Rómulo Pardo Urías
El ejercicio a siguiente fue el trabajo final presentado en la Experiencia Educativa Introducción a la Historia impartida por el catedrático José Manuel Velasco Toro.
4.4.1 INTRODUCCIÓN
Al abordar esta pregunta se busca dar paso a una reflexión general desde donde poder caracterizar y distinguir elementos de importancia para el estudio de la historia y su relación con la cultura y la modernidad. Primeramente precisa enfatizar la diferencia existente entre la historia como hecho humano -lo real acontecido- y la historia como conocimiento -lo real relatado-. Segundo, precisa establecer que la modernidad como proyecto de civilización y progreso corresponde a un cambio de mentalidad, otro de régimen político, otro de sistema económico y, por consiguiente, uno más de orden social. Tercero cabe señalar que aparejado a estas transformaciones surge el proyecto de civilización occidental, que incluye, en principio, a la cultura como producto y elaboración espiritual de un pueblo o nación. Veamos a continuación más a profundidad este panorama.
Sintéticamente será en el siglo XVIII y a partir de la ilustración, que el desarrollo de la civilización, entendida como un mejoramiento, progreso y transformación material, moral, científica, técnica y educativa, se instauré con el fin de que el hombre domine a la naturaleza mediante la cultura y alcance un su totalidad el control y perfeccionamiento que ofrece la razón. Será en esta misma latitud temporal en la que Giambaptiste Vico con su Ciencia Nueva postulé los principios de la historia moderna, distinguiéndola del arte y de la literatura, más subjetivos y ficcionales. El surgimiento del Estado-nación moderno y la revolución industrial inglesa, consolidarán el avance y los “resultados” evidentes del progreso, el ascenso de la burguesía al poder político, el desarrollo de la ciencia y del liberalismo -político y económico-, dando lugar a nuevas formas de organización social pero, también, a nuevas formas de explicación de la realidad. En la historia se vive un proceso de secularización, en donde la disciplina abandona a la religión y la metafísica, y a partir de 1789 se plantea una ruptura con el pasado bajo la lógica de que el futuro puede ser mejor que él. Por otra parte, hasta la ilustración, como comenta Josep Picó, la herencia y el entendimiento de la cultura estará dado por sus acepciones en la antigüedad clásica como paideia -formación del individuo- o como areté -formación de valores morales-. A esto Picó añade la importancia que en el renacimiento tuvieron el valor de lo subjetivo y el protagonismo del individuo. La historia se explica a partir de entonces bajo el esquema simplificador que ofrece Edgar Morin en donde está presente la relación lineal pasado-presente-futuro. A este esquema corresponde la idea que mencionan Guillermo Zermeño y Alfonso Mendiola sobre la influencia de las ciencias naturales en la explicación histórica, es decir el naturalismo, antecedente del positivismo ya en el siglo XIX. Bajo esta lógica explicativa -lineal, progresiva, ascendente y civilizatoria- la objetividad ostenta el valor fundamental de la investigación científica, y la historia, en tanto ciencia, recurre a modelos explicativos que le permitan, empíricamente, tener criterios de verdad y el estatuto científico. Así, cuando el positivismo toca a la investigación histórica queda fundamentado el trabajo del historiador en tanto búsqueda de la verdad objetiva de los hechos del pasado, para lo cual se emplea a la escritura como medida científica de valoración de los documentos.
En paralelo, el surgimiento de los estados nacionales incluirá lo que Edward Said llama identidad cultural -una construcción colectiva e histórica basada en la experiencia, la memoria y la tradición, que con el romanticismo y sus expresiones estéticas dará forma a la culturas nacionales europeas, inmersas en los regímenes políticos constitucionales y liberales. Se abren así los procesos imperialistas del siglo XIX, en donde la legitimación de la diferencia y de la identidad cultural europea -frente a Oriente, frente a los “salvajes” o “primitivos”, frente a lo diferente- queda marcada por la importancia de las ideas, el arte, la moral, con fines de dominación. Se habla, por tanto, de modernidad, tomando como medida a la civilización occidental y sus avances, aunque de forma etnocéntrica, es decir, privilegiando a la cultura europea por encima de las demás.
Pero en este siglo XIX, de industrialización y desarrollo tecnológico, del mercado mundial y de movimientos nacionales, también se vislumbran las paradojas de este “progreso” a partir de la razón ilustrada. Picó menciona que tanto Karl Marx como Max Weber serán críticos de la cultura europea en tanto configuración y asiento de los valores de la modernidad -y por consiguiente del proceso de civilización- al observar sus fracasos, expuestos en la presencia de injusticias, de guerras, de explotación, de opresión y de corrupción en la sociedad europea del XIX. Así mismo, y con el nacimiento de la antropología, se funda el estudio de la cultura como un saber científico. Por otro lado, la ciencia y el conocimiento tendrán un fin utilitario en tanto forma de legitimar en la sociedad capitalista el dominio de una clase sobre otras.
Será en este siglo XIX donde Said localiza los rasgos propios de una cultura imperial europea, como fundamentos plenos de la expansión colonialista -especialmente inglesa y francesa-. Por ende, la legitimación de la dominación política se realiza bajo el espejismo de la modernización y la premisa de la superioridad biológica, racial y cultural del europeo frente a los países en desarrollo. Ejemplo de ello es la consolidación de la antropología, mencionada anteriormente, como disciplina eminentemente colonialista o los modelos explicativos positivistas que para Zermeño y Mendiola cuenta con un método en donde se debe poder contrastar y aseverar una prueba o testimonio, mediante el levantamiento de un gran inventario documental, donde la escritura, lo escrito, es la marca del valor documental de un testimonio. Para el siglo XX se presentan giros importantes.
Volviendo a Picó, la cultura en el siglo XX presenta muchos modernisnos, muchas modernidades. Precisamente con la primera guerra mundial (1914) se rompé la idea unitaria de modernidad, suscitándose una crisis que desembocará en la segunda guerra mundial (1939) y en la guerra fría y la amenaza de la guerra núclear (1945). En cuanto a la historia si en el siglo XIX se busca distinguir el conocimiento histórico de la ficción objetivando el pasado, para el siglo XX y siguiendo a Zermeño y Mendiola “el problema principal del conocimiento histórico radica en la forma como el historiador se sitúe frente a la documentación”(Zermeño.1998.p.170). Por ende la pertinencia se ubica en las preguntas que el historiador hace al pasado, comprendiendo que cada presente tiene su propia lógica, en el sentido de su propio pasado y su propio futuro. El historiador se ha convertido, por tanto, en un lector e intérprete de textos (ya no exclusivamente escritos) persistiendo en la investigación de archivo y considerando que los hechos históricos son acciones que se prolongan del pasado al futuro. En este tránsito el historiador se ubica en el recorrido de la cadena de relaciones de efectos que describe el hecho, habiendo un hecho empírico y un hecho histórico -volviendo a la diferencia entre realidad acontecida y realidad relatada. Finalmente, la historia implica un ejercicio de narración, en tanto descripción de una acción entre dos acontecimientos distintos en el tiempo. Estará compuesta de acciones en proceso, será escrita a posteriori, desde el futuro pasado, como construcción de frases narrativas en tanto descripciones de acciones hechas en función de eventos posteriores y tomando en cuenta que el historiador es un sujeto social. En este sentido el segundo esquema propuesto por Edgar Morin -el esquema complejo- permite entender la transformación hasta ahora sugerida, de un planteamiento lineal a uno de carácter distinto entre el conocimiento del pasado, del presente y del futuro, aceptando que “estos conocimientos son interdependientes: el conocimiento del pasado está subordinado al presente, cuyo conocimiento está subordinado al futuro” (Morin.2011.p.18). En este sentido el autor francés permite apuntalar claramente que la idea de progreso se opone a la idea de crisis, pero que todo proceso evolutivo no es mecánico y lineal, sino complejo, variable, y que atraviesa por distintos momentos críticos.
Finalmente considero importante retomar como conclusión para lo aquí expuesto la reflexión y la dialéctica presente entre modernidad y posmodernidad, que implica lo que Picó y otros localizan como fragmentación de la razón ilustrada, expresada espacialmente en la presencia multicultural en la sociedad y la cultura de masas, caracterizada como sociedad del consumo, la información y la comunicación. Por último compartimos la idea de Said cuando menciona que no hay culturas puras, sino que todas son híbridas y que las tradiciones son inventadas, construidas.
BIBLIOGRAFÍA:
-Guzmán Leal, Roberto. Historia de la cultura. Porrúa, México. 1969. pp.3-9
-Mendiola, Alfonso y Guillermo Zermeño. “Hacia una metodología del discurso histórico” en Técnicas de investigación en sociedad, cultura y comunicación Jesús Galindo Cáceres (coord.). CONACULTA/Addison Wesley Longman. México. 1998. pp. 165-206
-Morin, Edgar. ¿Hacia dónde va el mundo?. Paídos. España. 2011. pp. 13-46
-Picó, Josep. Cultura y modernidad. Seducciones y desengaños de la cultura moderna. Alianza. Madrid. 2005. pp. 11-18, 265-290
-Said, W. Edward. “Cultura, identidad e historia” en Teoría de la cultura. Un mapa de la cuestión. Gerhart Schröder y Helga Breuninger (comps.). Fondo de Cultura Económica. Argentina. 2005. pp. 37-53.