Rómulo Pardo Urías
Este fue uno de los dos trabajos finales de la Experiencia Educativa Estudios de Norteamérica impartida por el catedrático Sergio Roberto Núñez Reynoso.
6.2.1 INTRODUCCIÓN
A partir de la década de los cincuenta del siglo XX en Estados Unidos se vive un momento de apertura y resignificación del rol social de la mujer, de las prácticas sexuales y de los modelos y prototipos de comportamiento que éstas representan. El afianzamiento del feminismo, la instauración de una cultura vinculada a contenidos pornográficos ligeros, el famoso lema amor y paz, entre otras expresiones, dan forma a ese momento englobado en la frase revolución sexual. Particularmente en Estados Unidos, este hecho fue decisivo por las condiciones sociales y culturales de la segunda posguerra y en el período de la guerra fría, por tratarse de elementos de identificación colectiva que representaron empresas desde trincheras diversas: académicas, sociales, de iniciativa privada, de organizaciones civiles, de lucha por los derechos e igualdad entre los géneros, entre otras. Nos proponemos ahondar en esta dimensión de la cultura y de la sexualidad, tomando como ejes la creación del feminismo, la implementación de una cultura pornográfica y la discusión sobre la apertura de las prácticas sexuales en la segunda mitad del siglo XX en Estados Unidos.
Consideramos mostrar la moral victoriana en una dimensión sintética como antecedente directo de la revolución sexual. En ese sentido la causalidad de la apertura y la liberación sexual vivida en Estados Unidos a partir de los años sesentas es una respuesta a los modelos heredados de la moral victoriana y de la Belle Époque de finales del siglo XIX y principios del XX. Mostrar elementos de ruptura y continuidad entre ambos modelos permite comprender cabalmente la significación histórico-social de la revolución sexual a partir de dinámicas que venían expresándose soterradamente y de ideas y prácticas heredadas o atacadas de la primera mitad del siglo XX en el mundo occidental, en general, y en Estados Unidos, en particular. Nuestra búsqueda nos permitió consolidar una imagen de un momento social crítico en donde se plantean rupturas generacionales importantes, no sólo en el nivel de las prácticas e ideas sexuales, objeto principal de este trabajo, sino a partir de estas dentro de la reconceptualización de roles sociales, caso concreto el del género femenino, y formas de representación estética, ideológica, política, entre las más importantes. Estos hechos se mantienen vigentes, en cierta medida, como procesos culturales de nuestros tiempos dentro de las posibilidades interpretativas y discursivas de la posmodernidad vigente.
6.2.2 LA MORAL VICTORIANA
La época victoriana entre 1837 y 1901 mantuvo un estricto control de la sexualidad, vista únicamente con fines reproductivos, dentro del marco de la institución matrimonial y familiar, monógama y heterosexual. El auge económico y la propensión a una moral burguesa, mantenían dispositivos de represión sexual en distintas medidas: el homosexual era mal visto y sus actividades eróticas eran sentenciadas y penalizadas legalmente; los niños, el sujeto social infantil, carecía de sexo; la familia patriarcal, representaba el máximo grado de prestigio social. Se trata, siguiendo a Michel Foucault, de una tendencia represiva de lo sexual, en términos del placer, del conocimiento y de la socialización de este tipo de actividades. Para Ligia Vera Gamboa, la era victoriana de la sexualidad está muy impregnada por prejuicios y fundamentaciones moralistas, derivadas del puritanismo y de estudios científicos que demostraban que la homosexualidad, la masturbación o el sexo placentero eran enfermedades, por ejemplo el trabajo de Richard Kraft-Ebing Psychopatia sexualis, que clasificaba los tipos de comportamiento sexual, incluyendo los patológicos, dando lugar a la idea de desviaciones sexuales. En este lapso de tiempo, el fin de la sexualidad es reproductivo y no es lícita la actividad sexual fuera de estos límites, por lo que la sexualidad no reproductiva es vista como patología. Sin embargo, hay una doble faceta dentro de la era victoriana en cuanto a la sexualidad, especialmente porque era promovida una vida nocturna y sexual underground, proliferando la prostitución y el amor libre, en la clase alta sobre todo, mientras que en la clase media se vivían mitos médicos sobre la sexualidad, aparejados con la moral burguesa en vías de acabar con toda práctica sexual por considerarla sucia y enferma cuando no se trataba de la procreación. Se trata, volviendo a Foucault, de la dimensión del poder como ente represivo de las energías inútiles, del placer y de las conductas irregulares, siempre desde una postura social y moral, la victoriana, hipócrita: “La afirmación de una sexualidad que nunca habría sido sometida con tanto rigor como en la edad de la hipócrita burguesía, atareada y contable, va aparejada al énfasis de un discurso destinado a decir la verdad sobre el sexo” (Foucault: 1982: 15). En ese sentido, también es visible con la figura del Dandi ejemplificada por Oscar Wilde, que el afinamiento masculino y la homosexualidad, secreta, representan un símbolo aristócrata de la época victoriana. Así mismo, la vida underground de burdeles, teatros burlesque, cabarets y otros sitios donde se vivía con mayor libertad la actividad sexual, dará paso a la presencia de travestidos, homosexuales y lesbianas, que en tanto minorías gradualmente tendrán una presencia en la sociedad.
6.2.3 LA PRIMERA OLA FEMINISTA Y LA SEXUALIDAD MODERNA
La lucha feminista por los derechos ciudadanos de las mujeres es también una historia paralela a la era victoriana, pues en 1848 se congregan en Seneca Falls, en Nueva York, agrupaciones de mujeres que luchan por obtener el voto. La lucha feminista del siglo XIX, apoyada por John Stuart Mill, se traducirá en formas de cuestionamiento del orden patriarcal, pero buscará sobre todo la injerencia del sector femenino de la sociedad en los asuntos de la vida pública. En la transición del siglo XIX al XX las movilizaciones feministas, tanto en Estados Unidos como en Europa, irán fraguando la conquista del voto para las mujeres, primero en Estados Unidos en 1920 y posteriormente en el viejo continente. Esta conquista es acompañada por un cierto número de consignas derivadas de los movimientos socialistas y anarquistas, desde donde la mujer es vista como parte de la sociedad, productiva y miembro clave del funcionamiento social. Este hecho será de vital importancia para la revolución sexual, siempre que se revalore la identidad femenina en el contexto social más amplio.
Otro factor decisivo para el cambio de paradigma en la sexualidad serán los aportes de Sigmund Freud y su teoría psicoanalítica que incluye una dimensión del desarrollo sexual del humano, desde sus primeras etapas infantiles hasta la adultez. Con el psicoanálisis de Freud se inician las rupturas definitivas con los modelos de sexualidad victoriana y se plantea, como comenta Vera Gamboa, la sexualidad moderna. Este modernismo sexual, va acompañado de obres como la de Havellock Ellis Psychology of sex, El amante de lady Chaterley de D.H. Lawrence, pero también por el movimiento de Margaret Sanger, entre 1922 y 1927, para promover el control de natalidad en Estados Unidos y recodificar la sexualidad femenina. Es notoria la tendencia de apertura al sensualismo y a la sexualidad, que gradualmente deja de ser un tabú y comienza a vivirse y practicarse de otra manera y en otros sentidos. Retomando a Alicia Hernández González y Beatriz Castellanos Simons: “Es en el siglo XX cuando, en el marco de las guerras mundiales y motivado por la escasez de brazos masculinos, se obliga a grandes masas femeninas a desempeñarse en las más diversas funciones laborales y sociales y a afrontar la dirección del hogar y la familia sin una figura masculina a su lado, como venía ocurriendo tradicionalmente” (Hernández González & Castellanos Simons: 2004: 9). Para estas autoras, la mujer en la sociedad patriarcal tradicional, una sociedad que denominan sexofóbica, es un objeto de reproducción, que en la sociedad postindustrializada se convierte en un objeto sexual. En ese sentido, la sociedad moderna, tecnificada y desarrollada, requiere mayores niveles escolares, culturales y productivos, lo cual incluye a las mujeres, aunque desde una óptica centrada en el hombre, en las necesidades masculinas: “Y es sobre todo ante la actitud condicionada de la mujer respecto al hombre, ante ese querer ser sólo en función del hombre, que se rebelan las jóvenes del movimiento de liberación de la mujer, quienes, para expresar sus sentimientos, repudian ostensiblemente los más tradicionales auxiliares de la belleza femenina: corpiños, ungüentos y ornamentales maquillajes” (Foppa: 1975: 91).
6.2.4 LA REVOLUCIÓN SEXUAL
En 1949 es publicado en Estados Unidos el trabajo del psicoanalistas anarquista Wilhelm Reich La revolución sexual, en el cual hay una serie de ideas, principios y posturas críticas de la sexualidad victoriana, represiva, ostensiblemente opaca, secreta, sucia. La sexualidad para Reich es un motor dinámico de la actividad humana, una fuerza vital, un impulso que más que reprimirse debe conducirse, modelarse, conocerse. En ese sentido, si Freud rompe las ataduras victorianas, Reich convierte su teoría de la sexualidad en una alternativa saludable y armonizadora de las fuerzas sexuales humanas.
Es importante mencionar que durante la segunda guerra mundial se dieron dos fenómenos cruciales para la revolución sexual en Estados Unidos: el empoderamiento de grandes sectores femeninos de la sociedad, en términos educativos, productivos, laborales, entre otros, y por otra parte, las distintas facetas de la sexualidad que se vivieron en el marco de la guerra, donde se promovía en principio la prostitución, aunque después fuera contraproducente por las enfermedades de transmisión sexual, lo cual abrió la puerta para que se difundieran contenidos pornográficos de manera aceptable y común entre los soldados: “las fotografías de desnudos que luego serían consideradas pornográficas habían sido ampliamente producidas y distribuidas durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial por el propio ejército americano como material de «apoyo estratégico a las tropas» según una definición del gobierno” (Preciado: 2010: 25). En ese sentido, para 1953 se inician las actividades de la revista Play Boy, encabezada por Hug Hefner, quien rediseña el prototipo del soltero norteamericano, planteando una dimensión estética y pornográfica, sensualista y de lo que se conoce como softcore o pornografía ligera, que abrirá las pautas para una nueva forma de conducta sexual masculina. “Play Boy había supuesto no sólo la transformación del porno en cultura popular de masas, sino también […], un ataque frontal a las relaciones tradicionales entre género, sexo y arquitectura” (Preciado: 2010: 20), de donde surge la construcción de una masculinidad más lúdica, ligera, relajada.
A la par los movimientos de liberación femenina, herederos de la primera ola feminista, crecen en la década de los sesentas. Estas luchas, buscan dotar y dimensionar el valor de la mujer: económico, productivo, a partir de la mujer trabajadora, de que el trabajo remunerado es un elemento liberador de la mujer (por dotarla de independencia económica y capacidad de hacer, de producir); la libertad de usar métodos anticonceptivos como pauta para la apropiación de la mujer sobre su cuerpo, que dan otro toque a la maternidad, mejor aceptada; exigencia de la legalización del aborto en tanto libertad de la mujer para decidir si quiere o no traer un hijo al mundo (frente al problema de los abortos clandestinos). Por lo tanto, los movimientos feministas luchan por derechos y por la condición misma de la mujer, contra ser un objeto sexual y vivir en función del hombre. Apoyan las luchas de grupos minoritarios, como los negros y afroamericanos, y protestan contra la guerra de Vietnam, se identifican con los marginados, los oprimidos y los desprotegidos, con las reivindicaciones de izquierda. Será en las revueltas estudiantiles de 1968 cuando la exigencias de un mundo más justo, más equitativo e igualitario, cobrarán forma también en los movimientos feministas. Pero ya desde 1966 Betty Friedan funda la National Organization of Women en Estados Unidos y para finales de la década habrá cerca de 50 organizaciones feministas en el país de América del Norte.
El sentido de la revolución sexual está dado, además, en función de su herencia del movimiento hippie, bajo el lema hacer el amor y no la guerra, influenciado a su vez por el movimiento literario de los beatnik, quienes promulgaban una forma de vida libre y contraria a los valores de las generaciones precedentes. En 1962, Marilyn Monroe, sex symbol estadounidense, enfatizaba que la sexualidad es atractiva cuando es natural. En ese sentido, la revolución sexual es también una lucha generacional donde el feminismo, las minorías de la diversidad sexual, como la comunidad gay o lésbica, y la apertura a una vivencia del sexo con un enfoque más sensible y humano, serán un frente común de lucha social, política, educativa, incluso científica con el desarrollo de la píldora anticonceptiva. La búsqueda de una modificación cualitativa de las prácticas e ideas sexuales separan el placer sexual del paradigma tradicional del sexo bajo su función reproductiva. El planteamiento de la igualdad entre hombres y mujeres, la búsqueda de una vida sexual más plena, justa y abierta, son ideas que se traslucen en luchas sociales contra la cosificación presente en el siglo XX.
Para Gilles Lipovetski, el feminismo de los sesenta, vincula el poder como elemento entre los géneros, donde lo personal es político. A través de la sexualidad el hombre ejerce su poder sobre la mujer, por lo tanto: “el sexo aparece como el efecto y el instrumento del poder falocrático, como un punto de inflexión en las relaciones de dominio que los hombres establecen con las mujeres. Las leyes, las representaciones, la moral, la psicología, los roles relativos a la sexualidad, todo converge para asegurar la supremacía viril y la subordinación femenina”. (Lipovetski: 2007: 61). La mujer, hasta ese momento, tenía vetado participar de la vida pública, por lo que la guerra sexual vuelve público lo privado, busca descolonizar a la mujer, autonomizarla: se presentan así, movilizaciones colectivas contra la prohibición del aborto y la legislación vigente sobre la violación. La búsqueda del derecho al control de la procreación y libre disposición del cuerpo, son objetivos perseguidos en los países democráticos. Además, hay un reconocimiento de nuevos derechos sobre el cuerpo femenino y las leyes penales son denunciadas como patriarcales. Se comienza a legislar, en Estados Unidos primero que en otras partes, sobre el acoso sexual, el incesto y la violación, hasta que en 1977 el acoso sexual es reconocido como delito en Estados Unidos.
Las minorías de la diversidad sexual también irán en ascenso político y como movimientos sociales importantes, en la búsqueda de reconocimiento social de sus preferencias, identidades, posturas y prácticas sexuales. Al finalizar la segunda guerra mundial y con el regreso de las tropas, dentro de las cuales había un gran componente homosexual, se crean aglomeraciones en San Francisco y New York con una fuerte presencia de comunidades gay, lésbica o transgénero. Pero durante la guerra fría y ante la amenaza hippie, inspirada en el movimiento beatnik, se vuelve a sentenciar a la homosexualidad y hay persecuciones a este sector de la población durante la década de los años 1960: “argumentando, entre otras cosas, que eran focos de infección de enfermedades venéreas que contagiaban a los servidores militares de la nación o que eran personas relacionadas con el espionaje” (Wikipedia).
Así mismo, se siembran los cimientos para destruir una serie de prejuicios victorianos sobre la sexualidad a partir de investigaciones muy bien documentadas en torno al sexo y su ejercicio en hombres y mujeres. En 1948 Alfred Kinsey publica su trabajo Sexual Behavior The Human Male y en 1953 Sexual Behavior The Human Female, dos investigaciones cruciales para la comprensión de la actividad sexual entre los norteamericanos, investigando la experiencia sexual entrevistando a 18000 personas. Sus informes son un precedente de lo que en 1966 hará el equipo de estudio de la sexualidad de William Masters y Virginia Johnson: un estudio de la anatomía y la fisiología del sexo. Ese año publican los resultados de sus estudios controlados de laboratorios en su trabajo Respuesta Sexual Humana (la respuesta sexual es igual en hombres y mujeres y el deseo sexual no desaparece con la menstruación, el embarazo o la menopausia). Con estos estudios, se vienen abajo las creencias sobre la homosexualidad como enfermedad y otras serie de mitos médicos sobre el sexo. Para la década de los setentas Shere Hite investiga el lado emotivo de la sexualidad femenina y masculina, entrevista a hombres y mujeres sobre sus experiencias sexuales (masturbación, juegos sexuales, entre otros aspectos) y publica su informe Hite sobre la sexualidad masculina y femenina. De esta forma, los esfuerzos científicos y educativos para ahondar en la vida sexual del ser humano dan fruto y quedan plasmados en estudios que resquebrajan los paradigmas previos. Así, la apertura a la experiencia sexual, al mejoramiento de las condiciones médicas y de salud para la práctica del sexo, la resignificación del género femenino, por las propias mujeres y por el discurso pornográfico emergente, quedan como huellas en el tejido social, huellas que reconfiguran la escena política y cultural de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX.
6.2.5 CONCLUSIONES
La revolución sexual en Estados Unidos implicó una transformación de dimensiones sociales, políticas, culturales, estéticas y económicas, además de tratarse de una ruptura generacional crucial que definió la cultura de masas, pero también a grandes sectores de la sociedad norteamericana. La relajación y resignificación de la actividad sexual en la vida cotidiana y el hacer humano, representó el avance de posturas críticas a los modelos conservadores victorianos, además de ser la motivación para la reivindicación de sujetos sociales poco atendidos y con escaso reconocimiento, como el caso de las mujeres, pero también de las minorías lésbica, gay y transgénero, dentro de la diversidad de prácticas e identidades sexuales. En ese sentido, la revolución sexual implicó una postura mucho más abierta, tolerante y de diálogo entre los géneros múltiples y las distintas formas en las que se asumieron y asumen sus identidades.
Las luchas feministas por contar con una identidad autónoma, obtener mejoras en el control de natalidad y los servicios médicos (como el caso de la píldora anticonceptiva o la legislación sobre el aborto), fueron luchas que organizaron a la sociedad civil, representando esfuerzos colectivos que aglomeraron fuerzas sociales heredades del siglo XIX y de la importante presencia creciente de la mujer en el conjunto de la vida social, económica y política de Estados Unidos, durante el periodo de las guerras mundiales. También resulta importante notar que el feminismo, en su segunda ola durante la década de los sesenta y los setentas del siglo XX, fue planteado como ruptura simbólica e ideológica de las formas patriarcales de dominación y de los conjuntos de representaciones y prácticas en las que lo masculino, en su acepción heterosexual y hegemónica, predominaba. Por ello, los conflictos de género fueron luchas ideológicas y prácticas, por la conquista femenina de una autodeterminación, en donde cabían luchas de otras minorías, no sólo sexuales, contemporáneas a estos movimientos de liberación de la mujer.
En otro sentido, la proliferación de expresiones de pornografía ligera, como las de la revista Play Boy, redefinieron el papel simbólico, práctico y estético, de la masculinidad norteamericana, con un efecto de renovación de la cultura de masas popular de Estados Unidos. El hecho de que en el primer ejemplar de la revista de Play Boy, publicado en 1953, apareciera el desnudo de Marilyn Monroe, ícono de la cultura pop de Estados Unidos, es un signo de estas tendencias innovadoras, arriesgadas y transgresoras, en ese momento, de la moral y las formas de sexualidad imperantes.
Finalmente, la vigencia del proceso histórico que representa la revolución sexual, en tanto forma de experimentar la sexualidad, ya sea por hombres o mujeres, incluye pensar en la profundidad de la lucha por el reconocimiento y la igualdad de la comunidad global lésbico-gay-bisexual-transgénero, además de considerar, por encima de sus expresiones radicales, al movimiento feminista del siglo XX como una fuente de identidad y lucha política presente en el siglo XXI. Con la presencia del SIDA a finales de los setentas y principios de los ochentas, la revolución sexual vivió su finalización, en sus dimensiones originales, por los riesgos de salud, pero esto planteó cambiar, nuevamente, las conductas sexuales e incremento los cuidados de salud y médicos al realizar actividades sexuales. Para 1974 la Organización Mundial de la Salud empezó a considerar a la sexualidad como un elemento compositivo de la salud integral del ser humano, quizá este sea un hecho más palpable de lo que significó la revolución sexual.
BIBLIOGRAFÍA:
Foppa, Alaíde. “Feminismo y liberación” en Imagen y realidad de la mujer. México, D.F. SEP-SETENTAS, 1975. pp. 80-101
Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber. México, D.F., Siglo XXI, 1982. pp. 7-21
Hernández González, Alicia y Beatriz Castellanos Simons. “Reconceptualización de la sexualidad masculina y femenina en los albores del nuevo siglo.” Revista Sexología y Sociedad, Cuba, CENESEX, Vol. 10. Núm. 27, 2004, pp. 9-15. Consultado en internet el 15 de marzo de 2015 en:
http://revsexologiaysociedad.sld.cu/index.php/sexologiaysociedad/issue/view/39
Lipovetsky, Gilles. La tercera mujer. Permanencia y revolución de lo femenino. Barcelona, Anagrama, 2007. pp.61-89
Paul Adams, Willi. Los Estados Unidos de América. México, D.F. Siglo XXI, 1979. pp. 373-418.
Preciado, Beatriz. Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en «Play boy» durante la guerra fría. Barcelona, Anagrama, 2010. pp. 13-29.
Revolución sexual. Artículo de Wikipedia. Consultado el 1 de abril de 2015 en: http://es.wikipedia.org/wiki/Revolución_sexual
Vera Gamboa, Ligia. “Historia de la sexualidad” en Revista biomédica, Mérida, México, Universidad Autónoma de Yucatán. Vol. 9, Núm. 2, Abril/Junio, 1998, pp. 116:121. Consultado en internet el 28 de febrero de 2015 en: