Desde muy temprano en mi existencia el arte, la pintura y la plástica han sido un elemento principal de mis procesos formativos, de apreciación y percepción, de conocimiento y axiología personales. La posible consciencia estética propia, más allá de formas que me han contaminado y otras que me han propulsado, es un fundamento nodal para mí vivencia de la realidad y para la comprensión de las condiciones expresivas humanas. La desafortunada historia que he tenido con los medios cinematográficos y televisivos me han orillado a vivir en otra edad de las formas culturales, no audiovisuales, pero sí en contacto con expresiones visuales, sonoras, textuales, que me permiten tener una experiencia quizá trunca, pero nutritiva. Ahí es donde encontré en el bagaje cultural de mi casa materna a mi santo patrono Amadeo Modigliani.

El santo patrono de mis modernidades autoinducidas

Esta santo patrono Amadeo Modigliani no exclusivamente es cautivador por su vide meteórica, exquisita y provincial al mismo tiempo, sino por su magia excelsa y concreta, por su reveladora pintura, por su unívoco estilo, por su fuerza, sombría y luminosa, trepidante y descendente, escaladora al cielo y depresiva a los infiernos. De su natal Liorna en un Italia representante de lo old fashion en el arte, con su formación florentina, su pasión por Nápoles, Capri y Venecia, la Italia de Modigliani no vaticina, aunque presiente, el rigor poderoso del futurismo. Un joven de la provincia toscana que en el París de todas las luces se amiga con Picasso, Apollinaire, Max Jacob, Brancursi, Vlaminck, en el París de Kandinsky, Van Gogh, Gauguin, con todo el ímpetu impresionista de Cézanne, el fauvismo, Matisse y Toulouse-Lautrec. El amigo de mi patrono, Modigliani, el Dr. Paul Alexandre, lo hizo conocer el arte negro o arte africano, algo que cambió su perspectiva estética. El pintor Gabriel Fournier fue testigo de las habilidades dibujantes de mi santo patrono Amadeo Modigliani, verificable en su más fuerte obra, la serie de retratos que acompañan esta entrada.

Breve cita de un librito bonito de 1958

Nos dice J.A. Cartier sobre Modigliani “El toscano, bello como un dios, culto y distinguido en sus modales, a quien la tisis y el alcohol demacraban patéticamente y ponían ojeroso, amó apasionadamente a las mujeres. Por otra parte, ellas le correspondían bien. «Amadeo, querido Amadeo — exclamaba Max Jocob [el poeta] — tan bello que todas las mujeres se lo disputan.» Gilberte, Maud, Elvire, Margherita, Marie, Lucienne (sin hablar de Béatrice Hastings y de Jeanne Hébuterne) son otros tantos nombres que reaparecen con frecuencia bajo la pluma de sus biógrafos y que él inscribía al pincel, en torno a su rostro, en aureola, como una dedicatoria. Mujeres de un momento, compañeras en la felicidad y en la adversidad, o simples modelos, Modigliani las pintó con amor, encargándoles que transmitieran, a través de sus ojos de mirada infinita, toda la desesperanza y la nostalgia de su alma”. (1958).

Epílogo ceremonial

Mi santo patrono Modigliani lo es no por su terca raíz italiana, por su ser mujeriego, por su honda adicción y alcoholismo, por su genialidad, por su vivacidad, por su pesimismo luminoso. Es mi santo patrono por acompañarme en largas noches de estudio, por mostrarme el destino último de la crudeza de una vida desvencijada, por señalarme con su meteórica trascendencia el valor real de vivir. Lo es también porque me gradué del doctorado el día de su aniversario luctuoso. Por todo esto, mi santo patrono Amadeo Modigliani, tiene un lugar aquí.

Bibliografía

Modigliani. Retratos. Gustavo Gili: Barcelona, 1957.
Modigliani. Figuras. Gustavo Gili: Barcelona, 1958.
Modigliani. Edited by Stefano Roffo. Gramercy Books: New Jersey, 1994.