Rómulo Pardo Urías
Este ensayo fue el trabajo final de la Experiencia Educativa México Contemporáneo impartida por la catedrática Julieta Arcos Chigo.
6.1.1 ADVERTENCIA:
Se ha descartado, por cuestiones de espacio y tiempo, la revisión pormenorizada de dos fuentes importantes para profundizar en un estudio como el que aquí se busca esbozar. Se trata del trabajo de Carlos Monsiváis incluido en la Historia General de México[1] y un apartado de José Agustín en su texto Tragicomedia mexicana[2].
6.1.2 INTRODUCCIÓN
Las dificultades para englobar en unas cuantas páginas una relación tan fértil y compleja como lo es la de la cultura con los intelectuales, más aún en el contexto previo a la transición democrática en México con el triunfo de Vicente Fox y el PAN en el año 2000, implica la aceptación de entregar un esbozo parcial a partir de una búsqueda no exhaustiva. En ese sentido enfatizo el hecho de que los documentos empleados para este reporte de investigación fueron obtenidos en su totalidad de Internet. Consciente de la querella existente en el mundo académico sobre la proliferación de fuentes, y por ende de sus dudosas procedencias, considero que un cambio contemporáneo al transito del siglo XX al XXI es la creación, expansión, ampliación y aplicación pública del Internet.
Por otra parte en las fuentes consultadas se ha logrado identificar una vinculación entre los distintos grupos intelectuales mexicanos y el estado dimanado de la Revolución mexicana de 1910. Cabe señalarse que ya desde el afán de Porfirio Díaz y la educación positivista, encabezada por “los científicos”, es notoria una relación entre el quehacer artístico o intelectual y el aparato gubernamental[3], aunque con la revolución surgirán nuevos modelos que marcarán a distintas generaciones de pensadores y estudiosos en México bajo la fórmula del llamado hombre de letras. En este sentido el papel del intelectual en el contexto mexicano transitará por distintos momentos, bajo distintos contextos de acción y con rótulos y postulados políticos divergentes, incluso en términos de los proyectos culturales e ideológicos que sean defendidos. De igual forma el movimiento estudiantil de 1968 marca un hito en el recorrido de la inteligencia mexicana, habiéndose construido, para ese entonces, los cimientos de una masa crítica que hacia el fin del gobierno priísta se enfrentará a la transición democrática y al cambio de régimen panista. Tomando esto en consideración y bajo la revisión efectuada se plantea en un primer momento hacer una síntesis del proceso histórico en el que se inscribe la relación entre la cultura y los intelectuales en México. En un segundo momento buscaré apuntalar los elementos que caracterizan al intelectual en la segunda mitad del siglo anterior, como figura dentro de la sociedad, con un rol y papel asignado, bajo lógicas de acción establecidas y tomando en cuenta la idea de Guillermo Zermeño de que “se trata de un fenómeno sociocultural propio del siglo XX… [y que] …el interés en la historia intelectual o de las ideas en el siglo XX acompaña la aparición y evolución de la figura del intelectual…”[4]. En un último apartado realizaré la consideración sobre el vínculo cultura-intelectualidad en el contexto nacional hacia la década de los noventa del siglo XX, previamente a apuntar algunas conclusiones.
6.1.3 UNA SECUENCIA HISTÓRICA NECESARIA
La vivencia rotunda de un cambio de régimen político en México a raíz de las revueltas revolucionarias de 1910, que cuajaron finalmente en la constitución de 1917[5], marcan una inconformidad social, política y económica, que en el ámbito de la cultura también cuenta con una impronta de renovación frente a los cuerpos académicos del porfiriato. En este contexto primigenio de la intelectualidad mexicana, la figura de José Vasconcelos juega un papel de bisagra y amalgama inigualable, donde el grupo del ateneo de la juventud[6] se perfila como el núcleo mexicano desde donde surge la figura del intelectual[7].
Para los años veintes y con el cargo de Secretario de Educación Pública -bajo el régimen posrevolucionario que buscará enfatizar el nacionalismo cultural-, Vasconcelos echará a andar un proyecto educativo y cultural amplio, tomándose en cuenta que “concibió la educación como un valor profundamente ligado a la cultura, en particular a la difusión de las artes… [que] …se insertó en la ampliación de miras sociales, herencia de la Revolución…”[8]. Se perfilan, por lo tanto, los nexos e implicaciones políticas de los hombres de letras, los intelectuales, como funcionarios públicos acorde con la visión ideológica de la revolución referente a la modernización del país, el valor de las tradiciones indígenas y las civilizaciones prehispánicas, la reconfiguración del imaginario nacional mediante amplios procesos de alfabetización y programas educativos que incluyan a las masas populares, que entre 1920 y 1930 permitió que:
Varios artistas (José Clemente Orozco, David Alfaro Sequeiros, Diego Rivera, Roberto Montenegro, Jorge González Camarena, entre otros) se pusieron al servicio del Estado y realizaron obras monumentales: los murales en diversos espacios públicos, desde instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Palacio de Bellas Artes, hasta espacios de uso público cotidiano como los edificios del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la Secretaría de Educación Pública (SEP), y diversos mercados. También literatos, músicos, dramaturgos y otros artistas se sumaron al proyecto modernizador de la Revolución Mexicana. El nacionalismo se expresó así en la educación cívica y moral de las mayorías, ya que los artistas eran servidores públicos y sus pinturas tenían un cargado matiz de transmitir los valores de la nación y el proyecto revolucionario.[9]
Para 1939 y con la llegada de los republicanos españoles el panorama de los intelectuales perfila un giro importante, especialmente por la ruptura que marca la llamada generación de medio siglo. Como comenta Rodríguez Estrada la generación de medio siglo estaba conformada por:
quienes cursaban en 1950 sus estudios en la UNAM, en particular en la Facultad de Derecho, y a la revista que con el mismo nombre publicaba un distinguido grupo de estudiantes. Entre sus integrantes se encontraban Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, Carlos Fuentes, Arturo González Cosío, Francisco López Cámara y Porfirio Muñoz Ledo, alrededor del cual también estarían algunos personajes que integraron el grupo Hyperion, como Luis Villoro, Emilio Uranga, Ricardo Guerra y los hermanos Pablo, Henrique y Manuel González Casanova.[10]
Bajo esta lógica la Universidad Nacional Autónoma de México abre la ruta para la formación de núcleos importantes de intelectuales, tomando en cuenta el apunte de Zermeño de que para 1940 el surgimiento de un nuevo tipo de intelectual, el académico y el científico universitario, rompe la lógica divisoria entre los intelectuales denominados de “derecha” o liberales y los de “izquierda” o socialistas.[11]
6.1.4 LA FIGURA DEL INTELECTUAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX
Entre 1960 y 1990 la vida intelectual mexicana sufre distintos cambios aparejados a las transformaciones derivadas de la consolidación de la Universidad Nacional Autónoma de México, el crecimiento de los medios masivos de comunicación y la ruptura suscitada en 1968 con el régimen priísta de la masa crítica y la inteligencia mexicana[12]. En este contexto, y siguiendo la lectura de Rodríguez Estrada, la Revista de la Universidad de México dirigida por Jaime García Terrés entre 1953 y 1965, junto con el suplemento “México en la cultura” dirigido por Fernando Benítez y la colección Letras mexicanas del Fondo de Cultura Económica, fundado en 1934 por iniciativa de Daniel Cosío Villegas, darán forma al proyecto cultural nacional junto con las obras de Octavio Paz, Juan Rulfo, Juan José Arreola, entre otros escritores, al iniciar los años cincuenta, aunque como parte de este proceso cabe mencionar que: “hasta mediados del siglo XX el campo intelectual está dominado por escritores y sólo después irá creciendo paulatinamente el número de científicos, economistas, sociólogos e historiadores que se integrarán al campo. En este proceso colaborará en gran medida la expansión de los medios editoriales y audiovisuales de comunicación”.[13]
Las generaciones se irán sucediendo y notoriamente el año de 1968 marca un hito importante. Si hasta este punto la relación del intelectual con la cultura ha estado menor o mayormente inscrita en el proyecto del estado, a partir de ese punto se construyen fuertes bases críticas, especialmente desde la UNAM pero no sólo desde ahí, bajo el entendido de un cambio generacional a partir de una clase media educada, más cosmopolita, involucrada con asuntos políticos, consciente de la realidad del país y altamente influenciada por la revolución cubana de 1959: “Por primera vez en la historia una generación se sabía claramente parte del mundo y, aunque el desenlace haya sido trágico, el arte y las ideas que circularon entonces en los espacios universitarios acabaron abriendo las puertas de la democracia, de la liberación femenina y de muchas cosas más”.[14]
Para finales de la década de los setentas, siguiendo la lectura de Zermeño, los intelectuales participan ya como publicistas en medios masivos de comunicación, mediante programas televisivos, y reorientan sus predilecciones desde una postura ideológico-política que oscilará entre la condena de los regímenes totalitarios y autoritarios, defendiendo ahora el proceso de democratización, y el compromiso social para la educación y la formación de la ciudadanía.
Si para este momento ha cambiado la postura y tendencias de los intelectuales con respecto al Estado, también el Estado ha modificado sustancialmente su política cultural, abandonando el nacionalismo dominante derivado de la revolución, tomando como valor para la cultura la modernización aparejada con la creciente industrialización y urbanización del país, por lo que los centros de mayor actividad cultural serán las grandes ciudades como el Distrito Federal, Guadalajara y Monterrey:
A partir de la década de los sesenta y hasta los años ochenta del siglo pasado, ya no imperaba la idea de unidad nacional, sino la de llevar a México rumbo a la modernidad. De manera que las funciones de las instituciones culturales se transformaron significativamente: Bellas Artes llevaba la consigna de promover exposiciones sobre creaciones universales; asimismo, se generaron diversos espacios autónomos para la cultura que la descontextualizaron y aislaron: ya no eran parte de la vida cotidiana sino que se habían creado espacios particulares, especiales para el arte y la difusión cultural.[15]
6.1.5 LA CULTURA Y LOS INTELECTUALES EN ESE FIN DE SIGLO XX MEXICANO
Durante los dos últimos gobiernos priístas del siglo XX – el de Carlos Salinas de Gortarí de 1988 a 1994 y el de Ernesto Zedillo Ponce de León de 1994 a 2000- se suscitó un giro en términos del apoyo a la cultura por parte del estado con la creación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) en 1988, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), el Canal 22 de televisión abierta y el Centro Nacional de las Artes (CNA) donde se albergaron las escuelas superiores de artes del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA)[16]. Tanto Zermeño como Rodríguez Estrada destacan el enfrentamiento entre el grupo encabezado por Octavio Paz y su revista Vuelta y el grupo de Héctor Aguilar Camín y la revista Nexos. En ese sentido el artículo revisado de Soledad Loaeza denota claramente el deslinde de la trayectoria y el quehacer intelectual de Paz de los cuerpos universitarios, considerando que : “Paz se convirtió en el referente intelectual y moral de corrientes de opinión que no se identificaban con el Estado y que habían sido condenadas por la retórica revolucionaria del PRI”.[17]
Para 1994 y con el Tratado de Libre Comercia hay así mismo cambios importantes en materia de cultura, mientras que los grupos de intelectuales han pasado a formar parte de cadenas televisivas, públicas o privadas, manteniendo una actividad de publicistas y generadores de opinión, haciendo de “todólogos” como dice Zermeño, pero teniendo “a su favor el dominio de la escritura (cuando se trata de escribir) y de la elocuencia del comunicador (cuando se trata de hablar frente a un micrófono)”[18].
Hay, además, un punto de apertura que incluye la descentralización de la cultura, con el surgimiento de nuevos centros regionales desde donde se perfila la producción cultural, como la Universidad de Gaudalajara, la Universidad Veracruzana, el Centro Cultural Tijuana, entre otros. Así mismo se constata un aumento de la inversión privada en arte y cultura, como menciona Rodríguez Estrada, tanto de fundaciones nacionales como de capitales extranjeros.
Cabe retomar la caracterización, en términos de la vida cultural del país, que nos ofrecen desde el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados donde se puede ver que: “En los noventas, se esparció de manera generalizada “el rechazo de los panoramas unificadores y el gusto por la fragmentación… una exaltación del localismo… una dificultad para concertar acciones políticas… desconfianza a la política… idea omnipotente del fracaso de la nación oficial”[19], fragmentación y complejidad inherente a los efectos de la caída del muro de Berlín en 1989 y del bloque socialista, que implicó un reacomodo de fuerzas políticas y económicas, pero también ideológicas y culturales. Para 1998 llega el fin de la vida de Octavio Paz y se vislumbra la conclusión de una generación de hombres de letras que fueron testigos del siglo XX.
6.1.6 CONCLUSIONES
Al finalizar este esbozo aproximativo no queda más que cierto desconcierto ocasionado por la exposición parcial frente al deseo de profundizar en un tema como este. Sin embargo, el intento es satisfactorio en cuanto permitió la comprensión de dos ámbitos estrechamente relacionados, el de la cultura y el de los llamados intelectuales[20]20, a la par del desenvolvimiento del estado posrevolucionario y de distintos momentos por los que transitaron las políticas culturales públicas. Evidentemente se sacrificaron contenidos importantes que merecerían un estudio en sí mismo: por ejemplo el proceso de creación de instituciones públicas a favor de la educación y la cultura, el cambio de las políticas culturales a partir de las modificaciones a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, la conformación gremial del campo intelectual o el proceso que involucra a los intelectuales con los medios masivos de comunicación en la evolución de éstos. Igualmente quedo convencido de que he desarrollado más un devenir histórico del siglo XX que la localización específica de algún evento de la última década de la misma temporalidad, para bien y para mal.
Un aspecto crucial en la elaboración de este ensayo fue el empleo, más o menos adecuado, de las fuentes localizadas en Internet. Tómese en cuenta que dentro de los aspectos que fueron transformando el papel y la acción de los intelectuales hacia el fin del siglo XX se encuentra la evolución y cambio de los medios masivos de comunicación. Por ende con la llegada de Internet estaríamos frente a un cambio rotundo que abarca, por completo, el terreno de las ideas y la práctica intelectual. En esa medida una visión contemporánea que busqué historiar el pasado reciente de la intelectualidad en México se enfrentará, sin duda y como yo mismo me he enfrentado, al hecho de la proliferación de fuentes -ahora no sólo impresas sino también virtuales- que además tienen un grado de obsolecencia y de vigencia que se transforma radicalmente en muy poco tiempo. Dada esta condición la síntesis aproximada que aquí he expuesto no puedo salir bien librada sin considerar la presencia de diversos trabajos en distintas locaciones universitarias que actualmente podrían contribuir a la profundización de este tema y que lamentablemente no fueron consultadas.[21]
Así mismo he tratado de demostrar cómo el empleo idóneo de fuentes confiables localizadas a través de Internet, permite la construcción de un texto más o menos cercano a la realidad (o al menos dar una aproximación inicial), contribuyendo a la llamada democratiziación de los medios, que también es una democratización de la información. Espero haber logrado contribuir en ese sentido mínimamente.
BIBLIOGRAFÍA:
Definición de cultura por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, “Antecedentes”, en Cultura [Actualización: 7 de marzo de 2006], consultada en Internet el 15 de abril de 2013 en: http://www.diputados.gob.mx/cesop/Comisiones/2_cultura.htm
Estrada Rodríguez, Gerardo. “Apuntes para una historia de la cultura mexicana en el siglo XX” en en Los grandes problemas de México. XVI. Culturas e identidades. Roberto Blancarte coordinador. 1ed. México, D.F. El Colegio de México. 2010. pp. 453-483
Loaeza, Soledad. “Octavio Paz: el último intelectual mexicano” en Nexos México, D.F .Agosto. 1998.
Consultado en Internet el 15 de abril de 2013 en:
http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2100648
López Mijares, Antonio. “Los intelectuales y la política en México. Reflexiones a partir de una revisión bibliográfica” en Debate social. Núm. 15. Revista Electrónica del Departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) Tlaquepaque, Jalisco. Consultado en Internet el 15 de abril de 2013 en:
http://debate.iteso.mx/Numero15/Articulos/INTELECTUALES.htm
Zermeño, Guillermo. “La invención del intelectual en México” en Los grandes problemas de México. XVI. Culturas e identidades. Roberto Blancarte coordinador. 1ed. México, D.F. El Colegio de México. 2010. pp. 379-403
[1] “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX” en Historia general de México. México, D.F. El Colegio de México. 2000. pp. 957-1076.
[2] “La cultura descansa en paz” en Tragicomedia mexicana vol. 3. México, D.F. Editorial Planeta. 1998. pp. 257-286.
[3] Como comenta Gerardo Rodríguez Estrada “En 1905 el general Porfirio Díaz designó al frente del
Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes a Justo Sierra, una de las figuras intelectuales más valiosas
de nuestra historia y quien propuso, entre otras cosas, la reapertura en 1910 de la Universidad Nacional.”.
Rodríguez Estrada, Gerardo. “Apuntes para una historia de la cultura mexicana en el siglo XX” en en Los
grandes problemas de México. XVI. Culturas e identidades. Roberto Blancarte coordinador. 1ed. México,
D.F. El Colegio de México. 2010.p. 457.
[4] Zermeño, Guillermo. “La invención del intelectual en México” en Los grandes problemas de México. XVI.
Culturas e identidades. Roberto Blancarte coordinador. 1ed. México, D.F. El Colegio de México. 2010. p. 380
[5] Donde el artículo 3º enfatiza los siguientes puntos como partes del criterio para orientar la educación:
“a)Será democrático considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.
b)Será nacional, en cuanto –sin hostilidad ni exclusividad- atenderá la comprensión de nuestros problemas al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de nuestra independencia política, al aseguramiento de nuestra independencia económica y a la continuidad y acercamiento a nuestra cultura.” Como puede consultarse en: Definición de cultura por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, “Antecedentes”, en Cultura [Actualización: 7 de marzo de 2006], consultada en Internet el 15 de abril de 2013 en: http://www.diputados.gob.mx/cesop/Comisiones/2_cultura.htm
[6] Cuya participación en los festejos de la conmemoración de la Independencia en 1910 y la realización de diversos estudios por su parte, guíados por Justo Sierra, los colocan en el ámbito privilegiado de la cultura en las postrimerías del porfiriato y que después de la revolución cobran, de igual forma, una relevancia de primer orden frente al nuevo régimen. En este sentido la figura de Alfonso Reyes es crucial para comprender el valor del hombre de letras que, a su vez, participa de la política como diplomático y que perfila un prototipo del intelectual que Zermeño clasifica como “liberal” en tanto “enfatiza los rasgos y la capacidad individuales para crear ideas e influir socialmente (caudillos o empresarios culturales)” Zermeño, op.cit..p. 384
[7] Como comenta Zermeño: “el intelectual se define en principio como un hombre de letras y de cultura que
remeda a la época del humanismo y, sólo posteriormente y según las circunstancias políticas, se podrá
concebir como un hombre que puede tener influencia social y política”. Zermeño. op.cit.p. 386 Es interesante contrastar esta idea con la cita de Gabriel Zaid que emplea Antonio López Mijares: “No son intelectuales: a) los que no intervienen en la vida pública; b) los que intervienen como especialistas; c) los que adoptan
la perspectiva de un interés particular; d) los que opinan por cuenta de terceros; e) los que opinan sujetos a
una verdad oficial (política, administrativa, académica, religiosa); f) los que son escuchados por su autoridad
religiosa o su capacidad de imponerse (por vía armada, política, administrativa, económica); g) los taxistas,
peluqueros y otros que hacen lo mismo que los intelectuales, pero sin el respeto de las elites; h) los miembros
de las elites que quisieran ser vistos como intelectuales, pero no consiguen el micrófono o (cuando lo
consiguen) no interesan al público; i) los que se ganan la atención de un público tan amplio, que resulta
ofensivo para las elites”. Gabriel Zaid citado en López Mijares, Antonio. “Los intelectuales y la política en
México. Reflexiones a partir de una revisión bibliográfica” en Debate social. Núm. 15. Revista Electrónica
del Departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores
de Occidente (ITESO) Tlaquepaque, Jalisco. Consultado en Internet el 15 de abril de 2013 en: http://debate.iteso.mx/Numero15/Articulos/INTELECTUALES.htm
[8] Rodríguez Estrada. op.cit. p.458
[9] Definición de cultura por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública, “Antecedentes”, en Cultura [Actualización: 7 de marzo de 2006], consultada en Internet el 15 de abril de 2013 en: http://www.diputados.gob.mx/cesop/Comisiones/2_cultura.htm
[10] Rodríguez Estrada. op.cit. p.467
[11] Una diferencia crucial entre estos dos tipos de intelectuales es su vinculación con movimientos y causas
sociales y su alineación política: los liberales privilegian la democracia capitalistas y los socialistas prefieren
el ejemplo de la URSS desde la revolución de 1917. Sin embargo las distinciones son ampliamente
especificadas en el artículo de Zermeño.
[12] Ejemplo de esto es el ultra famoso caso de Octavio Paz que renunciará a la embajada de México en la India a raíz de los sucesos en Tlatelolco.
[13] Zermeño. op.cit..p. 397.
[14] Rodríguez Estrada. op.cit. p. 475
[15] Como se puede consultar en: Definición de cultura por el Centro de Estudios Sociales y
de Opinión Pública, “Antecedentes”, en Cultura [Actualización: 7 de marzo de 2006],
consultada en Internet el 15 de abril de 2013 en:
http://www.diputados.gob.mx/cesop/Comisiones/2_cultura.htm
[16] Seguimos en este aspecto la lectura de Rodríguez Estrada y la consulta del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la cámara de Diputados.
[17] Loaeza, Soledad. “Octavio Paz: el último intelectual mexicano” en Nexos México, D.F .Agosto. 1998. Consultado en Internet el 15 de abril de 2013 en:
http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2100648
[18] Zermeño. op.cit.p. 397
[19] Cita de Carlos Monsiváis en: Definición de cultura por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión
Pública, “Antecedentes”, en Cultura [Actualización: 7 de marzo de 2006], consultada en Internet el 15 de abril
de 2013 en:
http://www.diputados.gob.mx/cesop/Comisiones/2_cultura.htm
[20] Recordando la canción del cantautor Rockdrigo Gonzalez Los intelectuales
[21] Me refiero especialmente a las novedades publicadas en los últimos dos años que no estuvieron al alcance
del bolsillo o de la biblioteca.