrados y de criollos y españoles, para que desempeñen cargos administrativos, pero también para que sean difundidas las obras y los libros que interesen al fin cultural colonizador, como la impresión de catecismos bilingües y manuales de oración.
El campo humanista del siglo XVI vivirá intensamente el debate entre los sentenciadores del indio, como un ser idólatra, sujeto a esclavitud por naturaleza según principios aristotélicos y cuya dominación es justificada, y los apologistas del indio, como Fray Bartolomé de las Casas, quien cuestiona los abusos y excesos de los conquistadores y encomenderos. Esta discusión plantea dimensiones tanto políticas como administrativas de la corona cruciales. Así mismo el debate humanista será el centro desde donde se configuren acciones como las descritas anteriormente. No se abordó con profundidad este tópico, pese a tratarse de uno de los rasgos culturales más importantes derivados de la conquista de América por los españoles. Sin embargo, ha sido posible confirmar en las diversas fuentes el valor y la importancia de esta otra división en la concepción del indio.
3.1.3 PROCESOS CULTURALES EN HISPANOAMÉRICA DURANTE LA DOMINACIÓN ESPAÑOLA. 1553-1700
La instauración de los virreinatos de Nueva España y Perú plantean el principio de una estabilidad colonial. Como sugiere Lafaye para 1570 ya hay elementos de una sociedad emergente estable en las colonias, síntoma de que ha transcurrido el proceso violento de conquista. Esto favorece la constitución de nuevas formas culturales, más afincadas en el vida colonial, si bien con influjos europeos importantes mas no definitivos. La división social en castas y clases abre un mosaico cultural amplio, diverso, nutrido: indios, esclavos africanos, primeras generaciones de criollos, españoles, además de la presencia de algunos portugueses, italianos, alemanes y holandeses. Se ha consolidado también el proceso de mestizaje en donde figuras como Fernando de Alba Ixtlixochitl o el Inca Garcilaso de la Vega, representan el estímulo y la consagración de la fusión de la tradición indígena y las formas españolas. El criollismo, como proceso identitario con rasgos específicos, inicia su recorrido, fusionando elementos indígenas y europeos, conquistando la vida de los centros urbanos y de ciertas esferas de la sociedad. Los españoles seguirán arribando para desempeñar puestos elevados en la jerarquía social, administrativa y eclesiástica. Han llegado ya al continente americano las principales órdenes religiosas encargadas de la evangelización: dominicos, agustinos, franciscanos, mercedarios, también los jesuitas.
Cabe notar que el intercambio con los conocimientos indígenas genera una amplitud en los conocimientos europeos de botánica, astronomía, geografía física, zoología, pero sobre todo en lingüística. El desarrollo de centros urbanos implica la venida a América de maestros arquitectos, pintores y escultores, de Portugal, Italia, Francia y Flandes, con el fin de construir edificios, iglesias, palacios, fortalezas, puentes y casas particulares, siguiendo la lectura de Henriquez Ureña. Para Lafaye estamos en un momento donde no se preserva la cultura metropolitana sino en los núcleos más importantes, Lima y México, y en los puertos que mantienen el contacto directo con España, especialmente por la escasa población europea diseminada en el gran territorio colonial español. Como se mencionó anteriormente en zonas rurales predominan las prácticas culturales indígenas, si bien mediadas por los párrocos y frailes, y en contacto con el español que sin mayor necesidad de instrucción se mantiene distante de las novedades europeas. Serán las ciudades los epicentros de la actividad cultural en distintos recintos y desde flancos y ambientes también diversos. Aunado a la actividad de las universidades y los colegios para españoles y criollos, como el de San Pedro y San Pablo en la ciudad de México, la vida conventual ofrece a las mujeres la posibilidad de instruirse. La vida universitaria, que se distingue por las cuatro facultades que ofrecía de medicina, derecho, artes y teología, mantiene una actividad intelectual y cultural importante. Pero ya desde 1494 hay una inquietud por imitar la vida cortesana española en las colonias. Mariano Picón Salas[8] lo menciona y Lafaye lo reitera, cuando hablan del caso de Santo Domingo emprendido por Diego Colón que en palabras del venezolano será “primera capital, puerto, fortaleza y primitivo centro de gravitación de la aventura conquistadora [además de] …última y más lejana avanzada de la cultura hispánica del siglo XV, con su mezcla de gótico muriente y renacimiento inicial”[9] y que según el francés será relevada por la ciudad de México al iniciar el siglo XVII.
La abundancia económica derivada de la extracción de minerales preciosos, los sistemas agrícolas de producción y de explotación de mano de obra indígena y africana, permitirán que la vida en los centros urbanos sea más acorde a las modas españolas, donde serán leídos los principales autores del siglo de Oro español, como Góngora, Quevedo y Lope de Vega. El genio de los primeros autores de cuño colonial se presenta con el trabajo de Bernardo de Balbuena Grandeza mexicana de 1602, anticipando la gran corriente literaria novohispana representada sobre todo por Sor Juana Inés de la Cruz, Juan Ruiz de Alarcón y Carlos de Sigüenza y Góngora. Lafaye atribuye a estos autores una separación cultural con la metrópoli española, una consolidación cultural criolla, que informada y ya con un soporte material e histórico, se adentra en las profundidades culturales novedosas que implican la concepción del criollo americano frente al gachupín. No por nada, siguiendo a Henríquez Ureña, será en el siglo XVII, concretamente en 1656, cuando sea inaugurada la catedral de México. Aunque la interpretación sobre rotular a este momento como barroco difiere entre Hureña y Lafaye, no es posible negar la existencia de un complejo cultural que tiende a una identidad americana con elementos mestizados, propia y predominantemente criolla. Si el gachupín es el español que llega a América, el criollo mezcla valores indígenas en su vida, reconoce la grandeza precolombina, inquiere en las interpretaciones españolas y consigue mostrar la potencialidad de un modo de vida distinto al español, pero pretensiosamente aristocrático y a imagen y semejanza del que se deriva.
El teatro fungirá como una forma tanto de festividad como de evangelización y estará determinado por formas religiosas. En él se mezclarán formas prehispánicas, como el areito azteca. Pero su uso festivo será el más importante, en el caso de celebraciones como el Corpus Christi o la coronación de algún Virrey:
Hay que recordar que las festividades importantes, en especial la del Corpus Christi, estaban acompañadas de danzas y representaciones teatrales pagadas por el gobierno, durante las cuales se daba la oportunidad de participar a las diferentes comunidades étnicas. Para estos festivales ocasionales se confeccionaban decorados en estuco que podían representar tanto escenas de la mitología clásica inspiradas en el Renacimiento, como también a los héroes y emperadores de la historia indiana.[10]
La situación en Lima se asemeja a la de México, con una tendencia cortesana que condujo a crear una academia de corte italiano en donde se reunían acaudalados mineros. También están presentes poetas y escritores, como Juan Espinoza Medrano, un criollo limeño del siglo XVII.
La importancia y revitalización de la escolástica tomista durante este período, de la mano de la contra reforma, es definitiva y tanto Lafaye como Picón Salas lo advierten e incluyen en sus trabajos. Aunque la diferencia interpretativa es grande cuando el venezolano determina como barroco el siglo XVII mientras que Lafaye libera a este siglo de esta categoría, excluyendo dudosamente a la arquitectura, para mencionar como en este período están vigentes en las colonias ideas renacentistas que en España ya no: de Erasmo, del neoplatonismo y estoicismo, así como la crítica de Luis Vives, entre las que nombra el francés. Hay por tanto una convivencia de escuelas, tendencias y posturas, que junto a las formulaciones criollas, en busca de su identidad, dan paso a un conglomerado cultural que tiende al mestizaje y a la personalidad y autonomía culturales hispanoamericanas.
Antes de cerrar este apartado debe mencionarse en breve la fortaleza que tuvo la Inquisición en las colonias españolas, especialmente como censora de ideas y conductas, pero también como institución encargada de restringir el acceso de cierto tipo de obras y cierto tipo de libros. La inquisición mantuvo un estricto orden y rígido comportamiento, pero que promovió un comercio clandestino y ciclos de contrabando de libros y demás documentos prohibidos de procedencia, sobre todo y hasta el siglo XVIII, holandesa. Su función en las colonias era mantener un orden de cosas bajo el celo católico y la amenaza tanto de idolatrías o expresiones de hechicería y brujería indígenas, como atender las denuncias y sospechas de presencia de judíos y otras amenazas para la fe católica. Sin lugar a dudas la Inquisición representa una institución que influye en la cultura colonial y en los procesos culturales, aunque su participación estriba más en la vigilancia religiosa.
3.1.4 CONCLUSIONES
Se delimitó el trabajo hasta el año de 1700 por quedar claro el evento de transición monárquica entre la casa de los Austrias y la de los Borbones, como un factor decisivo para interpretar el período colonial, no sólo en términos culturales sino administrativos, políticos y económicos. El esfuerzo emprendido permitió conseguir una valoración de conjunto de elementos culturales de origen europeo, concretamente español, en el contexto de la expansión colonial en América y en la conformación de la identidad hispanoamericana. Cabe mencionar que las interpretaciones localizadas y a las que se ha recurrido aquí son divergentes en ciertos aspectos, pero responden a momentos históricos distintos del siglo XX, escuelas distintas y tendencias historiográficas distintas también. En ese sentido la lectura de Henríquez Ureña y de Picón salas constituyen ejemplos clásicos y con una orientación similar, tanto historiográficamente como temporalmente. Por su parte, la revisión de Lafaye es más cercana a la efectuada de Ortega y Medina y del propio Zavala. En términos historiográficos fue posible contemplar dos tendencias interpretativas distintas, y, por lo tanto, complementarias: una tendencia más hispanizante, a favor de cierta exaltación de la tradición hispánica en América; otra más bien cuestionadora de esta tradición y orientada a distinguirla de sus formas criollas y de sus consecuencias negativas, en términos de la explotación y dominación hacia el indígena y el africano. Ejemplo de esto es el hecho contradictorio entre la interpretación sobre la unidad de la monarquía española durante el reinado de los reyes católicos que Ortega y Medina defiende y Lafaye rechaza.
La exposición de este informe no ha sido sencilla y han quedado descartados muchos elementos que por sus dimensiones y complejidad ameritan un estudio más profundo y de mayor amplitud. Sin duda la cultura colonial en Hispanoamérica es una tema vasto, nutrido y que no puede conducirse mediante una interpretación maniquea entre los buenos y los malos, los vencidos y los vencedores, los mártires y los verdugos. Esto implica entender que las dimensiones culturales durante la colonia se remiten a interacciones interétnicas, diferencias de clase y de casta, pero también a distinciones regionales y a la propia procedencia de los movimientos migratorios tanto europeos como al interior de los territorios conquistados y de los virreinatos.
Considero que el trabajo permite entender cómo las reformas y acciones emprendidas por los reyes Católicos antes del descubrimiento de América y durante los primeros contactos, mantiene una relación de réplica y de copia en los escenarios posteriores a las conquistas. El ejemplo notorio son las universidades y la imprenta. También cobra relevancia el hecho de concebir que el legado indígena acrecentó y dimensione de nuevas maneras el conocimiento y las prácticas de los europeos, al menos, y en primera instancia, de los evangelizadores. Al respecto, la distinción entre los perfiles españoles que arribaron a América, esquemáticamente el del conquistador, el del evangelizador y el administrador, también son determinantes en cuanto al significado de su relación con los indios, de sus roles y participación en la sociedad colonial y de sus antecedentes y bagaje cultural que contribuyen o no a dimensionar rasgos culturales coloniales.
BIBLIOGRAFÍA:
Henriquez Ureña, Pedro. “I. Las culturas indígenas”, “II. El descubrimiento y la colonización”, “III. La cultura colonial” en Historia de la cultura en la América Hispánica. México, D.F. Fondo de Cultura Económica. 1947. pp. 10-50.
Lafaye, Jacques. “Capítulo 8. Literatura y vida intelectual en la América colonial” en Historia de América Latina. 4. América Latina colonial: población, sociedad y cultura. Leslie Bethel (ed.). Barcelona, España. Crítica. 1990. pp. 229-261
Ortega y Medina, Juan A. “Los reinos hispánicos antes del descubrimiento del continente americano” en Reflexiones históricas. México, D.F. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. 1993. pp. 23-72.
Picón Salas, Mariano. De la conquista a la independencia. México, D.F. Fondo de Cultura Económica. 1944.
Zavala, Silvio. “¿El castellano, lengua obligatoria?” en Ensayos Iberoamericanos. Yucatán, México. Universidad Autónoma de Yucatán. 1993. pp. 35-60.
[1] Ortega y Medina, Juan A. “Los reinos hispánicos antes del descubrimiento del continente americano” en Reflexiones históricas. México, D.F. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. 1993.
[2] Ortega y Medina, Juan A. “Los Reinos hispánicos antes del descubrimiento del continente americano” en Reflexiones históricas. México, D.F. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. 1993. P. 26
[3] Nebrija, A. Prólogo a la Gramática de la lengua castellana de 1492 en Silvio Zavala Ensayos Iberoamericanos. Yucatán, México. Universidad Autónoma de Yucatán. 1993. p.39
[4] Lafaye, Jacques. “Capítulo 8. Literatura y vida intelectual en la América colonial” en Historia de América Latina. 4. América Latina colonial: población, sociedad y cultura. Leslie Bethel (ed.). Barcelona, España. Crítica. 1990.
[5] Henriquez Ureña, Pedro. Historia de la cultura en la América Hispánica. México, D.F. Fondo de Cultura Económica. 1947.
[6] Lafaye, J. Op.cit. p. 237.
[7] Henrique Ureña, P. Op.cit. p. 29
[8] Picón Salas, M. De la conquista a la indepdencia. México, D.F. Fondo de Cultura Económica. 1944.
[9] Picón Salas, M. Op.cit. p. 69
[10] Lafaye, J. Op.cit. p. 251