Caligrafía otomana
Rómulo Pardo Urías
Investigación Etnográfica
Dr. Salvador Pérez Ramírez
CET/COLMICH
La observación fue realizada un día jueves 16 de noviembre, cerca del medio día. Fue posible distinguir distintas actividades comerciales en dos niveles: el primero respecto al gran local del mercado Hidalgo, el segundo relativo a los núcleos y locales comerciales, tanto establecidos como informales, aledaños al mercado. Se distinguió una actividad económica sólida y fluida, consistente en múltiples productos. En ese sentido fue posible observar una demarcación y sectorización de los productos comerciales y los distintos puestos que los ofrecían, distinguiendo la presencia de conglomerados de productos o subregiones al interior de la clasificación mercantil. Por consiguiente se advirtió un esquema comercial por regiones productivas: los puestos que venden alimentos no procesados, como verduras o frutas, los puestos que venden alimentos comestibles cocinados, como tacos, birria o empanadas, los puestos comerciales de ropa y artículos de vestimenta, los puestos y establecimientos dedicados a la venta de abarrotes y distintas mercancías, los puestos de venta de música, entre los más representativos.
De igual forma fue posible observar que dentro de los conglomerados comerciales mencionados se identificaron puestos comerciales ajenos al giro comercial dominante, siendo el caso de bodegones de semillas, farmacias o puestos de venta de plantas y flora o tés, infusiones y herbolaria.
La actividad comercial en la zona del mercado predomina como un inmenso afluente de personas, mercancías, productos y también moneda y dinero. Se observó que dentro de la distinción establecimiento formal y puesto informal, las condiciones estructurales, características del local o puesto, así como el número de empleados o encargados del mismo, varió significativamente. En los puestos informales es notorio el anuncio en voz alta o a gritos de los productos ofertados, con el tono discursivo de “cómprele, sí hay, llévelo, barato”, como mecanismos de atracción de la clientela y como formas publicitarias tradicionales. En cambio, en los establecimientos formales se distinguió un conjunto de prácticas más claras y ordenadas, mucho más precisas, respecto por ejemplo a la atención del personal, a los flujos de mercancías y también al ingreso de clientes.
Fue interesante distinguir dentro de los puestos de alimentos no procesados un devenir constante de productos, en un lógica de intercambio según los puestos, ya que en algunos casos se trataba de sitios comerciales de una o dos frutas o verduras en venta, mientras que en otros casos se trató de puestos comerciales donde había mayor cantidad de productos. Ejemplos del primer caso son los puestos de jitomate y papa, varios localizados en las cercanías de las instalaciones del mercado, mientras que en el segundo caso se trataba de verduras de hortaliza, calabazas, lechugas, tomates, ajos, coles y brócoli, zanahorias y otras especies vegetales. Este contraste entre puestos con uno o dos productos y otros con muchos refiere a una cierta especialización económica productiva y de niveles de intercambio con los productores campesinos. Al menos es posible apreciar esto siempre que en el caso de algunos puestos al preguntar por el origen de los productos fue aseverado que provenían de la sierra de Michoacán o de Sinaloa, lo que hace suponer una red mercantil de trato directo entre productores campesinos y distribuidores locales en el valle de Zamora. Además, dentro de la economía informal fue posible apreciar puestos de mujeres y hombres purépechas, con una producción disminuida frente a los otros puestos, pero ofreciendo en venta productos de consumo alimenticio en otro nivel. Me refiero a aguacates, nopales, espinacas y acelgas, como productos producidos por ellos mismos, vendidos por ellos mismos, dispuestos a la venta como una forma de subsistencia o complementación económica.
Esto conecta con otro aspecto interesante en la observación que consistió en el tipo de personas presentes en la zona comercial referida. Al tratarse de un centro regional comercial las distinciones económicas prevalecen como mecanismos de separación social. En ese sentido la competencia económica puede definir al conjunto de la población comerciante y compradora del mercado. Es decir que pese a que no hay una clasificación socioeconómica preestablecida en los mecanismos de interacción entre compradores y vendedores, sí es posible categorizar y segmentar, al igual que los distintos comercios, a los distintos tipos de compradores. Pero la observación en bruto parte de una masa amplia, donde es posible encontrar a personas de distintos estratos económicos y sociales en la actividad cotidiana del mercado.
En cuanto a una clasificación social de los compradores podemos observar que dentro de los puestos de alimentos no procesados sobre todo encontramos a mujeres, con una apariencia de amas de casa, en una tónica de adquisición de los bienes comestibles para el hogar, con un tipo económico medio y bajo. Los establecimientos de música contrastan en términos de la distribución de género en cuanto que preferentemente son los hombres quienes acuden a dichos puestos a adquirir algún disco o compilación musical. También en los establecimientos de comida y alimentos cocinados fue posible distinguir la diferencia entre los establecimientos formales, donde se observó una mayor cantidad de personas con apariencia económica de clase media o baja alta, asalariados o con recursos monetarios estables, mientras que en los puestos informales se distinguía a un conjunto de personas con menor poder adquisitivo, respecto por ejemplo a su vestimenta, más rudimentaria, a su higiene personal y su apariencia, representando personajes en ocasiones indigentes o en pobreza notoria. De esa forma, la clasificación económico entre formal e informal fue predominante para valorar a los flujos de compradores. Otro ejemplo de este tipo es el que se observó en los bodegones de semillas y los expendios abarroteros, pues la presencia de flujos de compradores nutridos, amplios y de diversos estratos sociales, habla sobre todo de una dinámica socioeconómica inserta una dimensión del mercado libre, como acepción concreta de la oferta y la demanda, pero también como concentración mercantil.
En ese sentido parece crucial identificar las actividades comerciales del mercado con la dinámica de un mercado regional, abastecedor de productos agrícolas y manufacturados, sobre todo relativos al consumo alimentario de los habitantes de la región del valle de Zamora.
Como una posible hipótesis de trabajo interpretativo resulta importante mencionar que en la región comercial del mercado Hidalgo se efectúa una síntesis cultural, económica y social de elementos productivos, comerciales y mercantiles, estratificando la diversidad de la oferta en función de la competencia económica de los compradores. Por consiguiente, se trata también de una expresión compleja de dos procesos históricos como lo son la crisis productiva del ejido y de los medianos y pequeños productores agrícolas, como de la implementación de distintos estratos económicos y conglomerados comerciales, en un proceso de modernización. La presencia de actores indígenas, mestizos y de clases económicas bajas hablan del proceso de déficit y estancamiento económico del agro mexicano del que nos habla Edmar Salinas Callejas1, al menos en tanto representa el hecho de la carencia y precariedad económica respecto a la vida agrícola y campesina. En la interpretación de Salinas Callejas, el TLCAN, representa una situación de adversidad capitalista para los productores locales y nacionales. Estableciendo en términos de neomodernización, Salinas apunta a la crisis ejidal, como unidad productiva campesina, pero también a la inequidad competitiva del campo mexicano frente a la producción agrícola estadounidense. Lo respectivo al mercantilismo agrícola presente en el mercado de Zamora, indica claramente que la producción campesina local, regional y transregional, encuentra en los vendedores del mercado una acogida y distribución propia de un sistema agrícola económico focalizado en distintas escalas, aplicables al complejo económico en su conjunto: micro económico, económico formal, económico informal, económico indígena, económico trasnacional, económico artesanal, económico fayuquero, económico abarrotero y económico manufacturero.
Atendiendo a la mayor presencia de productos agrícolas la explicación de este fenómeno puede indicar aspectos de una economía campesina, anclada en el mercado regional, donde se presentan distribuidores e intermediaros entre el productor y el consumidor, sin que se afecte demasiado el precio de los agroproductos. Por consiguiente, la observación hecha por Alejandro Macías Macías2 sobre los productos hortofructícolas es pertinente para explicar la mayor relevancia de estos productos en el mercado de Zamora: “los cultivos hortofructícolas han pasado de representar el 6,35% de la superficie agrícola en México en 1980, a 12,1% en 2009”.3 Como señala este autor, la presencia de una corporatividad trasnacional en la producción de alimentos (lo que se reconoce como Corparte food regime) es un factor importante respecto a la producción agrícola, que en el caso de Zamora puede constatarse.
1 Salinas Callejas, Edmar. (2004). “Balance general del campo mexicano 1988-2002” en El Cotidiano, Vol. 19, Núm. 124, marzo-abril, Universidad Autónoma Metropolitana, pp- 5-13.
2 Macías Macías, Alejandro. (2010). “Competitividad de México en el mercado de frutas y hortalizas de Estados Unidos de América, 1989-2009” en Agroalimentaria, Vol. 16, Núm. 31, julio-diciembre, pp. 31-48.
3 Macías Macías, Alejandro. Op.cit. p. 32.