Rómulo Pardo Urías
Des-Historicidad de una reliquia innecesaria: el tabaco
Lectura e interpretación de textos filosóficos Rómulo Pardo Urías
Dr. Agustín Jacinto Zavala 14 de agosto de 2018
Centro de Estudios de las Tradiciones/ El Colegio de Michoacán
Evidencias de lo distemporáneo: el necesario contrapunto de la des-historicidad
Lo distemporáneo no niega lo contemporáneo, lo trasciende dislocándolo. Dentro de la mitología de la modernidad occidental la contemporaneidad se ancla como punto de referencia: un tiempo homogéneo, compartido, ascendente y lineal. Fernando Ortiz hablaba del Contrapunto entre el tabaco y el azúcar pero aún en el telos de un presentismo saturante, como la totalidad nominal a la que se le atribuye el prefijo post (postmodernidad, posestructuralidad, postponografía, posthistoricidad, postcolonial, postindustiral, entre los que recuerdo), lo contemporáneo implica un corte que abre la sincronicidad fenoménica, susceptible de una aprehensión diacrónica del continuum temporal. Lo contemporáneo rige así los moldes de los estados naciones, de las políticas internacionales, de la diplomacia en el estado industrial, de la economía dependiente, de la división terciaria y primaria del universum hominum post-revolucionario.1 También la modernidad, nos indica Foucault, se contrapone en una sucesión eventual, no causal. Su pensamiento, francocéntrico, no escapa de la condición epistemológica de la crítica histórica: episteme renacentista, episteme clásica, episteme moderna ¿no es este un telos finito en lo contemporáneo de su arqueología? Lo distemporáneo solo es posible en el telos presentista saturante, es decir, el fin ontológico de lo viralizado, de lo hiperproducido, de la ficcionalidad retratada como composición y deriva de un particularismo, de un atomismo, subjetivista, ultra pasajero, postfactual en su ficcionalidad realizativa. Con-tempo tiempo incidido, paralelo, condensado, dis-tempo, tiempo roto, contra punto, como la síncopa musical. Si Foucault en Las palabras y las cosas2 se propuso ya una arqueología, no es su taxonimia otra cosa más que la infinitud nominalista que deviene proliferación, lo heteróclito y heterotópico, nos dice. Y en esa proliferación, ya para nosotros inahaprensible, nos enfrentamos a lo distemporáneo, el des tiempo, el desfase, el descolocamiento del acceso a prácticamente cualquier rincón de la ecúmene letrada: desde la antigüedad hasta el presente lo escrito es presente tout court, pero en lo relativo, en su peso específico y concreto, la ecúmene escrita es igualmente traducción no sólo disciplinar o científica sino cultural. Para Foucault se trata de una “investigación arqueológica [que] muestra dos grandes discontinuidades en la episteme de la cultura occidental: aquella con la que se inaugura la época clásica (hacia mediados del siglo XVII) y aquella que, a principios del siglo XIX, señala el umbral de nuestra modernidad”.3
Distemporáneo es un vídeo con 5,698,000 de visitas en un día, porque no hay un tiempo
distemporáneo que deje de ser acumulativo a la vez que nihilista, es una totalidad cerrada, como lo contemporáneo, pero en su fractalidad abigarrada se abre a una multivocalidad. Sin síncopa no hubiera habido música barroca, sin silencio no habría Aufklärung, hoy sin ruido no habría deshistoricidad. Es decir, no habría una cronofagia de lo escrito, de lo que Foucault denomina positividad. Cronofágos nos sambullimos todo el tiempo en tiempos plurivocales, dialógicos: una serie de TV es un tiempo, un autor y su obra es un tiempo, una canción es un tiempo, el gobierno de una persona es un tiempo, la vida de un noviazgo es un tiempo, el ciclo escolar es un tiempo, la procreación es un tiempo, el acto de comer es un tiempo. Habría por tanto que pensar lo distemporáneo como una nueva fenomenología en la percepción de lo temporal basada en el hipersubjetivismo. Pero la aprehensión aparente de este complejo temporal en lo contemporáneo, lo que se cruza y mantiene unido en el tiempo, es limitada, porque la crítica a la modernidad implicó saturar el sentido de su acumulatividad progresista en aras del anything goes, del yolo4. La unicidad entonces es distemporánea, pero no como slogan publicitario, sí como parte de la asepsia sanitaria en tanto cosmogonía y ontología de la neomatafísica internética. Ser no importa tanto como pasar, postfactualmente experienciar, traslucir, solidificar, evanescer, la materialidad de lo deshistorizado: singularidades atomizadas al grado último de lo excéntrico componen tejidos, streams (corrientes), flujos, modas que duran para siempre por un tiempo que las define finitas e inabarcables.
Destiempo, deshistoricidad, acaso remitan a lo que intentaré evidenciar respecto al tabaco: su desacralización, su desritualización, su desobjetivación histórica, semántica y cultural a partir de su apropiación europea. Deshitorización en un sentido también posthistórico, no por el fin de la historia o del tiempo, sino por la neometafísica internética, implicación de verdad de lo existente y lo existido en lo humanamente registrado. Distemporaneidad o dislocación del tiempo co-incidente, del co-hecho, del co-evento, del co-cronos, sin-cronos, dia-cronos. Policronia en su dimensión temporal, de narración secuencial multifacética, policronia en su dimensión histórica, poli, muchos, cronos, tiempo. Policronia en la narratividad saturada del presente en el cual se puede alcanzar, desde la ecúmene letrada, escrita, un punto de flexión, un desnombrar (se) con la estrategia del ruido, de la caoticidad documental.
Se trata, finalmente, de una experiencia del tiempo, no nueva, sí con un nuevo epíteto, pero siempre desde la configuración de la humanitas res, o de la ontología antropocentrada en la autoreflexividad: interior (psicoanálisis), transterior (sociología), exterior (astronomía), supraterior (teología), y en el transtiempo y su registro (ecúmene histórica letrada).
15 de octubre de 1492: el tabaco en proceso de desacralización desritualizada
En el Diario de Viaje de Cristóbal Colón, su primer viaje, puede leerse:
Y estando a medio golpho d’estas dos islas, es a saber, de aquella Sancta María y d’esta grande, a la cual pongo nombre la Fernandina, fallé un hombre solo en una almadía que se passava de la isla Sancta María a la Fernandina, y traía un poco de su pan, que sería tanto como el puño y una calabaça de agua, y un pedaço de tierra bermeja hecha en polvo y después amassada, y unas hojas secas, que debe ser cosa muy apreçiada entre ellos porque ya me truxeron en San Salvador d’ellas en presente.5
Estas “hojas secas”, dice el texto en nota al píe, aluden al tabaco. En las crónicas de viaje de Colón, nos informa un sitio web de una tienda especializada en tabaco en España,6 se habla de los “hombres chimenea” y advierte que el primer fumador europeo fue “Rodrigo de Jerez” aunque se tratará “de exhalar humo por los orificios [que] no podía ser otra cosa que una manifestación del mismísimo Satanás”.7 Y en una imagen subsecuente aparece la advertencia de la Santa Inquisición: “El Santo Oficio impondrá severo y ejemplar castigo a todo aqvel Cristiano qve con maléficas artes inhale y expela humo por cualesquiera de sus orificios naturales, utilizando para ello la planta del tabaco, malhallada en el Nuevo Mundo Que así Sea y se Cumple”.8 La nota advierte de la difusión de la planta por Europa y Asía, alcanzando en el siglo XVII a China, Turquía, África y Japón pero muestra, de igual forma, las oposiciones y castigos al empleo del tabaco: “El primer fumador inglés, sir Walter Raleigh, fue decapitado en la torre de Londres con su pipa entre los dientes. En Japón el emperador llegó a dictar penas contra los fumadores (algunos fueron ejecutados). En Rusia se llegó a castigar bajo pena de cortar la nariz. Y si no se abandonaba el hábito te cortaban la cabeza. En China, fumar era cosa de traidores. Pues era una influencia del exterior. En Turquía llegó a ser penado con la decapitación, pues se creía contrario al Corán” pero el sitio, llamado Estanc Nuria y establecido en Terragona desde 1952, es una distribuidora, comercializadora y promotora del tabaco y del acto de fumar.
Pero la versión que nos da César Cervera9 sobre Rodrigo Jerez, el “andaluz” pionero en fumar, sembrar y cultivar tabaco en España, pone en duda, por su carácter novelado y ficticio, la legitimidad de este relato fundante. El autor del presente hispanoparlante cuenta que los primeros en fumar tabaco en América fueron los mayas en el 500 d.c., pero estima que con la conquista de éstos por los mexicas en el siglo XII, el culto se extendió. Y habla de otro tipo de prohibiciones, como la bula del Papa Urbano VIII de 1642 “Cum Ecclesiae” que dictaba la excomunión de los tabaqueros consumidores. El artículo de Cervera refiere de la Historia General de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo de 1535: “Entre otras costumbres reprobables de los indios tienen una que es especialmente nociva y que consiste en la absorción de cierta clase de humo a lo que llaman ‘tabaco’ para producir un estado de estupor”.10 También Cervera retoma a Bartolomé de Las Casasque igualmente sentencia el uso del tabaco. Y en su narración, en su crónica, no faltan otros hitos: el del diplomático francés Jean Nicot que lo introduce “en la alta sociedad”, el de la reina francesa Catalina de Medici “que empezó a aspirar tabaco por la nariz para combatir las fuertes jaquecas que padeció”11 o el de Linneo que designó al tabaco como “Nicotiana Tabacum”. El origen de la palabra, dudoso, puede ser americano, derivado de la voz “Tobago”, o puede ser árabe derivado de la voz “tabbaq”, nominación genérica de las plantas medicinales aplicada en Europa desde el siglo XV.
Cronicón lexicográfico ¿filosofía histórica del tabaco?
Desde el presentismo deshistorizante, distemporáneo, rastrear entonces la subjetivación y desobjetivación, mediante el lenguaje, del tabaco. En 1609, una consulta diría: “nicociána, o tabáco, Nicotiane, herbe à la Reine, le Petum, nicotiana, herba alla regina”12 para añadir inmediatamente ya una nominación europea, una traducción, una incorporación de la planta al léxico común italiano, francés y español. No dista de lo recogido por Lorenzo Franciosini Florentin que en Roma edita un Vocabolario español, e italiano en 1620 y dice “nicociana, o tabaco. [tabaco herba]”.13 Para 1670 entonces ya existe el nombre en alemán: “Nicociana, ó tabaco Das Tabakstraut”.14 Sin duda existe un cambio pues en la actualidad el nombre alemán para el tabaco es “Der Tabak”. Y dentro de la episteme clásica foucualtiana, dentro de la designación y la representación, de lo cognoscible para el europeo del siglo XVII, el nombre es latinizado en un diccionario elaborado por el jesuita Balthasar Henríquez: “Plant. Tabaco, tabacú, i, herba nicotiana. Tomarle en humo, illud itala fumo. En polvo, tabaci polverem fumo. Tabaquera, tabaci pyxis”.15 De esa forma, continua la búsqueda en el distemporáneo impulso que rompe, en su lógica cronofágica, los eventos de esta micro historia deshistorizante. Cuando la monarquía borbónica se incrusta en España, a inicios del siglo XVIII, puede leerse una traducción española-francesa: “Tabaco, herbe appelle Tobaque: c’est du Petum, vulgaremente herbe à la Roine”.16 La clasificación en ese punto no identifica más que la vocalidad, la nominalidad, la referencialidad de la voz, de la planta, que ya se identifica como tal, pero sin mayores alusiones o contenidos. Y en la traducción del español al portugues se lee: “Tabaco, id. […] Tabaquera. Tabaqueyra.”.17
Años después se aclara la definición en el diccionario de autoridades de la Real Academia Española:
TABACO. ∫.f. Planta de Indias, que echa un tallo como de cinco ú ∫eis pies de altura del gru∫∫o de un dedo, redondo, y felpudo, y lleno de carne blanca. Las hojas ∫on de verde baxo, grandes, nervo∫as, puntiagudas, y pegajo∫as al tacto. La extremidad ∫uperior del tallo ∫e divide en varios ramitos cubiertos de unas flores roxas cortadas en cinco partes, que producen un fruto, ó pepita también roxa, larga, y correo∫a con la ∫imiente dentro. Toda la planta tiene un olor ∫ubido, y fuerte. De las hojas ∫ecas, y molidas hacen un menudo polvo, que adobado con otros ingredientes, ∫u u∫a para tomarlo por las narices por medicina; aunque ya ∫e ha hecho tan común, que ha pa∫ado à co∫tumbre general, y aun à vicio. E∫te polvo ∫e llama también tabaco como la planta, la qual tomó el nombre de la Provincia donde ∫e cría, ú de una Isla, a∫si llamada en la América Meridional. Covarr. dice, que e∫ta hierba la conocieron los Antiguos, ∫egun autoridad de Plinio, y que ladu∫cubrio el Demonio, para dar∫ela a ∫us Sacerdotes. Lat. Tabacum, i. Acost. Hi∫t. Ind. lib.4. cap. 29 Es el tabaco un arbolillo, u planta a∫∫az común; pero de raras virtudes. Solis, Poe∫. pl. 173.
Tomad de tabaco un poco,
Que e∫∫e coco os le dará,
Y en tomándole, ojalá,
Que huyais dél como del coco.18
Será una definición cercana a la de 1780 dada por el Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia de la Lengua española, reducido a un solo tomo para su mas fácil uso.19 El hito vendrá con la nueva semantización, de esa designación de la que nos habla Foucault, de Esteban de Terreros y Pando, la cual recoloca el significado del termino en 1788, lo re-clasifica, vertebra su sentido, su condición estructural en el conjunto de los saberes (¿europeos?):
TABACO, planta, cuyo origen es de la América, y que supura y atrahe las humedades del celebro, y hace estornudar. Tómese en polvo después de varias composiciones, por las narices, y por la boca como masticatorio, y reducido a cigarros por medio de la pipa. El Presidente Nicot la envió a Francia siendo Embaxador de Portugal en el año 1560, y así se le dio de su nombre Nicotiane Fr. Y el Lat. Nicotiana, á la planta, y Nicotianum al tabaco, como el mismo Nicot lo dijo en su diccionario. It. Tabacco. También le dan el Lat. Tabacum. Cathalina de Medicis le quiso llamar también por su nombre Medicée, y de hecho le llaman también en algunas partes de Fr. Herbe a la reine; otros le llaman Herbe sante, herbe sacrée, tabac, y conservando el nombre que dicen que le daban en la Florida, le llaman asimismo petun. Mascar sus hojas dicen es remedio contra la gota, y el baño de su cocimiento quita la epilepsia, y añaden que su mal uso es un veneno mortal.20
Aquí empieza la modernidad, nos dice Foucault, aquí es donde la lógica del lenguaje, de la historia natural, remontan su condición designativa, recolocan el papel de la crítica y del acto nominativo, desmantelándose entre el sistema y el método, mediante la analítica como potencia, realización y hecho. El tabaco queda entonces definido: cosa, planta; origen, América; consumo, fumado, inhalado; designaciones históricas que varían su forma, su mecanismo cultural, su efecto en la sociedad (¿europea?). No entonces en balde arrancar desde el punto ciego de esta modernidad hacia otro de sus puntos ciegos, 150 años después, ya cuando lo contemporáneo se ha erigido como estructura, organicidad y organización, composición y configuración, del tiempo presente, pre internético.
Anecdotario: la propaganda tabacalera en México durante el exilio español de 1939
El año de la otra república española, en 1936, el Diccionario de la lengua española de la Real Academia definía tabaco como sigue:
TABACO. (voz caribe.) m. Planta de la familia de las solanáceas, originaria de América, de raíz fibrosa, tallo de 5 a 12 centímetros de altura, velloso y con médula blanca; hojas alternas, grandes, lanceoladas y glutinosas; flores en racimo, con el cáliz tubular y la corola de color rojo purpúreo o amarillo pálido, y fruto en cápsula cónica con muchas semillas menudas. Toda la planta tiene olor fuerte y es narcótica. || 2. Hoja de esta planta, curada y preparada para sus diversos usos. || 3. Polvo a que se reducen las hojas secas de esta planta para tomarlo por las narices. || 4. Cigarro. Fumarse un TABACO.21
En su traspaso continental mexicano, tres años después, cuando la república estaba cayendo ante los embates franquistas, cuando la opinión pública censuraba la toma de Polonia por el Tercer Reich, cuando se anunciaba la muerte de Freud en los periódicos mexicanos, existía una propaganda pro tabaco. Las marcas de cigarrillos del momento eran: Delicias, los estadounidenses Roy, los Flor de Menta, los California, los Embajadores, los Elegantes, los Gratos, los Monte Carlo, los Delicados. Y en 1939 una caricatura realizada por G. Cabral remite a la “moda” de fumar en su imagen. Caricatura titulada “Adelantada” que muestra a una chica con un cigarrillo con boquilla, sentada, a un costado de otra chica y debajo se lee el lema, como diálogo: “—Pero que cursi debe ser eso de tener novio, ¿verdad?”. La propaganda de los cigarros Delicias, aparecidos el lunes 22 de enero de 1940, en El Universal o El Excelsior, dice: “Mentole su garganta, Cuídese! Fume Cigarros Delicias Mentolados 10₵ Perfecta combinación de la menta y el tabaco”. Y los cigarros Elegantes se acompañan, en su publicidad, por este discurso el día 23 de enero de 1940 en El Universal página 9: “Confíe ud. en la experiencia. Un contador en cuyo trabajo se confía, debe ser extrictamente experimentado, de otro modo, en vez de ser útil en el negocio, por noble que este sea, lo convertirá en un desastre económico. Al elegir sus cigarros confíe en Elegantes Extra con boquilla de ámbar. Que son el producto de una experiencia adquirida a través de 45 años. Sin la más mínima partícula de polvo”. Y no dudan en ser parte del entretenimiento y de los medios masivos, pues también anuncian: “Escuche usted nuestros conciertos de “Elegantes” por la X.E.S. y la X.E.S.T. todos los jueves de las 20 a las 21 (8 a 9 p.m.) y el “Noticiero mundial” que es radiado cuatro veces al día, durante toda la semana”.
Y los cigarros Flor de menta se anuncian en El Excelsior en 1940: “Protegen la salud del fumador. Fúmelos durante el invierno”. En una respuesta mucho más “filosófica y argumentada” los cigarros Embajadores se promocionan con este discurso que acompaña su imagen:
La respuesta sería categórica
Si fuera posible interrogar a un gran número de fumadores sobre su razones para preferir tal o cual marca de cigarros, de seguro la mayoría habría de contestar en términos vagos e indecisos. En cambio, tratándose de EMBAJADORES la respuesta sería categórica: por su exquisito aroma y rico sabor. Y esa contestación demuestra, en forma bien palpable, que el esfuerzo de superación por parte de “El Águila” para obtener un cigarro de la categoría de EMBAJADORES tenía que encontrar eco inmediato en el ánimo del fumador; y que los tabacos entrefuertes, absolutamente puros, que se emplean en su elaboración, habrían de traducirse en aquellas excelencias de aroma y sabor que tan fácilmente se aprecian en este finísimo cigarro.
Autotira. Lo último en empaque de cigarros. “Abra su cajetilla” en un abrir y cerrar de ojos.
Embajadores …llevan la misión de AGRADAR
Esta propaganda aparece en El Universal el 10 de diciembre de 1940. El fumador es un líder, es un modelo, un héroe de la sociedad industrial. La modernidad lo ha apresado, le ha impuesto su lógica. Foucault nos diría, entonces:
…las ciencias humanas no tratan la vida, el trabajo y el lenguaje del hombre en la mayor transparencia en que pueden darse, sino en esta capa de las conductas, de los comportamientos, de las actitudes, de los gestos ya hechos, de las frases ya pronunciadas o escritas, en el interior de la cual han sido dados de antemano una primera vez a aquellos que actúan, se conducen, cambian, trabajan y hablan […] es siempre posible tratar al estilo de las ciencias humanas (de la psicología, de la sociología, de la historia de las culturas, de las ideas o de las ciencias) el hecho de que, para ciertos individuos o ciertas sociedades, hay algo así como un saber especulativo de la vida, de la producción y del lenguaje —en el límite, una biología, una economía y una filología.22
El Trauma de la modernidad: de Políticas antitabaco, neocontemporaneidad global e idiosincrasia aséptica-sanitaria
Cuando llegamos a la acepción de la humanidad, a partir de los derechos del hombre y del ciudadano, estuvimos absortos en el tinglado de la civilización. La negación entonces de las raíces culturales del tabaco no dejan lugar a dudas: su definición ostensible implica un acto de dominación, al igual que los comentarios de Reynal, Pauw y Buffon contra los criollos americanos, etnocentristas, implican una negación. La contienda entonces entre el tabaco y su referencialidad, deshistorizada, también incide en una concepción distemporánea vigente: el trauma de la modernidad.
Dice Bruno Latur que nunca hemos sido modernos aunque lo sé de oídas, desde una doxa desinformativa en el condensado conjunto de la metafísica internética. Pero el trauma de la modernidad es interior, transterior y exterior, en la medida en que se trata de la introyección negativa de un estado de la psíque colectiva, el de la episteme moderna, que tan pronto como ha sido descubierta, conocida y apropiada, debe reemplazarse o diluirse. Pero olvidamos que en lo post, prefijo latino que significa lo pasado o lo posterior o lo después de, no se niega la condición de modernidad o industrialidad o estrucuturalidad o colonialidad. Ni su exacerbación ostenta lo hipermoderno de Lipovetski, también en mi arsenal de doxa desinformada.
Lo que implica el trauma de la modernidad es entonces la proliferación de nuevas reglas del juego en el universo de lo humano: reglas dictadas, en gran parte, por los objetivos del Milenio de la Organización de las Naciones Unidas establecidos inicialmente en 2002. El 31 de mayo la Organización Mundial de la Salud estableció el día Mundial Sin Tabaco, que considera el tabaquismo como una epidemia. En el resumen del informe de 2017 sobre tabaquismo la OMS menciona que “más de 100 millones de personas en todo el mundo siguen consumiendo productos de tabaco, y el precio que se paga en enfermedades, muerte y otros daños seguirá siendo enorme”23 pero claramente indica que “4700 millones de personas están protegidas en estos momentos en el ámbito nacional por al menos una intervención normativa enmarcada entre las mejores prácticas”.24 Esto refiere a aplicar el Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco (CMCT de la OMS) aplicado desde 2003. Las políticas antitabaco en todo el mundo incluyen regulaciones desde 2006 en Uruguay, hasta la de 2014 en Rusia, considerando para el contexto latinoamericano las de Guatemala, Panamá y Colombia de 2008, la de México de 2009, las de Argentina, Venezuela, Ecuador y Brasil de 2011, la de Costa Rica de 2012, al igual que las europeas de Francia e Inglaterra de 2007, o la de España de 2011.
El tabaco como planta americana ha sido desritualizada, desacralizada, mercantilizada y reificada. No ocurre lo mismo con otros productos americanos que se identifican con las más profundas tradiciones europeas, especialmente culinarias: los jitomates para las salsa italianas o el gazpacho español; las sopas polacas Barszcz bialy o Zurek; la Kartoffelnauflauf alemana; o los chocolates belgas y suizos.
¿Qué corresponde entonces a la deshistoricidad del tabaco? Su desfallecida trayectoría en una ethos industrialista que lo exaltó para dar píe a una pragmática sanitaria que ahora lo rechaza, consecuentemente con un estado de vida y de ser en el mundo, tecnocrático, super racional, hipermoderno. No es entonces raro, para finalizar, el recuerdo del japonés fumador, no solo resctrictivo, sino comprensivo, es decir, libre, en la apreciación de lo público como lo común donde cabe lo excepcional. Esta deshistorización entonces, fincada en el dispositivo del lenguaje entre la episteme clásica y la moderna, interroga la potencia de la comprensión del tiempo desde una subjetividad inserta en la eventualidad traumática de las reglas del juego que se modifican, desde un conservadurismo recalcitrante, negativo pero también positivo, para beneficio de lo vital, no ya más de lo neurótico. Pero en su interdicción, el tabaco deja de ser una planta natural de América, deja de ser un recurso mágico, deja de ser una condición óntica del telos sagrado —recordando por ejemplo el disco de Paul McCartney Pipes of peace— para cifrarse en uno más de todos los actos de dominación, distorsión cultural, desobjetivación histórica y capitalización salvaje. Se tornar en una entidad, en un ser, patológico, epidémico, en ese “veneno mortal” que desde su mismo traslado a Europa, desde su mismo descubriemiento, ha sido objeto de una desrealización: su descontextualización, deshistorización, desobjetivación, su distemporaneidad mediante su enajenación. El tabaco hoy en día, fumar, no sólo resulta nocivo para la salud, resulta anacrónico, políticamente incorrecto, inconsciente e irresponsable. Larga vida al tabaco.
Bibliografía
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Rel Academia Española, Diccionario de la Lengua Española (ed. Real Academia Española). Madrid, 1936.
1 La revolución francesa de 1789, la revolución novohispana de 1810, la revolución mexicana de 1910, la revolución rusa de 1917, la revolución cubana de 1959, las revoluciones en el orbe trasatlántico eurohispanoamericano, realizadas y fallidas.
2 Michel Foucault, Las palabras y las cosas Una arqueología de las ciencias humanas. Siglo XXI, México, D.F., 1a ed., 2008, 375 pp.
3 Ibid., p. 7.
4 Siglas del lema You Only Live Once, valor de uso y de cambio en la mitología tecnócrata neoliberal conservadora y global de nuestro presentismo internético.
5 Cristóbal Colón, “Diario del primer viaje”, en Consuelo Varela (ed.), Cristóbal Colón Textos y documentos completos. Alianza editorial, Madrid, 1a ed., 1982, p. 35.
6 “Estanc Nuria Fumar: un acto controvertido y perseguido por la Santa Inquisición” [En línea]: https://enuria.es/fumar-un-acto-controvertido-y-perseguido-por-la-santa-inquisicion/ [Consulta: 14 de agosto, 2018].
7 Ibid.
8 Ibid.
9 César Cervera, “Así castigó la Inquisición española al primer fumador de tabaco europeo”. Diario ABC (2018) [En línea]: https://www.abc.es/historia/abci-castigo-inquisicion-espanola-primer-fumador-tabaco-europeo-201803190134_noticia.html [Consulta: 14 de agosto, 2018].
10 Ibid.
11 Ibid.
12 Hierosme Victor Bolonou, “Ni”, en Philippe Albert y Alexander Pernet (eds.), Tesoro de las tres lenguas francesa, italiana y española. Geneve, 1609.
13 Lorenzo Franciosini Florenti, Vocabolario español, e italiano aora nvevamente saca a lvz y compuesto por Lorenzo Franciosini Florentin. Segunda parte (eds. Juan Angel Rufineli y Angel Manni). Prohlio, Juan Pablo, Roma, 1620.
14 Nicolas Mez de Bradenbach, Diccionario muy copioso de la lengua Española y Alemana hasta ahora nunca visto, sacado de Diferentes autores con mucho trabajo y diligencia por Nicolas Mez de Bradenbach, maestro en Artes y Notario (ed. Juan Diego Kürner). Viena.
15 Baltha∫are Henriquez, “Theswvrvs vtrivsque lingvæ hispanæ, et latinæ omnivm correctissimvs”. Garcia, Ioannis, Matriti, 1679.
16 Cesar Ovdin, Tesoro de las dos lengvas frencesa y española. Orry, Marc, Paris, 1707.
17 Raphael Bluteau, Diccionario castellano y portuguez para facilitar a los curiosos la noticia de la lengua Latina, con el uso del Vocabulario Portugues, y Latino. Da Sylva, Pascoal, Lisboa, 1721.
18 Real Academia Española (ed.), Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza, y calidad, con las phrases, o modos de hablar, los proverbios, o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua. Herederos de Francisco del Hierro, 1739.
19 Real Academia Española (ed.), Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia de la Lengua española, reducido a un solo tomo para su mas fácil uso. Ibarra, Joaquin, 1780.
20 Esteban de Terreros y Pando, Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana. Tomo tercero. Imprenta de la viuda de Ibarra, hijos y compañía, Madrid, 1788.
21 Rel Academia Española, Diccionario de la Lengua Española (ed. Real Academia Española). Madrid, 1936.
22 M. Foucault, op cit., p. 344.
23 “OMS | Informe de la OMS sobre la epidemia mundial del tabaquismo, 2017 – Resumen”. WHO (2017) [En línea]: http://www.who.int/tobacco/global_report/2017/executive-summary/es/ [Consulta: 14 de agosto, 2018].
24 Ibid.