ROMULAIZER PARDO ID WEB 2.0 DE RÓMULO PARDO URÍAS

EN VÍAS DE UN PERFIL CIENTÍFICO-HUMANISTA, ARTÍSTICO-CULTURAL
Y LECTOGRAMÁTICO. CIUDADANO MEXICANO GLOBAL 2.0

Rómulo Pardo Urías

Este trabajo fue presentado en la Experiencia Educativa Veracruz Contemporáneo impartida por el catedrático Alejandro Mariano Pérez.

5.3.1 Introducción

A continuación realizaré un breve análisis y balance somero del espacio municipal del Puerto de Veracruz en su dimensión contemporánea, considerando su devenir histórico partiendo del porfiriato hasta la primera mitad del siglo XX. Considerando la complejidad social, económica, política y cultural, abarcaré en este ensayo tales dimensiones para dar cuenta, en esta aproximación, de la riqueza histórica del espacio-tiempo que me atañe, valorando la puesta en escena de la historiografía y de los recursos bibliográficos que organizan esta búsqueda e investigación.

De esta manera, partiré de un breve balance del porfiriato en el estado de Veracruz para localizar aquellos elementos propios de un ethos que será objeto de transformaciones a partir de la revolución y que dará sustento al desarrollo histórico de Veracruz en la primera mitad del siglo XX.

5.3.2 El porfiriato en Veracruz, una panorámica, 1876-1911.

Ya desde antes del Plan de Tuxtepec y su alzamiento como presidente de México, Porfirio Díaz contaba con el apoyo de distintas personalidades de la vida social y política de Veracruz. El caso particular que rescata Karl B. Koth[1] es el de Teodoro Dehesa, quien fungiera como gobernador de Veracruz desde 1892 y hasta 1911. En términos políticos habrá también otros actores importantes al momento que Díaz se alza con su triunfo sobre Lerdo de Tejada, como Francisco Landero y Coss o Juan de la Luz Enríquez, quien fuera el gobernador del estado, antes que Teodoro Dehesa, desde 1884 y hasta su muerte en 1892 cuando pretendía reelegirse. Por otra parte, hay aspectos económicos cruciales que marcan la vida total del estado. Siguiendo la lectura de Michael Ducey[2] hay tres factores importantes para el desarrollo económico de Veracruz durante el porfiriato: la modernización de los transportes, los cambios en el mercado internacional y la consolidación de un nuevo marco jurídico y un orden político confiable. Por su parte, Heather Fowler Salamini[3] apunta el descubrimiento de petróleo, la explotación de maderas raras y una variedad de frutas tropicales en tanto motores que activan una transformación del sector económico. Existe así una coyuntura entre el programa político nacional encabezado por Díaz, modernizador e industrializador, y el que se desarrolla en Veracruz con Dehesa como portavoz.

Hacia 1890, siguiendo a Fowler, llegan a Veracruz distintas inversiones extranjeras, pero retomando a Ducey, serán dos hechos previos al porfiriato los que den una solides inusitada al desarrollo veracruzano del porfiriato: el nuevo código civil de 1870 y la conclusión del Ferrocarril Mexicano en 1873. El cuadro que se puede reconstruir con estos autores remite a las inversiones extranjeras que afectaron no sólo el terreno del desarrollo de la infraestructura, sino también permitieron un auge industrial en Córdoba y Orízaba, pero igualmente lograron una modernización de las actividades agrícolas con el sistema de plantaciones. El argumento de Ducey es contundente, aquel referido a la modernización del transporte, pues esta situación trajo como ventaja la consolidación de un mercado nacional, un abaratamiento de los costos de traslado de las mercancías, pero también una reducción de tiempos de traslado. En este caso resulta importante notar cómo se implementan las vías férreas a lo largo del estado a partir de 1873 con la construcción de los ferrocarriles Interocéanico que conectaba Veracruz-Xalapa y D.F., el Nacional de Tehuantepec que unía a Coatzacoalcos con Salinas Cruz, la línea Veracruz-Istmo conectando Córdoba con el Ferrocarril Nacional de Tehuantepec y con la línea entre Veracruz y Tierra Blanca. Retomando a Ducey hacia 1880 serán los beneficios de café los que se modernicen proyectando así mismo un incremento en el proceso de industrialización en las ciudades de la región centro como son Xalapa, Orizaba, Córdoba y el propio Puerto de Veracruz. Al respecto, la modernización del Puerto se iniciará hacia 1882 pero los principales trabajos serán realizados a partir de 1895 por la compañía de Weetman Pearson, con lo que se consigue un mejoramiento en la infraestructura y la creación de bodegas para el almacenamiento de los productos perecederos que podían ser ahora refrigerados. Así mismo, otros puertos tendrán un incremento en sus actividades entre los que destacan Tuxpan, Tecolutla, Alvarado y Coatzacoalcos. Dentro de la industria en 1892 Díaz inaugurará la fábrica textil de Río Blanco y en 1897 la planta hidroeléctrica de Río Grande, en la región de Orizaba, pero también estará la Coompañía Industrial Veracruzana, con capital francés y alemán, instalada en Necoxtla y la fábrica de Santa Rosa de estampado y producción de hilo. Retomando a Koth para 1895 se contabilizarán en Veracruz 465 establecimientos de manufactura en Veracruz con un capital de 4.3 millones de pesos y una producción, entre otros artículos, de cigarros y cigarrillos, madera y productos del mar. Esta situación habla también, de la vitalidad y trascendencia del comercia durante este período. En ese sentido, la actividad económica aumentacolas con el sistema de plantaciones. El argumento de Ducey es contundente en tantotores, es que la inversito: el nuevo ccara elpolídde dedededede¡’0987jjjjk de la mano de la producción y del proceso de industrialización desarrollado a partir de las vías férreas y la sustitución tecnológica de la fuerza animal a la máquina de vapor y posteriormente eléctrica. El caso más notable será el de Orizaba, pero es posible, siguiendo a Ducey, notar cómo los centros fabriles se localizan estrechamente vinculados a las rutas ferroviarias.

Por otra parte, las condiciones agrícolas mejoran y Fowler habla de un boom agroproductivo a partir de 1890, donde se transforma la hacienda tradicional en plantación modernizada para el cultivo y producción de café, tabaco, algodón, caña de azúcar, vainilla, entre otros productos. Esta situación trae consigo un aumento de inversiones extranjeras encontrándose distintas empresas, petroleras y agroindustriales, como lo son: la empresa el Águila de Weetman Pearson, la de Edward Doheny Huasteca Petroleum Company, la Southern Oil and Transport, la Bostón Pánuco Oil, la Texas oil o la Penn-Mex Oil, dentro de las dedicadas al petróleo, y la Gulf Coast Plantation Company y la Tabasco Plantation Company, en el Istmo como empresas extranjeras agroindustriales.

Otro elemento crucial será las formas de tenencia de la tierra, que a partir de las leyes liberales y el proyecto que anuló las formas de posesión comunal, significo una serie de conflictos armados encabezados por indígenas, pero también representó una oportunidad para que un pequeño grupo de personajes se hicieran con los mejores y más extensos terrenos del estado. En este punto la comprensión del sistema porfirista, como lo esquematiza Koth, es importante por el nexo entre terratenientes, militares y jefes políticos, ósea las élites oligárquicas regionales que se articulan con el centralismo político de Díaz. En este sentido, el régimen porfirista se mantiene articulado por militares, gobernadores y jefes políticos, con la peculiar concentración del poder federal en Díaz considerando que “el régimen fue constituido alrededor del apoyo incondicional que Díaz dio a sus gobernadores, y a cambio del cual ellos lo apoyaron… [mientras que]…los gobernadores hicieron lo mismo con respecto a las instituciones y oficinas estatales, nominando a los miembros para los puestos legislativos, judiciales y municipales”.[4] Este hecho acompaña a la parcelación de la tierra derivada de la Ley Lerdo de 1856 y fortalecida en la Constitución de 1857. En ese tenor, Dehesa continua el proceso de parcelación de la tierra bajo el esquema liberal que busca consolidar la propiedad privada, individual y transparente, según Ducey, en una palabra moderna. Las pugnas por la tierra serán un importante factor para las luchas campesinas e indígenas, sobre todo las Totonacas de 1892 y 1896, y las Popolucas de Acayucán en 1906. Pero en términos de los propietarios que saldrán beneficiados Fowler da una lista muy corta pero notable de personajes de la época que obtienen privilegios en cuanto a posesión de tierras. Se trata de empresarios mexicanos que acumulan tierras como José Limantour, Manuel Romero Rubio, el propio Teodoro Dehesa, y los latifundistas Felipe Martell, Juan Cházaro, Carlos David Ghest y Lucía Laysequi de Wiecherg. En el primer de los casos estaremos hablando de personalidades del ámbito político, involucrados en la vida y el régimen porfirista, que han obtenido, de una forma u otra, una tajada del pastel regional. Pero esta política liberal, donde prima la propiedad privada individual en aras del incremento productivo, deja de lado a la población indígena y rural que según Fowler era hacia 1890 el 78% de la población total del Estado de Veracruz. Al respecto destaca que las formas de tenencia de la tierra afectan a la población rural creando, como vimos, a una élite terrateniente que se hace del control político y económico. Esta población rural, que Fowler estudia a profundidad, estará constituida por peones acasillados (aquellos que trabajaban como peones de una hacienda particular), los campesinos libres, que podían ser minifundistas, arrendatarios, medianeros o jornaleros (todo en función de sus formas de actividad agrícola y su centro de trabajo, su posesión de tierras o situación legal frente a algún patrón), frente a los terratenientes y latifundistas y las empresas agrícolas como ejes de poder político, económico y productivo en función de la región y de los productos agrícolas.

En cuanto a la estructura institucional y política es relevante hacer mención del papel que tendrán los jefes políticos en tanto cabezas de la organización política cantonal, forma de división territorial que integrada a los municipios[5] mantendrá el orden y la Pax porfiriana. Retomando a Karl Koth se logra localizar que los jefes políticos “pasaron de ser los guardias en contra de la pesada mano del gobierno central, a volverse los representantes locales de éste, con roles parecidos al del intendente en Francia, España o Nueva España”,[6] con lo que se mantenía articulado el sistema político entre todas las unidades de organización política. De esta suerte, los jefes políticos representaban un sistema de autoridad local con acceso al presidente y controlaban a la policía y los rurales en caso de que se requiriera el uso de la fuerza pública. Y esto permitía, volviendo a la interpretación de Ducey, que el Estado y sus servicios fueran más confiables en términos de seguridad y justicia, además de que se conseguía con este tipo de mecanismos un marco jurídico propicia para inversionistas por la estabilidad social. Si como vimos las inversiones extranjeras permitieron el crecimiento del estado, será desde 1884 con la implementación de un código mercantil moderno y la creación de instituciones de crédito modernas (como bancos privados y del Estado), que se localiza un apoyo franco a los inversionistas, representado claramente en el apoyo que Teodoro Dehesa ofrece al promover políticas fiscales a favor de los productores y exportadores de café, azúcar, tabaco y frutas.

[7] Finalmente hacia el final del siglo XIX y principios del XX existirán manifestaciones claras en contra del régimen oficial como lo muestra el reconocimiento de las revueltas en Papantla entre 1892 y 1896, y las acaecidas en Acayucán en 1906. En ambos casos indígenas, estas rebeliones abren, como antecedente directo de las movilizaciones campesinas y del alzamiento revolucionario, la ruta que marcará el inicio de las expresiones de inconformidad frente al ethos porfiriano.

5.3.3 Modernización y transformación: el Puerto de Veracruz durante el porfiriarto

Retomando el rescate emprendido por Bernardo García Díaz[8] podemos armar un esqueleto temporal y de acontecimientos ocurridos en el puerto de Veracruz, los cuales se sintetizan en el impulso modernizador que los comerciantes de dicha localidad buscaron a toda costa. Existían en ese punto dos motivaciones importantes: la nacional, que era introducir a México en el circuito del mercado mundial, y la local, mejorar las condiciones portuarias para el incremento de la actividad comercial. Pero había más que buenas intenciones, pues desde 1880, cuando se inició el derrumbe definitivo de la muralla del Puerto, motivada por la mejora de condiciones higiénicas y la mejora de la ventilación, se preveía una nueva época promisora para el Puerto. El entonces alcalde de Veracruz Domingo Bureau, que fue reelecto en 1883, fue quine inicio las obras de ensanchamiento y limpieza de la bahía, además de las tareas de demolición mencionadas. Con la concordancia del proyecto nacional de Manuel González, la modernización del Puerto de Veracruz era una tarea principal y de suma importancia, inscrita en el proyecto de modernización de los puertos del país. Fue encomendada al ingeniero Luis E. Villaseñor la empresa de los trabajos hidrográficos y James D. Eads realizó el presupuesto y la cartografía de las obras. En 1882 dan comienzo los trabajos de modernización y en 1883 fueron concesionadas al ingeniero Thiers. Los trabajos consistían en mejorar la rada para la llegada de embarcaciones de mayor calado, especialmente los buques de vapor que sustituían rápidamente a los cargueros y embarcaciones de vela, con cambios inmensos en sus dimensiones. Por ello era preciso que la zona a atraco de los barcos tuviera mayor profundidad para de esa forma solventar el tráfico marítimo. Pese a los buenos intentos, para 1885 las actividades fueron paralizadas por una orden federal, pero en 1887 se realizó un nuevo contrato con el hombre de negocios, oriundo de Xalapa, Agustín Cerdán, quien construyó el dique noroeste.

No será hasta 1895, de la mano del capital británico de Weetman D. Pearson, que el Puerto finalmente consiga el impulso necesario para realizar su modernización. Pearson era un distinguido empresario y hombre de negocios en diversos ramos de la economía finisecular decimonónica, entre ellas el petróleo, con su compañía El Águila, además de ser contratista e invertir en tranvías, manufacturas, ferrocarriles, plantaciones de guayule y energía eléctrica, sin olvidar su interés importante en la explotación de recursos naturales en el contexto expansivo mundial del capitalismo. La modernización figurada por Pearson incluía una dimensión exterior, con diques y rompeolas, y una modernización interior, con muelles y malecones, el dragado de la bahía y canales de navegación. La llegada del capital británico trajo consigo la instalación de una colonia británica en Veracruz, donde empleados y obreros calificados, como buzos, sostenían una vida mucho mejor en calidad por contar con energía eléctrica en sus hogares y un sistema sanitario eficiente.

Además de las obras del puerto, la Pearson & Son se encargó del saneamiento de la ciudad: introdujo agua potable y alcantarillado, modernizó los tranvías, mejoro la iluminación y el alumbrado público, además de encargarse del manejo de la terminal de ferrocarril.

Fue en 1902 que Porfirio Díaz, presidente de México, inauguró las obras, las cuales incluían el funcionamiento de 4 muelles: el Fiscal, el del ferrocarril Mexicano, el del ferrocarril Interocéanico y el de Alvarado. El proceso, además, incluyó fenómenos sociales y demográficos importantes, especialmente considerando que para 1877 el Puerto contaba con 10,000 habitantes y para 1884 ya tenía 24,000 mientras que en 1900 sumaba 29,000 y para 1910 alcanzaba los 50,000. Estas cifras hablan nítidamente de cómo la modernización implicó un proceso de auge migratorio, incremento demográfico y también la integración de un núcleo urbano, divido anteriormente en intramuros y extramuros, logrando mostrar, de igual forma, una fisonomía social diversa: los comerciantes, empresarios, dueños de negocios y establecimientos, quienes representaban un conglomerado social económicamente capitalista, pudiente, adinerado y con gran influencia en los proyectos políticos y de transformación de la infraestructura portura; frente a las clases más desprotegidas y menos favorecidas económicamente quienes dotaban al Puerto de una vida social y cultural, de la mano de la fiesta y divertimentos múltiples, de una alegría y carácter peculiar, característico de los porteños en tanto personas que gozan, que son solidarias, que ríen y son bullangueros y bulliciosos, pícaros y desenfadados.

En el sentido demográfico, se intensificaron los flujos migratorios, especialmente de Puebla, Oaxaca y el centro del país, pero predominaron los movimientos y olas migratorias del interior del estado de Veracruz. García Díaz rescata, por ejemplo, las olas de migración provenientes de Xalapa, Orizaba, Córdoba, Alvarado, Tlacotalpán, Medellín y Soledad de Doblado. Así mismo, los movimientos demográficos provinieron de otros países con importantes colonias extranjeras que se asentaron en el Puerto, las cuales aportaban capitales y flujos mercantiles importantes para la vida económica. Dentro de las distintas naciones que contaban con alguna colonia en Veracruz García Díaz localiza a España, Francia, Cuba, Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos. Además cabe recordar que entre 1881 y 1883 hubo una importante migración italiana, con 2,5000 migrantes, que llegan a Veracruz a fundar colonias agrícolas. De todas estas colonias extranjeras, la española era la más importante, no sólo en cifras demográficas sino también comerciales. Para 1877 existían 900 habitantes españoles en Veracruz, mientras que en 1887 había una colonia de 2,628 y en 1910 la colonia hispana abarcaba 5,329 personas. De esta forma, los españoles “se instalaban en las plazas comerciales de mayor movimiento para dedicarse a los negocios”[9] destacando la Ciudad de México y el Puerto de Veracruz como los primeros asentamientos de la colonia española durante el porfiriato. Desde 1866 existía y funcionaba la Beneficencia Española que daba servicios médicos y desde 1864 también funcionaba el Centro Mercantil o Casino Español, el cual era una sede de convivencia de la gente elegante, de la aristocracia comercial porteña.

Otra gran afluente de colonos estaba representado por los cubanos quienes aportaron mucho al quehacer tabacalero y a las plantaciones cañeras, dentro del trabajo agrícola y el medio rural. Además, la música que trajeron consigo, especialmente el danzón y el son caribeño, influyó sumamente en los sones sotaventinos. Cubanos y porteños compartían, además, rasgos y tipos sociales: fiesteros, bailadores, alegres, inmersos en un mundo náutico. La cercanía histórica del Puerto de Veracruz con el Caribe, además, era un rasgo particular en esta colonia. Los cubanos aportaron músicos y bailarines al mosaico social porteño, y desde 1871, con la fundación del Club Unión Cubana, la colonia cubana en México se inclinaba a favor de la independencia de Cuba, elemento político que esta colonia mantuvo presente aún en la lejanía de las tierras del nopal.

El fin de siglo XIX mostró la importancia de los cafés y otros centros de socialización, como el de La Parroquia, El Diligencias o el De Oriente. Para 1899 hubo una rotunda manifestación de apoyo a la candidatura de Porfirio Díaz a la presidencia de la República. Para ese momento el Puerto de Veracruz contaba con la prominencia comercial derivada de los trabajos de modernización. En 1898 apareció el periódico El Dictamen Público, que se transformó en el decano de la prensa nacional. Pero en 1900 se suscitó una huelga de migrantes italianos y el Teatro Coliseo sufrió un incendio, además de que el teatro Juan de Dios Peza fue inaugurado. Cuando en 1902 Díaz vistió el Puerto para inaugurarlo, ya concluidos los trabajos de modernización, las condiciones urbanas, comerciales, demográficas y sociales de la plaza porteña eran otras a las de 10 años atrás.

El auge comercial del puerto incluía la exportación de mercancías, dentro de las cuales podemos detectar la de café, azúcar, pieles curtidas, maderas finas y tabaco. En 1906 se fundó la Compañía Terminal de Veracruz, la cual representaba la unión de las 4 líneas de ferrocarriles en el Puerto: el ferrocarril Mexicano, el ferrocarril Interocéanico, el ferrocarril Istmo-Veracruz y el ferrocarril Veracruz-Alvarado. En ese momento, el Puerto de Veracruz era una nueva ciudad, debido a los trabajos de modernización, que además le arrancaron al mar un cierto número de terrenos donde fueron construidos edificios públicos que dieron una apariencia renovada a la ciudad. Dentro de estos edificios localizamos al de la Aduana Marítima, el de Correos y Telégrafos, el Edificio de Faros y la Estación Terminal de Ferrocarril, todos proyectos de Salvador Echegaray, moldeados por una homogeneidad neoclásica en el conjunto arquitectónico. Estas edificaciones dieron lugar, posteriormente, a la construcción de la Plaza de la República, haciendo de la plaza porteña un lugar remozado y atractivo para los pobladores locales y para los visitantes foráneos. Otros hechos urbanos y sociales de relevancia fueron la fundación, en 1910, del Colegio Preparatorio y el renovado impulso de la Biblioteca del Pueblo, fundada en 1871. La expansión urbana se inclinó sobre todo hacia el suroeste y el noroeste, en las zonas de los barrios extramuros como la Huaca o el del Caballa Muerto, derivando en importantes centros de cultura popular donde se bailaba danzón y huaracha y se jugaba béisbol.

En esa medida, la modernización durante el porfiriato cambió sustancialmente la fisonomía del Puerto, incluyendo el uso generalizado de energía eléctrica para el alumbrado público y de las distintas casas, además del cambio en el transporte público que a partir de 1908 se compuso de una red de tranvías eléctricos. El problema del agua potable, otra constante histórica en el proceso de urbanización, fue resuelto con la obtención del recurso acuífero desde el río Jamapa y el desarrollo de una red de alcantarillado con 55 km de atarjeas y tuberías que lograban mejorar las condiciones sanitarias al arrojar las aguas negras al mar. Así mismo fue posible la pavimentación de las calles principales. Las medidas de saneamiento implicaron también la lucha contra la fiebre amarilla, que en 1903 obligó a las autoridades a emprender la Campaña de Defensa Contra la Fiebre Amarilla, generando una movilización de higiniestas, médicos y otros funcionarios políticos, en vías de contra restar los efectos negativos de una posible epidemia de esta enfermedad mortal transmitida por los mosquitos al ser humano.

5.3.4 El momento de la revolución y las primeras décadas del siglo XX

El inicio del siglo XX en el Puerto de Veracruz quedó marcado nítidamente por las contradicciones sociales, económicas y políticas, heredadas del antiguo régimen porfirista. En esa medida, y siguiendo el comentario historiográfico de José Gaudencio González Sierra[10], las primeras 4 décadas del siglo XX estuvieron permeadas, en principio, por el trance revolucionario maderista de 1910, la instalación del gobierno constitucionalista de Carranza en 1915, la rebelión delahuertista y el movimiento inquilinario de 1922. El panorama social y político de las primeras décadas del siglo XX estará acompañado de organizaciones sindicales –anarquistas, socialistas y comunistas-, huelgas de trabajadores y una creciente movilización social además del encumbramiento del tejido cultural, con Agustín Lara o Toña la Negra en la escena musical y la práctica del béisbol como un deporte de masas distinguido que trajo consigo a espléndidos jugadores cubanos al Puerto.

En septiembre de 1910 y de la mano del aparato oficial, fueron celebradas las fiestas del centenario de la independencia de México, sin olvidar que ya existían distintos sectores sociales inconformes y en clara tendencia de oposición al régimen de Díaz. La revolución de noviembre, maderista, estalló como consecuencia de una crisis política por la sucesión presidencial, con el lema de sufragio efectivo no reelección, aclimatándose a una serie de conflictos sociales por el desarrollo acelerado y modernizador para incrustar a la economía mexicana en el mercado internacional, pero olvidando que las coyunturas de la economía internacional implicaban fluctuaciones riesgosas para economías menores como la mexicana. Aunado a eso se vivían momentos de gran desigualdad social y económica, agudizadas por crisis de subsistencia y malas cosechas de 1908, año en el que aumentaron los precios de los productos básicos.

La formación en 1909 del Club Antirreeleccionista encabezado por Francisco I. Madero era sólo un síntoma del ethos que estaba a punto de modificarse en el movimiento histórico revolucionario mexicano. Madero visitó el Puerto de Veracruz ese mismo año, contando ya con una apoyo importante de ciertos sectores de la población. En ese sentido el papel de la prensa fue muy importante y como anota González Sierra “Se han documentado con suficiencia que las ideas incubadas, generadas y difundidas por el núcleo de lo que fue el Partido Liberal Mexicano, fundado en San Luis, a la vuelta del siglo arraigaron en tierra fértil en buena parte de la República, en espacial en Veracruz. Proliferaron grupos que se articularon en torno a la discusión de las ideas generadas y transmitidas por los periódicos liberales y los efectos de ese activismo no tardarían en hacerse sentir de manera luminosa pero también trágica”[11]. Cuando finalmente estalló la revolución el 20 de noviembre de 1910 y Díaz se vio obligado a renunciar a la presidencia, fue el Puerto de Veracruz el que despidió a Díaz, en mayo de 1911, cuando el general que había gobernado México por más de 30 años partía al exilio en el buque Ypiranga. El mismo año de 1911 Félix Díaz se levanto en Veracruz contra el gobierno de Madero en Octubre. El álgido momento revolucionario fue olvidado, o trascendido, cuando en 1914 se suscitó la invasión norteamericana, derivada de la oposición del gobierno estadounidense al régimen de Victoriano Huerta, consagrador del golpe de estado donde Madero perdió la vida y el régimen contra revolucionario y reaccionario se alzó con el triunfo gubernamental. El presidente Woodrow Wilson en 1913 sostenía abiertamente su postura contra el gobierno de Huerta y se planeó la invasión a México para presionar al gobierno a un cambio más inclinado a la tendencia constitucionalista de Carranza. Ese mismo 1913 frente a la amenaza y posibilidad de la invasión norteamericana se creó en el Puerto la Sociedad de Voluntarios del Puerto de Veracruz a cargo del capitán Manuel Contreras, cuya obligación era combatir al invasor. La invasión norteamericana se llevó a cabo en abril de 1914 y aunque la ciudadanía actuó de forma heróica no pudo evitar la caída. La estancia de tropas estadounidenses en Veracruz duró 7 meses, una vez que Huerta abandonó el país y Carranza fue elegido presidente constitucionalista de México. De la mano de este triunfo también existió, con el movimiento de los hechos nacionales, la instalación de la capital del país en el Puerto, a raíz de la ruptura entre los constitucionalistas, los villistas y los zapatistas, hecho que en 1915 trasladó el gobierno de Carranza a la plaza porteña. Así, en 1915 Carranza expidió la Ley Agraria en Enero, ya instalado en el Puerto, donde fue muy bien recibido. La Ley incluía la devolución de tierras y el derecho a todos los campesinos de poseer un pedazo de tierra. Cándido Aguilar, entonces gobernador del Estado, aprobó leyes favorables a los trabajadores desde 1914. Pero la crisis económica y una baja producción agrícola, la cual trajo problemas de abasto, aunado a un exceso de circulante que genero una inflación, propuso un escenario favorable al estallido de una huelga obrera en ese mismo año. Para agosto de ese mismo año los carrancistas, de la mano de los triunfos militares de Álvaro Obregón, recuperaron la ciudad de México y el gobierno de Carranza volvió a la antigua capital, no sin que el Puerto y su gente dejará en él nítidos recuerdos de una bonanza y un auge sin igual.

5.3.5 La primera mitad del siglo XX en el Puerto de Veracruz: agitación social, sanidad y cultura

Al iniciar los años 20 del siglo pasado surgieron dos problemas de saludad importantes, un contagio múltiple de peste bubónica y otro de fiebre amarilla. El efecto de la primera guerra mundial fue desastroso para la economía y el comercio, así que se trataron de años de vacas flacas. Los primeros casos de peste se detectaron en 1920, en el mes de mayo. Fue el doctor Octaviano González Fabela el encargado de ejecutar una campaña contra la peste, frente al riesgo de una epidemia. Llegaron vacunas de Nueva Orleans y del Instituto de Bacteriología de México y se estableció una cuarentena sanitaria, similar a una dictadura estricta. La cuarentena declarada en Veracruz impicó el cierre del puerto y la prohibición de la entrada y salida de ferrocarriles. El peligró duró hasta junio cuando se logró erradicar la sepa de peste, pero para el mes de julio era la fiebre amarilla la que entraba en escena y generaba, nuevamente, una alarma sanitaria y una acción gubernamental. Considerando las condiciones antihigiénicas del puerto, la fiebre amarilla se propagó con distintos focos de infección y produjo que el 1 de septiembre de 1920 iniciara la campaña contra fiebre amarilla a cargo del doctor Juan Graham Casasúz. En 1921 se implementó una campaña permanente contra la fiebre amarilla con el convenio entre el Departamento de Salubridad y el International Health Board de la Rockefeller Foundation. Las condiciones higiénicas y sanitarias del puerto volvieron a traer, el iniciar la década de los 20, la necesidad por mejorar el espacio urbano en términos sanitarios y reducir los riesgos de enfermedades contagiosas y epidemias.

1922 fue también un año particularmente movido en términos sociales con la explosión del movimiento inquilinario en el Puerto bajo la dirección de Herón Proal. Para Bernardo García Díaz es posible hablar de un bienio rojo, el de 1923-1924, donde las clases subalternas se movilizaron a través de uniones, ligas, sindicatos, confederaciones y otro tipo de agrupaciones de carácter anarco-sindical. El entonces gobernador Adalberto Tejeda (con dos periodos en la gubernatura el de 1920-1924 y el de 1928-1932) fomentó un clima de lucha social y estaba del lado de ideas radicales, teniendo en cuenta un proyecto de transformación social para el estado de Veracruz. En febrero de 1922 Rafael el Negro García, propone crear una organización de inquilinos en vías de consolidar una ley inquilinaria opuesta a los casatenientes y sus intereses arrendatarios. El Dr. Reyes Barreiro fue nombrado dirigente del sindicato de inquilinos, pero Herón Proal hizo acto de aparición y denunció que la reunión del Negro García era una maniobra para detener el verdadero movimiento inquilinario independiente. Proal convocó a un mitin la noche siguiente en el parque Juárez y desde ese momento se convirtió en el portavoz y líder del movimiento inquilinario. La rebelión y lucha inquilinarias fue llevada a cabo sobre todo por mujeres, especialmente por las prostitutas del Puerto, quienes eran explotadas y debían cubrir una doble tarifa, la doméstica y la comercial. La lucha desembocó en actos violentos y tumultuosos al grado que intervino el gobierno federal, capturando a Proal y a otros líderes, frente a actos de ataque a oficiales militares. Pero en 1923, cuando parecía acallado el movimiento inquilinario, estalló una huelga general donde se solidarizaron diversos y heterogéneos grupos de trabajadores. Las organizaciones obreras del momento estaban divididas entre la Federación Local de Trabajadores de Veracruz y la Liga de Trabajadores de la Zona Marítima, la primera afiliada a la Confederación General de Trabajadores y la segunda a la CROM. Ambas coincidían en una actitud anticlerical y exigían demandas de mejoras en el salario y remuneración de la jornada de trabajo y mejores condiciones de vida para los obreros. No olvidemos que el ambiente anticlerical fue consagrado en 1926 con la suspensión del culto católico por Plutarco Elías Calles. La huelga de 1923 fue apoyada por la Federación Local y encabezada por los contingentes electricistas de la Mexican Light and Power quienes desarrollaron maniobras de sabotaje de instalaciones y causaron desperfectos en la red eléctrica, que alteraron el orden público y las actividades generales portuarias. El 20 de agosto de ese año la huelga alcanzó el apoyo de panaderos, tabaqueros, molineras, cargadores, abridores de comercio, carretilleros y albañiles, tablajeros, trabajadores de la fábrica de hielo La Moctezuma, obreros de la fábrica de velas, locatarios del Mercado Fabela y el del Sindicato de Empleados de Tranvías, además del ahora disminuido pero no menos importante Sindicato Inquilinario. Aunque las demandas eran claras y la ciudad portuaria sufrió distintos efectos negativos por las acciones de la huelga, las albores se reanudaron y la huelga se levantó después de 2 semanas por falta de recursos de los huelguistas quienes negociaron, con garantías desfavorables a su causa, el regreso a las actividades.

Finalmente, a fines de ese 1923 se suscitó la rebelión delahuertista, encabezada por Adolfo de la Huerta quien era el candidato oficial del Partido Nacional Cooperatista. Su levantamiento contra el gobierno frente a la sucesión presidencial de 1924 buscaba luchar contra el caudillaje de Obregón y la imposición de Plutarco Elías Calles como candidato y próximo presidente de México. Diversos sectores veracruzanos apoyaron a de la Huerta viendo la posibilidad de remover el gobierno del coronel Tejeda. En ese mismo punto, las luchas agraristas cobraban auge en el estado, y la tendencia delahuertista era antigrarista y conservadora, al grado de que cumplió con el asesinato de distintos dirigentes agrarios, campesinos y populares, como Rodríguez Clara, Feliciano Ceballos y José Cardel. Si bien e la Huerta no obtuvo los beneficios que buscaba al levantarse y oponerse al gobierno, logró generar una simpatía por las alas y sectores conservadores de la sociedad veracruzana.

Ante este escenario convulso debemos aclarar que no todo fue movilización social, enfermedad, muertes y desastres en el puerto, pues en 1925 se celebraron por primera ocasión las fiestas del carnaval de Veracruz como una fiesta del pueblo para el pueblo, antes de los días en los que inicia la cuaresma. García Díaz señala con claridad que fue idea de los clubes y asociaciones pudientes del Puerto la idea de realizarlo año con año, especialmente de la Cámara de Comercio, la Sociedad Española de Beneficencia, la Cruz Roja, el Real Club España, la Lonja Mercantil, el Club Rotario, el Círculo Español y el periódico el Dictamen. La población porteña pudo con el carnaval darle cause a sus raíces y vocación festiva y generar un espectáculo de interés turístico, convirtiéndolo en una celebración famosa a nivel nacional e internacional. En el primer carnaval la presencia de comparsas extranjeras fue importante, como lo ejemplificaron las comparsas siriolibanesa, cubana, china, alemana y británica. Esto va de la mano con el incremento del turismo como actividad profesional, mercantil y comercial, que en el transcurso de la tercera década del siglo XX generó en Veracruz otro cambio de fisonomía para la ciudad y las actividades que ahí se desarrollaron. El aprovechamiento de la temporada primavera/verano, de la temporada de ascenso del calor, fue un cambio de mentalidad para el turista que se alejó de los modelos anteriores históricamente del viajero. Además el turismo fue implementado como parte de un espíritu higienista y deportivo muy acorde con el desarrollo del siglo XX. De esta forma se instalaron los primeros clubes de natación en 1924 y para 1926 el Puerto de Veracruz contaba con visitantes foráneos por 6000 personas, mientras que 4 años después, en 1930 los turistas se contaban en 8000 personas. Los balnearios más famosos de ese entonces fueron el Club Veracruzano de Regatas, el Villa del Mar y el Nereidas. Pero en 1926 aconteció un ciclón que destruyó la infraestructura de estos lugares, especialmente el balneario Villa del Mar y el Club de Regatas.

Otro aspecto cultural importante fue el desarrollo deportivo del béisbol que desde 1929 contaba con la Confederación Veracruzana de Béisbol y albergaba a 63 clubes. El primer partido oficial de este deporte en Veracruz se registró en 1903. Pero en 1935 fue construido el Parque Deportivo Veracruzano donde pudo finalmente albergarse al conjunto del Águila de Veracruz, cuya construcción fue respaldad por el alcalde Santos Pérez. El intercambio con peloteros cubanos, la raigambre popular del juego, el ser un evento de masas, construyó una identidad porteña en torno al rey de los deportes. En 1937, cuando el jugador de béisbol cubano Martín Dihigo llegó al Puerto y fue recibido excepcionalmente, el equipo del Águila se coronó campeona.

En el mismo tenor cultural, la presencia de Toña la Negra y de Agustín Lara, quienes despuntaron en la farándula nacional e internacional al iniciar los años 30 del siglo XX, son ejemplos nítidos de las tradiciones recuperadas desde el son y la rumba, desde el danzón y los ritmos más melódicos del bolero, que dieron una identidad popular y grandiosa a los veracruzanos. Ejemplo de eso es la canción Veracruz de 1936, donde Lara consagra la magnificencia tropical y romántica del Puerto, proyectándolo a una escala mundial y nacional sin precedentes.

Finalmente, debemos anotar que en 1939 la llegada de los refugiados republicanos españoles fue un hecho que marcó del rumbo nacional, pero que en el marco de las actividades del Puerto dejó una huella importante, pues se reconoció la hermandad entre españoles y mexicanos, los lazos, otrora destructivos, fueron sustituidos por lazos fraternales y solidarios, que no incluyeron exclusivamente la migración de grandes cerebros e intelectuales españoles (los cuales fueron de vital importancia para la cultura e intelectualidad mexicana del siglo XX), sino también a obreros, profesionistas, agricultores y otro gran sin número de hombres con múltiples ocupaciones que representaron una fuerza de empuje para la economía mexicana en el momento del cardenismo y después de él.

5.3.6 Conclusiones

El bosquejo histórico logrado hasta aquí sobre el Puerto de Veracruz si bien es parcial y no abarca la totalidad del siglo XX permite figurar ciertas hipótesis historiográficas: primero que nada la transformación y modernización del Puerto durante el porfiriato consiguió brindarle una prominencia económica y comercial, a la par que fue encauzando los derroteros a través de los cuales se suscitó el proceso mayor de urbanización e higienización de la ciudad. No obstante el auge comercial y económico, que dieron al Puerto el titulo de la primera aduana comercial del país, las desigualdades sociales fueron dúctiles a explosiones de movimientos sociales y configuraron, a la par, una cultura popular densamente poblada de figuras y motivos, caracterizando al jarocho como un ser alegre, bailador y divertido, desenfadado y ligero, que disfrutaba del danzón y otras formas de la cultura popular como coplas, cuentos y chistes picantes. El contraste social además permite localizar nítidamente a los estratos extranjeros de la sociedad porteña del siglo XX, donde las colonias alemanas, españolas, cubanas, británicas o estadounidenses, fungieron como grandes inversores de capitales y movilizaron la economía a la par que dieron fisonomía propia y particular a la clase aristócrata. En contra posición podemos observar los movimientos sociales, anarcosindicales y de orden proletario comunista, que fueron el contra peso de las clases pudientes y que representaron una herencia viva de la desigualdad del antiguo régimen porfirista, consiguiendo ser un sujeto histórico en el momento revolucionario que cristalizó nítidamente en el cardenismo y la formación del PRM donde la base obrera sindical fue crucial para cifrar la instauración del corporativismo presidencial del que nos habla González Sierra. En esa medida, la vida del puerto se intensificó por la modernización, pero también la vivencia de epidemias y enfermedades contagiosas planteó problemas y retos en la salud pública que debieron atenderse desde la trinchera asistencial y con programas y políticas de salud importantes. La posibilidad interpretativa del Puerto de Veracruz como centro urbano en el siglo XX estriba en su dimensión de centro comercial, como puerta principal de la economía extranjera que ingresa a México y como un conglomerado poblacional multicutural, tanto en términos inherentes como en términos de los grupos extranjeros que ahí se instalaron. De tal forma, la diversidad cultural del Puerto estuvo muy influenciada por expresiones culturales, sobre todo musicales, deportivas y literarias, que venían allende el mar y que fueron constituyendo una argamasa del tejido social.

No es extraño, en otro sentido, entrever que la relevancia del Puerto de Veracruz incide en la dimensión social, siempre que eventos trascendentales para la vida pública mexicana ocurrieron ahí: el exilio de don Porfirio Díaz y otros connotados porfiristas, la capital constitucionalista de Carranza, la migración cubana y la consagración de las fiestas del carnaval, la concreción de un centro turístico, culminando, para el caso de este trabajo, en la llegada de los republicanos españoles. El valor histórico del Puerto de Veracruz en el siglo XX estuvo íntimamente relacionado con el desarrollo del itinerario político, tanto nacional como estatal, por la relevancia económica que esta plaza ostentaba y ostenta. En esa medida, el valor histórico de la plaza porteña es indisociable de su valor productivo, especialmente mercantil, pero también en su valor cultural, como urdimbre tejida de diversas tradiciones en contacto cercano con el Caribe y como puerta abierta al Atlántico, ya sea el estadounidense o el europeo. Por consiguiente, logramos mostrar que el Puerto de Veracruz figura en toda historia nacional como un pilar y sustento, pero también que en términos regionales representa un centro político, económico y cultural relevante, que moviliza ágilmente dinámicas sociales en distintas esferas, aún sin ser la capital del estado de Veracruz. Cabría la posibilidad de considerar históricamente al Puerto como un emplazamiento portuario de la más amplia significación y como enclave que desde el Golfo de México funge como canal y vehículo primera de la vida marítima mexicana.

Finalmente, cabe hacer la aclaración que por cuestiones de tiempo y espacio no fue posible realizar el análisis completo del siglo XX en el Puerto de Veracruz, ateniéndonos especialmente a una restricción bibliográfica que nos permitiera abarcar una temporalidad explicativa de las condiciones en las que el Puerto ingresó a la modernidad mexicana del siglo XX, así como a su significación histórico-social en el contexto tanto nacional como regional. Nuestro trabajo no buscó realizar otro aporte que el de las breves pero magníficas revisiones historiográficas aquí expuestas, sin por ello dejar de ser esclarecedor para la comprensión regional del estado de Veracruz e incluso para la propia historia nacional. Con todo y esto, el trabajo aquí expuesto permitió adentrarse en el entramado regional intercalándolo con el nacional y el internacional, para brindar una panorámica explicativa del desarrollo histórico del Puerto de Veracruz en su momento más cercano al presente.

Bibliografía:

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  • García Díaz, Bernardo. Veracruz: imágenes de su historia. 8 El Puerto de Veracruz. Xalapa, México: Archivo General del Estado. 1992.
  • González Sierra, José Gaudencio. “El primer tercio de un corto siglo XX” en Historia General de Veracruz. Martín Aguilar Sánchez y Juan Ortiz Escamilla (coords.). Xalapa, Veracruz. SEV/UV. 2011. pp. 351-368.
  • Koth, Karl B. “La modernización de Veracruz” en La revolución mexicana en Veracruz. Bernardo García Díaz y David Skerrit Gardner editores. Xalapa, Veracruz. Secretaría de Educación de Veracruz. 2009. pp. 21-89.
  • Ortiz Escamilla, Juan. “El sistema político en el siglo XIX” en Historia General de Veracruz. Martín Aguilar Sánchez y Juan Ortiz Escamilla (coords.). Xalapa, Veracruz. SEV/UV. 2011. pp. 225-250.

[1] Koth, Karl B. “La modernización de Veracruz” en La revolución mexicana en Veracruz. Bernardo García Díaz y David Skerrit Gardner editores. Xalapa, Veracruz. Secretaría de Educación de Veracruz. 2009. pp. 21-89.

[2] Ducey, Michael. “La economía en el siglo XIX” en Historia General de Veracruz. Martín Aguilar Sánchez y Juan Ortiz Escamilla (coords.). Xalapa, Veracruz. SEV/UV. 2011. pp. 251-271.

[3] Fowler Salamini, Heather. “Capítulo 1. Inquietud campesina y estructura socioeconómica prerrevolucionaria en Veracruz” en Movilización campesina en Veracruz (1920-1938). México, D.F. Siglo XXI editores. 1979. pp. 19-43.

[4] Koth, K. Op.cit. p. 41

[5] La forma de distribución de los municipios del centro se ha tomado del texto de Fowler Salamini. Op.cit. p. 30. Para el fin de conocer la organización del gobierno interior del Estado de Veracruz puede consultarse: Ortiz Escamilla, Juan. “El sistema político en el siglo XIX” en Historia General de Veracruz. Martín Aguilar Sánchez y Juan Ortiz Escamilla (coords.). Xalapa, Veracruz. SEV/UV. 2011. pp. 225-250. En cuanto a la organización mencionada, se ofrece la lista de cantones y municipios, Ortiz Escamilla. Op.cit. pp. 227-230. Ver mapa anexo.

[6] Koth, K. Op.cit. p.43

[7] La leyenda del mapa “Designa ares estudiadas” se refiere a las zonas que estudió Fowler Salamini en su trabajo sobre los campesinos en Veracruz y no se vincula estricto sensu con el estudio aquí emprendido. Para nuestro caso la zona de influencia que debe comprenderse es la del Ayuntamiento de Coatepec, localizado en el cantón de Xalapa y en el departamento del mismo nombre. Cfr. Ortiz Escamilla. Op.cit. p.228.

[8] García Díaz, Bernardo. Veracruz: imágenes de su historia. 8. Puerto de Veracruz. Xalapa, México: Archivo General del Estado. 1992.

[9] García Díaz, Bernardo. Op.cit. p. 104

[10] González Sierra, Jose Gaudencio. “El primer tercio de un corto siglo XX” en Historia General de Veracruz. Martín Aguilar Sánchez y Juan Ortiz Escamilla (coords.). Xalapa, Veracruz. SEV/UV. 2011. pp. 351-368.

[11] Gonzáles Sierra, José Gaudencia. Op. Cit. p. 358

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