Rómulo Pardo Urías
Esta reflexión formó parte de la evaluación de la Experiencia Educativa Proceso Civilizatorio impartida por el catedrático César Augusto Ordóñez López.
4.1.1 INTRODUCCIÓN
Un hombre navega por internet a altas horas de la noche. Se encuentra en una sala de chat. De pronto ingresa una persona con nickname de mujer. Conversan. Resulta que viven en la misma ciudad, en la misma colonia, muy cerca el uno del otro. El hombre desea satisfacer sus deseos sexuales y le pide a la supuesta chica tener un encuentro en ese momento. Quedan de acuerdo en encontrarse para tener un encuentro romántico. El hombre sale de su casa y se dirige al lugar del encuentro. Cuando llega se encuentra, efectivamente, con una mujer rubia, guapa y de muy buen cuerpo. La invita a subirse a su auto y ella accede después de que ambos se identifican. Sube al auto del hombre y se alejan del lugar. Se dirigen a un motel en las afueras de la ciudad. Tienen relaciones sexuales y después de terminar su acto erótico ella saca un arma y mata al hombre.
Esta historia, posiblemente cercana a la realidad, permitirá comprender al menos dos cosas: la civilización tiene sus vacíos y no hay que confiarse de las rubias despampanantes que se conocen por el chat a altas horas de la noche. Pero más allá del toque dramático que pueda tener la anécdota ficticia relatada arriba la intención de utilizarla como introducción permite especificar ciertos elementos importantes para este trabajo: hay un acuerdo, al parecer tácito, cuando se vive y se ejerce la creencia de que la civilización es una entidad amplia mediante la cual los sujetos, los pueblos, las naciones, pueden realizar distintos niveles de intercambio con la seguridad de una normativa común, de un contrato mutua e históricamente establecido. La civilización sería, escuetamente, la sala de chat donde nuestros personajes se encontraron. ¿Cómo llegaron a ella? ¿Quienes eran antes de su encuentro? ¿Cuáles serían sus determinaciones sociales, económicas, políticas y psicológicas como individuos antes de encontrarse en el chat? La respuesta no podría definirse sino a partir de la posibilidad, real y existente, de vivir en un mundo que cultural, tecnológica y materialmente ha desarrollado los conocimientos para tener un chat, esto es una civilización. En ese sentido, y en tanto normativa común más no sólo como normativa, la civilización estriba en una posibilidad concreta que ha sido establecida en el transcurrir del tiempo como un sistema de mecanismos -materiales, productivos, organizativos, institucionales, culturales, ideológicos, etc.- cuyas interrelaciones establecen lineamientos de sociabilidad inherentemente benévola. Por ello, y volviendo a la anécdota inicial, el hombre tiene la confianza de pedirle a una extraña intimar, mientras que la extraña se aprovecha de esa situación para romper el contrato de cordialidad y sacar ventaja de su extrañeza matando al hombre. Se ha roto por tanto el acuerdo civil, acuerdo que ha sido forjado mediante la transformación del hombre feudal en el hombre ciudadano, del hombre oprimido en el hombre libre, del hombre jerarquizado en el hombre igualitario. La definición del diccionario de la Real Academia Española no deja lugar a dudas:
civilización S.f. Estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres.
Pero más allá de esta definición léxica, de este acercamiento reducido y de alcances explicativos mínimos, la comprensión de la civilización abarca por lo menos estos tres ejes descriptivos: el primer eje referente a una condición de desarrollo social, tecnológico, organizativo, productivo, cultural, etc. de una sociedad; el segundo, en tanto la civilización es un adjetivo, hace alusión a una valoración que establece un principio de diferenciación a partir del desarrollo que se mencionó anteriormente frente a otros desarrollos calificados de inferiores; y un tercer eje que abarca la temporalidad y el ejercicio, la pragmática -es decir el uso- de lo civilizado o la civilización en tanto categoría. Por lo tanto se antojan tres respuestas distintas interconectadas entre sí: la primera referente al carácter descriptivo de la civilización en tanto proceso de desarrollo en múltiples áreas de la actividad de un conjunto de grupos humanos; la segunda alusiva a la civilización en tanto valoración de los logros -monumentales, gnoseológicos, materiales, etc.- de dicho conjunto de grupos humanos; y la tercera en términos de la historicidad del concepto, de la historia de su uso y aplicación, de sus cambios de sentido y de sus transformaciones. Pensar en estas respuesta conduce a la siguiente elaboración general y restringida: la civilización encuentra una explicación interna desde el uso de dicha categoría a partir del siglo XVIII -asociado enteramente con dos conceptos vitales que son el de cultura y el de modernidad- pero su ingreso se inscribe indubitablemente en el seno de la cosmovisión del mundo occidental con la finalidad de explicarse e identificarse a sí misma frente a otras cosmovisiones y de rescatar los valores más importantes para el establecimiento de un orden y mejoramiento integral de la vida humana.
El desentrañamiento de esta reflexión se intentará dar a continuación a partir de un esbozo en respuesta a la pregunta ¿qué es el proceso civilizatorio? desde la perspectiva que involucre los tres ejes mencionados más arriba y en co-relación con los términos de modernidad y cultura, los cuales, según mi perspectiva, están hermanados con el de civilización. Para esta tarea ocuparemos algunos apartados que permitan ir conduciendo la reflexión, realizada sin un afán exhaustivo sino meramente general.
4.1.2 PRIMER PASO: LA CIVILIZACIÓN COMO DESCRIPCIÓN, VALORACIÓN Y CATEGORÍA
¿Hay un referente único cuando se habla de civilización? ¿Cómo está presente en la memoria histórica occidental la presencia de lo civilizado? ¿Cómo distinguir una descripción de un valor y de una categoría? Bueno, el meollo es complejo y abigarrado, además aquí no hay todo el espacio para poder averiguar detenidamente este asunto -más en la línea de una investigación de filosofía del lenguaje o semántica histórica-. Por ende es preciso salvar la distancia y lograr detectar cómo funciona la descripción de la civilización, frente al valor de la civilización y a lo que categoriza, entendiendo que la descripción abarca primordialmente un referente desde y en la realidad -como cuando se habla de la civilización egipcia, india o china-. En ese sentido la civilización describe un conjunto de formas y patrones creados por el hombre en su transformación colectiva: distribución social del trabajo, sistemas de organización política, ritos mágico-religiosos, ciframiento mediante códigos escritos, técnicas agrícolas y una larga lista de implementaciones simbólico-materiales que inciden y modifican, en tanto un proceso de apropiación y dominio, el medio natural. La civilización es, por tanto, el resultado de un proceso histórico de desarrollo tecnológico, acompañado de un refinamiento y una elaboración en todos los terrenos de la vida. Por lo tanto la civilización describe lo que Samuel Huntington llama “entidad cultural”, mientras queda definida como: “la organización cultural más alta de las personas y el nivel de identidad cultural individual más amplio…, … y se define tanto por sus objetivos comunes (idioma, historia, religión, costumbres, instituciones) como por autoidentificación subjetiva de la gente” (Huntington.1993).
Ahora precisemos el hecho de que la descripción no es lo mismo que la valoración. ¿Qué valora la civilización? En tanto valor, la civilización se construye como una forma de identificar los rasgos culturales predominantes y mayormente avanzados, que encuentran su origen y su explicación en la cosmovisión occidental del mundo. Pensemos simplemente en la definición de la Real Academia ofrecida previamente y notemos ese juicio valorativo -etnocentrista se si quiere- desde la plenitud arraigada de lo civilizado como una tradición cultural surgida en el contexto europeo. El cambio entre descripción y valoración es rotundo. La civilización como valor queda establecida desde una óptica sesgada y temerosa de sí misma, esa óptica que se ve desnuda en eventos trascendentales como el descubrimiento de América en 1492 -y el consabido choque de los mundos mesoamericanos y español, por ejemplo- o las empresas coloniales de Inglaterra y Francia en el siglo XIX -en Africa y Asia-. El valor de la civilización parte de focalizar y privilegiar ciertas formas culturales sobre otras -no por nada en el siglo XIX se hablaba de los grupos primitivos frente al hombre blanco, ejemplar biológicamente más evolucionado según la aplicación de las teorías de Charles Darwin- pero también de realizar una legitimación política de tales formas, es decir, de esquematizar, maniqueamente, lo superior de lo inferior, lo avanzado de lo atrasado, lo legítimo-dominante de lo legítimo-dominado. Así, la civilización en tanto valor permite establecer un punto de comparación para aplicar un poder político por parte de un grupo a otro, para dar oportunidad de consolidar una postura de dominación.
Finalmente la civilización como categoría encuentra una aplicación más neutra y analíticamente más controversial. Me refiero a que en tanto categoría la civilización se localiza temporalmente en el siglo XVIII en el marco de la ilustración francesa e indisociable de la palabra cultura. Como menciona Gabriel Zaid la palabra francesa civilization aparece por primera vez en 1756 asociada con la idea de progreso, alcanzado mediante la cultura y para superar el salvajismo y la barbarie. Es decir que categóricamente la civilización resulta una síntesis histórico-cultural para brindar un sentido al proyecto del bienestar humano, a la par que distingue, estratificando, lo que se incluye y no en dicho proyecto.
4.1.3 SEGUNDO PASO: MODERNIDAD, CULTURA Y CIVILIZACIÓN
Retomo ahora el hilo conduciendo la reflexión a partir de los dos conceptos que hermané con el de civilización: el de modernidad y cultura. Entre estos tres conceptos está manifiesta la presencia contundente y rotunda del progreso lineal, ascendente y en términos del mejoramiento integral del ser humano en el mundo. El objetivo queda claramente establecido: dominar la naturaleza en pro de la libertad del hombre. Al menos tres momentos históricos marcarán el surgimiento de estos complejos conceptuales: el cambio de régimen político monárquico al de Estado-Nación moderno, la revolución industrial y la ilustración. En el contexto de ese siglo XVIII la civilización inicia su peregrinaje de legitimación política y exclusividad valorativa:
“La civilización constituye el estandarte de la nueva burguesía y se convierte así en el metro y el modelo de referencia en el que la clase burguesa trata que se reflejen tanto los otros estratos sociales del propio país como los pueblos extranjeros” (Picó:2005:43).
Coincidentemente la escena de las transformaciones que marcan el cambio del antiguo régimen al régimen de la modernidad queda imbuido por la civilización como motivación, método y objetivo último de las conquistas alcanzadas para 1789. Veamos con mayor detenimiento.
En su ensayo titulado De la cultura a las culturas el escritor mexicano Gabriel Zaid realiza un breve y puntual rastreo de la conformación terminológica de la palabra cultura y la vinculación que tiene con la palabra civilización. Sus resultados son esclarecedores, en tanto permiten comprender que inclusive en el contexto de la Europa del XVIII había discrepancias en el empleo de uno u otro término, pues si bien su origen es francés y proviene de la palabra latina civilitas -relacionada con la vida en ciudad y el ciudadano- se traba prontamente con la palabra cultura -de origen latino con una doble significación en tanto forma de cultivar el campo o cultivar el espíritu-. Al respecto Picó nos esclarece que en la antigüedad clásica la cultura era entendida como paideia -formación del individuo- o como areté -formación de valores morales-, significación que fue en parte heredada a los ilustrados franceses. Todo cambia en tanto el concepto de cultura y el de civilización comienzan a ser utilizados y definidos fuera de Francia. El apunte de Zaid es por tanto necesario:
“Quizá la pretendida diferencia entre Kultur y Zivilisation [en referencia a lo que llama una complicación alemana] se explica por la necesidad de autoafirmación alemana. Frente a la Ilustración francesa como cultura universal, Herder plantea un tercer concepto de cultura que dignifique el subdesarrollo de los pueblos alemanes. De ahí viene el concepto romántico de cultura como carácter nacional, étnico, popular”. (Zaid:2007:41)
En este punto la pregunta es: ¿dónde quedó la modernidad? La modernidad, entendida como la entiende el filósofo alemán Jürgen Habermas, consiste en el proyecto emprendido por la civilización occidental, por la ilustración francesa, que define un programa de acción político,cultural, moral, estético, ideológico y tecnológico, que se plantea, como mencioné antes, el progreso humano.
“Los pensadores de la ilutración con la mentalidad de un Condorcet aún tenían la extravagante expectativa de que las artes y las ciencias no sólo promoverían el control de las fuerzas naturales, sino también la comprensión del mundo y del yo, el progreso moral, la justicia de las instituciones e incluso la felicidad de los seres humanos”. (Habermas: 2002:28)
Ahora aclaro un último punto de este apartado. La palabra civilización fue en su momento un neologismo que sirvió para identificar ese progreso asociado a la cultura y la modernidad, inherente al carácter acumulativo, favorable e histórico, de mejoramiento, de la humanidad. En este punto el papel que desempeñó la ciencia y la técnica es predominante, en tanto ofreció tanto los desarrollos tecnológicos como los conocimientos que permitieran dar explicaciones idóneas a las nuevas necesidades. Pero en este punto, y retomando el comentario de Zaid, el progreso como algo mejor que el pasado se encuentra ligado a la concepción de la historia elaborada por el cristianismo. No en balde el procese de secularización desarrollado por la burguesía sostiene los nuevos modelos explicativos y las nuevas formas de valoración. Por lo tanto la pregunta legítima ahora es: ¿había civilización antes de que se hablara de ella? ¿no es la civilización una forma explicativa de la cosmovisión occidental para aprehender el mundo y así poderlo domesticar y moldear? Sin lugar a dudas la civilización estuvo aparejada a las implicaciones políticas de los movimientos nacionalistas y se volvió, ciertamente, la bandera de lucha y de cambio social. ¿Hasta cuándo?
4.1.4 TERCER PASO: DAR UNA RESPUESTA A LA PREGUNTA ¿QUÉ ES EL PROCESO CIVILIZATORIO?
Reunidos los elementos, realizado el esbozo general, volvamos a la pregunta inicial: ¿qué es el proceso civilizatorio? Podemos concluir de entrada que se trata de un conjunto de actividades y formas culturales encaminadas al dominio de la naturaleza y su aprovechamiento, así como a la serie de descubrimientos, logros, conocimientos y herencias que acumulativamente suscitan un estado social más organizado, productivamente más eficiente, con una estratificación social más marcada y bajo modelos estatales teocráticos. En otras palabras, el proceso civilizatorio puede definirse a partir de la mayor complejidad de un grupo humano que ha dejado de lado la vida nómada -de cazadores y recolectores- para vivir sedentariamente hasta constituirse en un núcleo social complejo.
Resulta indisociable, además, la civilización de la conformación de núcleos urbanos, de centros de congregación de diversos sectores sociales y donde se ha podido desarrollar una capacidad de producción agrícola y alimentaria capaz de mantener una excedente productivo, necesario para la expansión, dando lugar, igualmente, a la presencia de panteones religiosos, representaciones artísticas, formas de escritura, sistemas de administración burocrática, grupos aristócratas y guerreros, entre otros componentes de tal sociedad.
Así, el proceso civilizatorio implica una forma de vida -la que se da en las ciudades- que es compartida por los ciudadanos y que se respeta y defiende en aras del mejoramiento y el bien común. Al menos creo que los ejemplos que nos ofrecen las grandes civilizaciones antiguas -como la china, la india, la egipcia, la babilonia o las precolombinas- me permiten atribuir estas características al proceso, comprendido como el rasgo distintivo del quehacer humano enfocado al dominio de la naturaleza -exteriro e interior-, al control social e individual y al acuerdo de cordialidad -volviendo al ejemplo introductorio- que posibilita el intercambio desde y a través de una normativa común, con un fin común -el bienestar- y mediante métodos comunes.
4.1.5 CONCLUSIONES
Quizá las huellas para esta respuesta no hayan establecido las condiciones necesarias -en términos de la ejemplificación concreta- de las características particulares de tal o cual civilización. Se optó, por el contrario, en una reflexión que permitiera tratar la cuestión de la civilización en distintas dimensiones, sacrificando los ejemplos específicos, para consolidar la indagatoria sobre la pregunta obligada: ¿desde cuándo hay civilización? En ese sentido, y dada la construcción occidental del término, la civilización puede tener distintos puntos de arranque, pero sin duda estamos frente a una entidad que mantiene dimensiones prácticas, materiales, y simbólicas, culturales, inscritas en el decurso de los acontecimientos. Cabe por tanto romper el mito de la civilización occidental, como forma única de alcanzar el bienestar, para dar paso al hecho, visto por algunos como Edward Said, a la contemplación de que no hay una sola civilización y que no es posible reducir y sintetizar los contenidos -a menos que sea en un ejercicio de reflexión- de lo civilizado, de la civilización.
Es probable que el sacrificar los ejemplos concretos no permita ingresar con mayor precisión a las condiciones específicas y peculiares que permitieron el desarrollo de las civilizaciones vistas en el transcurso de la experiencia educativa. Pero también es un hecho que poder hacer una reflexión sobre este tema puede incluso abarcar la realización de una monografía o tesis de investigación.
Finalmente me agrada haber encontrado las huellas reflexivas para redactar este ensayo, que se abre en las interrogaciones propias del título: ¿sigue habiendo civilización? ¿no es acaso la civilización una tradición cultural? ¿en que momento de la civilización nos encontramos? Con estas preguntas doy por concluido este itinerario.
BIBLIOGRAFÍA:
Habermas, Jürgen. “La modernidad, un proyecto incompleto” en La posmodernidad, Hal Foster ed. Editorial Kaíros, Barcelon, 2002. pp. 19-36.
Huntington, Samuel P. ¿Choque de civilizaciones?. 1993.
Picó, Josep. Cultura y modernidad. Seducciones y desengaños de la cultura moderna. Alianza. Madrid. 2005. pp. 11-44.
Zaid, Gabriel. De la cultura a las culturas en Letras Libres, México, Julio 2007, pp.40-41.